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Éticas deshuesadas

El poso existencial debe vertebrarlas
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 4 de octubre de 2024, 09:58 h (CET)

Si por hablar fuera, estamos rodeados de desbordamientos por las desmesuradas intervenciones. No hay sector de las actividades humanas libre de las argumentaciones sin control en torno a la ética. Es utilizada como un estandarte testimonial. Su simple mención avala las conductas. Pese a la enorme profusión de proclamas y fervorosas manifestaciones sobre semejantes elucubraciones dicharacheras, emana un aliento desencantado al no percibir las honduras del término. Las referencias a la ética parecen complacer a todo el mundo. La cuestión reside en la consideración de los comportamientos como virtuosos y estéticos según los CRITERIOS establecidos por los mismos protagonistas, ajenos a cualquier otra valoración.


Si nos centramos en el área de los GOBERNANTES, reúnen la mayor parte de las condiciones para poder funcionar con autonomía y tener acceso a los conocimientos más avanzados. Su empoderamiento les sitúa en posiciones de dominio, poco propensas a recibir correcciones o asimilar críticas. A la hora de tomar decisiones ocupan un amplio espectro que alcanza los extremos, barbaridades por acción u omisión. Cada uno alardea de su reflexión, expresada vivamente a través de sus actuaciones. En los casos flagrantes, sobre todo, se pone de manifiesto cuales son las carencias de sus pronunciamientos, desprendidos de un aliento con mayor poso social, un tanto alejados de su comunidad.


El dinero favorece el establecimiento de ciertos sectores con creciente poderío e influencias proyectadas en la evolución de la sociedad. Brillan de manera rutilante una serie de CAPITOSTES como mentores de tan interesantes maquinaciones. Sus actividades son legales, adiestraron antes a los legisladores a su conveniencia. Crean puestos de trabajo, pagados con las migajas. Sus sesudos ideales refuerzan el contenido de sus emporios dinerarios con una fruición inusitada, dominadores e ilimitados. Su esforzada sabiduría no les permite otras repercusiones desfavorables de su actividad. La bondad de sus proyecciones se adhiere a sus elaborados criterios en cumplimiento de su deber.


¡Ay, amigos! Cuando los emporios agrandan sus dimensiones, sus estructuras se expanden progresivamente en términos inabarcables; configuran entidades incomparables con las morfologías habituales. Se pergeñan instituciones o corporaciones mastodónticas difíciles de describir y, por tanto, de calificarlas; sólo su tamaño las define. En dichas ENTIDADES, los emporios se han acercado a la perfección, deciden según sus criterios y nadie accede al fondo de sus argumentaciones. Aquí, el eticismo se centra en plegarse a sus normativas, que suelen ir más allá a base de imponerse, incluso con carácter punitivo. Su núcleo cerrado desvirtúa cualquier criterio moralista.


En cualquiera de nuestros barrios, diversas relaciones públicas e incluso familiares, a la hora de establecer un cierto orden de preferencias, sus integrantes suelen posponer otros asuntos, para dar preferencia a sus INTERESES particulares, incluso por encima de los compromisos adquiridos, sean con la comunidad, de carácter profesional o bien en tareas de diversa índole, deforman las valoraciones. La justificación de sus decisiones encuentra motivaciones de diverso rango y excusas facilonas, con tal de conferirle prioridad a sus decisiones. En pocas palabras, dotarles de un ropaje atractivo y proclamas de buenos augurios, sin aducir dificultades. Su ética particular queda como deber cumplido.


El aleteo de tantas actividades y las que permanecen a su alrededor sin citar, extiende sus arcos de influencia. Afectan a las intimidades, como penetran en las algarabías populistas altisonantes. Repercuten en las pequeñeces casi desapercibidas y en las maniobras relevantes. Entre calmas tediosas e impulsos denodados. Constituyen una verdadera extensión ilimitada. Sus mismas características redundantes nos fijan la atención en una de sus principales carencias; no se aprecia por ninguna parte de esos horizontes la OSAMENTA vertebradora vertebradora de las éticas para su sostenimiento. Si no la hubiera, por una ausencia radical sin reparación posible; si no fuimos capaces de crearla, por no cuidar de la dispersión mental desintegradora.


Las elucubraciones sobre mundos diferentes o humanidades de texturas distintas, no conducen a nuevas creaciones ni fundamentan otras realidades. Partimos de otras raíces existenciales ligadas a la complejidad de la estructura mundana. La consiguiente adaptación a dichas circunstancias permanece abierta, sometidos además a una serie de variaciones incesantes; el dinamismo es inherente al conjunto de presencias implicadas. Se deducen una CONDICIONES básicas insoslayables. Lo de menos es como se vayan a denominar, constitutivas, morales, naturales, conceptuales o simplemente radicales, en el sentido de venir de la raíz. Nos queda el intento de aproximarnos a ellas o las opciones discordantes.


En el acercamiento a esas directrices universales, captamos una serie de REQUERIMIENTOS elementales, como decía, básicos; compatibles con la enorme diversidad acompañante. Detectamos trechos importantes entre el hecho de percibirlos, asumirlos y actuar coherentemente con sus orientaciones. Concretarlos es una labor comunitaria, incompatible con las evasivas necias; es una labor prioritaria para la vida en común. La defensa de la vida individual, el respeto relacional hacia las personas, el sentido del daño provocado, evitar las coacciones, pueden constituir un buen núcleo de partida, La fortaleza de dichos pronunciamientos confiere la solidez estructural vertebradora, de cara a las decisiones posteriores en la práctica.


Las circunstancias se acumulan en torno de las vivencias cotidianas. Las presiones sobrevienen a través de múltiples vectores e intensidades, con el azar y el caos en posiciones predominantes, con numerosas interacciones difíciles de precisar y la enorme diversidad de impulsos vitales incesantes. Con toda la influencia de la evolución temporal que nos modifica las bases de actuación y nos multiplica los momentos cruciales. Es precisamente en ese INSTANTE crítico de la actuación, cuando precisamos la solidez de unos buenos puntos de partida. A partir de ellos, cada decisión genera la sensación de ser participante activo como contrapartida a los talantes arbitrarios sin la brújula oportuna para evitar la disgregación.


El consenso básico resulta imprescindible. No puede ser una simple aglutinación de pareceres y deseos. La fundamentación razonada exige hacer acopio de los conocimientos adquiridos, con franqueza dialéctica y pronunciamientos claros sin renuncias tendenciosas. Sin esa base, las diferentes éticas particulares se dispersan con facilidad detrás de los diversos intereses, quedando sin sentido real y susceptibles de perpetrar verdaderas calamidades abusivas. Queda patente la necesidad de una PRAGMÁTICA ENRIQUECIDA por la estructura vertebradora de la comunidad centrada en la auténtica condición humana, en busca de las mejores opciones existenciales como imperativo de los seres inteligentes. Sería la moral o el consenso necesarios para servir de punto de fortalecimiento para las éticas surgidas en la práctica.

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