Vivimos tiempos de comodidad mediática, de poca educación innovadora de las redes sociales digitales, de nuevos espacios donde circulan malas narrativas que confunden a la ciudadanía. Este ambiente, con la transición del impacto provocado por lo digital, no ha sido hipnotizado por la producción intelectual, es devuelta al simple hecho de cualquier difusión, y no sirve como buena alternativa para la recuperación de la experiencia en sí.
La “representación” de las redes sociales emergentes la considero comunicación engañosa, y a veces fraudulenta: es conocimiento falsario que se apropia de la realidad, es decir, no es un saber digno de esa realidad.
Mucho de lo digital (no todo) no es símbolo de la construcción de la realidad desde las prácticas sociales, culturales, políticas y espirituales de los pueblos, naciones y regiones: son interpretaciones de vida imaginaria que no son transformadoras de nuevos horizontes aunque algunos nos lo quieran vender así. Estas redes engañosas no poseen identidad, no son emancipadoras de nada, y destacan por no ser creativas.
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