Parece de todo sentido, incluso el común, que frente a un estancamiento económico, explicado por la caída de la inversión privada y las expectativas empresariales, los empleos se vean afectados como lo hemos observado durante todo el año, con cifras de desocupación altísimas, aunque desde la centralidad del Gobierno nos continúen mintiendo. La lógica indica que esto afecta negativamente los ingresos de los trabajadores: los ingresos reales empeoran significativamente y, según los estudios socioeconómicos, esto se explica por el alza en los niveles de inflación, y repito, aunque desde el búnquer monclovita nos vendan todo lo contrario.
Claro está, el estudio ajusta remuneraciones por el IPC general, pero el problema está en el comportamiento de los precios de los alimentos, servicios básicos, salud y vivienda. La población de menos ingresos no percibe una mejora en su bienestar, por lo que el indicador no hace visible el efecto al alza de la inflación.
En particular, a los trabajadores asalariados que reciben el salario mínimo, les debe parecer hasta anecdótico conocer el alza destacada de la masa salarial mes a mes, precisamente cuando aumenta el salario mínimo. ¡Pan para hoy, hambre para mañana!
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