“La esperanza es la posibilidad de mantenernos firmes en medio de las adversidades, de no desanimarnos en tiempos de tribulación o ante la barbarie humana” (papa Francisco). El arzobispo de Tarragona Juan Planelles nos dice cómo podemos afrontar la barbarie humana, cuando escribe: “Tiene que haber lugar para la reflexión que viene del substrato espiritual de la sociedad que recoge siglos y siglos de sabiduría y de experiencia. Por esto, como afirma nuestro Papa, es la fe cristiana junto con las otras religiones, las que son llamadas, incluso a liderar –por muy extraña que sea la propuesta- esta renovación social. Porque entre las religiones es posible un camino de paz y el punto de partida tiene que ser siempre la mirada de Dios”. Estas palabras del arzobispo tarraconense muestran que el ecumenismo no solo es posible, según él, entre las denominaciones cristianas, también es viable con las otras religiones. Para el clérigo ello es posible con “la mirada de Dios”. ¿Qué dios? Existen infinidad de dioses que no son Dios. ¿Es posible que esta infinidad de dioses puedan conducir a la humanidad por el camino de la paz? ¿Dónde se esconden las palabras de Jesús. “Yo soy el camino, y la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí?” (Juan 14: 6). Jesús es el único que puede traer la paz en el mundo: “La paz os dejo, mi paz os doy. Yo os la doy, no como el mundo la da” (Juan 14: 27). El clérigo nos viene a decir que la paz puede alcanzarse uniéndose con religiones que ignoran quién es el camino de la paz. ¡Cuán necios somos!
No es cuestión de discriminar a nadie, sino de escuchar la Palabra de Dios que es la autoridad absoluta y obedecerla. Como ciudadanos en un mundo en llamas en donde la barbarie humana se manifiesta sin freno, los cristianos tenemos que trabajar codo a codo con quienes sinceramente desean alcanzar la paz. Pero tenemos que hacerlo sin desprendernos de nuestra identidad cristiana portadora de la luz espiritual que puede deshacer las espesas tinieblas espirituales que nos envuelven. ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo, que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz, que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo” (Isaías 5: 20)-.
Para contribuir a combatir la barbarie humana, ¿qué tienen que hacer los cristianos? Dar ejemplo de buen comportamiento para que los practicantes de otras religiones deseen imitarnos. Jesús nos dice: “Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se desvanece, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo, una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5: 13-16).
Desgraciadamente, los incrédulos que pueden ser muy religiosos pueden ocupar cargos relevantes en las instituciones religiosas al ver la “luz verdadera” que es Cristo que vino a este mundo puede deslumbrar sus ojos. ¿Cuál fue el efecto de esta iluminación sobrenatural? El odio se encendió contra Él. No pararon hasta conseguir ser crucificado. Así creyeron que se deshacían de un personaje tan molesto. Sigue vivo y se manifiesta por medio de sus discípulos que creen en Él. A los cuales les dice: “El siervo no es mayor que su señor, si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán, si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra” (Juan 1: 20).
El arzobispo Planelles dice que “se atreve a presentar sus propuestas que, en gran parte se convierten en compromisos ineludibles” que resultan ser puro humanismo cristiano que es ni más ni menos una filosofía humana engañosa.
Es una lástima que la Iglesia Católica no se dé cuenta que la luz que cree irradiar en realidad son espantosas tinieblas. Si en verdad desea contribuir a eliminar la barbarie le convendría sacar del fondo del cajón el polvoriento texto con el que Jesús concluye su Sermón de la Montaña: “Cualquiera que me oye estas mis palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena. Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa, y cayó, y grande fue su ruina” (Mateo 7: 24-28).
Una iglesia que se edifica sobre un cimiento de arena que es la tradición, el humanismo cristiano y la filosofía se derrumba porque no puede resistir las fuertes embestidas de los poderes infernales que chocan contra ella.
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