Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Temporal | Catastrofe | Desgracia | Desastres | Políticos españoles

La DANA que desnudó al Estado y a su clase política

Es hora de preguntarse varias cosas
Ángel José González Herrero
sábado, 2 de noviembre de 2024, 10:24 h (CET)

La ineficacia, falta de empatía y desconexión de la realidad de la clase política en esta tragedia va a marcar un antes y un después. Y si no, es que estamos todos muertos.


Cuando habían emergido del lodo - este sí, lodazal de verdad - decenas de cadáveres y toda España ya sabía que la catástrofe era de las históricas, el Congreso de los diputados mantuvo su sesión plenaria y las votaciones previstas para el día. Hay que ser muy mal nacido para suspender solo la sesión del control al Gobierno y continuar el debate y votación del decreto que le da a Sanchez y a sus socios el control total sobre RTVE y de una proposición de ley del Psoe para subir decenas de impuestos. Controlar los medios públicos y seguir extrayendo la sangre a la gente si que son asuntos urgentes ineludibles; pero el respeto por los cadáveres calientes en la acera y las miles de personas con sus proyectos vitales y hogares hundidos, no merece una mierda para esta gentuza. No cabe más desvergüenza y bajeza moral.


Al menos, los de Compromis, PP y Vox abandonaron sus escaños, pero los diputados valencianos del Psoe, que alguien les guarde un buen sitio en el purgatorio, allí se quedaron, junto a todos sus compañeros de partido. Tampoco estaban los ministros en el Pleno; se argumentó que la DANA les tenía ocupados en la gestión de la crisis. ¿También la ministra de Ciencia, el de Cultura, la de Igualdad o el de Relaciones con las Cortes, por solo nombrar a algunos? Esta es la clase política que habita el Parlamento y el Consejo de Ministros. Esto es lo que se merece la gente, probablemente; con su pan se lo coman.


Tres días después de la catástrofe, con ya más de 200 fallecidos en el contador, el Estado ha quedado desnudo ante los ojos de todos los ciudadanos. Tras 72 larguísimas horas, ninguna administración ha sido aún capaz de suministrar agua o alimentos a las decenas de miles de personas sin hogar o en situación precaria que se hallan en zonas perfectamente localizadas. Tampoco han aparecido generadores de electricidad de emergencia, ni se han despejado ni las carreteras más afectadas. Se calcula en cientos de miles los que siguen sin conexión telefónica.


El colmo es que tampoco está garantizada la seguridad y los saqueos en las zonas afectadas se multiplican y se retransmiten por televisión. ¿Para qué demonios sirve un Estado si no es garante de una mínima seguridad, ni es capaz siquiera de paliar algo la situación en 72 horas ni de transportar unos mínimos suministros básicos entre la población afectada?


¿Qué se puede decir de la prevención en este caso? Los servicios meteorológicos del Estado, con la AEMET a la cabeza, ni supieron ni pudieron advertir del verdadero potencial de la dana. Y para rematar el desastre, el propio Presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, tras hablar con técnicos de este organismo, confundió gravemente a la gente, avisando por la tarde de que la dana a partir de las 18:00 iba a abandonar Valencia hacia el norte, cuando eso no pasó y lo gordo estaba aún por llegar en la provincia.


Lo de Mazón está siendo un desastre de gestión. Su cara estos días lo dice todo; superado por los acontecimientos y sin tomar una sola buena decisión. Nadie se explica por qué no declaró la noche del martes o la mañana del miércoles el nivel tres de emergencia, lo que hubiera posibilitado adelantar la participación del ejército y empujar al Gobierno del país a declarar el estado de alarma. Nadie entiende tampoco por qué rechazó una tras otra la ayuda de otros países, desde Francia hasta El Salvador, pasando por otros 26 países. La carrera política de este tipo - que apuntaba maneras y empezaba a despuntar en su partido- está finiquitada y enterrada en el lodo. El orgullo y el no dar bazas al gobierno central, sumado a una falta indecorosa de gestión, le han tumbado. Como corolario a su carrera se ha permitido este mismo viernes echar la bronca a las decenas de miles de voluntarios que se han dirigido a las zonas afectadas para ayudar, exigiéndoles que abandonen las carreteras. O sea, que ni hace nada ni deja que otros lo intenten. Señor Mazón, si no sabe y no puede, váyase a su casa, no moleste, y deje que al menos la gente se auto organice y desprenda toda la solidaridad que llevan dentro.


Es encomiable y emocionante ver esas riadas de personas dirigirse a ayudar. La gente sacando lo mejor que llevan dentro, sin otra salida que autoorganizarse para ayudar cuando el Estado no es capaz ni de llevar agua a la gente. Ya se vivieron en Madrid escenas parecidas durante la Filomena. Imborrables recuerdos de cuando la solidaridad vecinal hacia magia y brotaban milagros como el hecho de que en casi todas las casas de una ciudad invadida normalmente por el asfalto aparecieran de pronto, en tantas y tantas casas, esas palas que solo se ven en las obras y los pueblos y que sirvieron para paliar la situación, ante la - de nuevo - inacción e ineficacia del ayuntamiento de la capital y del gobierno central del Estado.


Mención aparte merece la impresentable Consejera de Comercio de la la Comunidad Valenciana, Doña Nuria Montes, quien hoy mismo arremetía delante de los medios, con cierto desprecio y hartazgo, contra los familiares de las víctimas, a los que prácticamente escupía a la cara y les decía que no les iba a entregar ni dejar ver a sus muertos y que lo que tenían que hacer era de manera obligatoria esperar en sus casas a que se les llegara la documentación pertinente del juzgado. Independientemente de que sea conveniente o no dejar entrar a familiares en las morgues, se me ocurren un millón de maneras diferentes de decirlo en ese momento. También se me ocurren un millón de maneras de mandar a la mierda a la señora Montes. Si uno está sobrepasado o no sabe, no quiere o no puede ejercer su labor de cargo público, se va a su casa y cede el puesto a otro, ya que nuevos psicópatas para ocuparlo habrá seguro.


La clase política, embarrada en sus luchas de poder, ha sido incapaz de coordinarse entre las distintas administraciones. Esta casta anda ya enloquecida pensando solo en cómo mantener el poder o acceder a él. Todo lo demás, es accesorio y la inquina acumulada incluye no dar ni agua, ni al enemigo ni al ciudadano.


Un Estado que se nos presenta omnipotente, como el único capaz de resolver y atender todos nuestros problemas y necesidades y que está haciendo el mayor de los ridículos.


Es hora de preguntarse varias cosas. ¿Qué parte de la sociedad civil y de los recursos y lazos que teníamos las personas entre nosotros se ha ido comiendo el Estado o ha desaparecido ante la expansión de este? ¿Qué podemos hacer cuando los encargados de paliar una catástrofe no dan señal de vida ni solucionan nada? ¿Estamos desnudos ante el Estado, o lo está este ante nosotros?

Noticias relacionadas

El recuerdo de todos los que nos han precedido en este mundo al que no pedimos venir, ni exigimos no morir, es una obligación moral tenerles presentes, por lo que fueron, por lo que aportaron, por su bondad, por sus errores y, sobre todo, porque el misterio de la VIDA incluye el misterio de la MUERTE y en este último nos encontramos todos. Amigos todos, a muchos de vosotros no pudimos conoceros ni despedir vuestro adiós, pero sabemos que fuisteis parte de este mundo y por tanto parte nuestra.

La ineficacia, falta de empatía y desconexión de la realidad de la clase política en esta tragedia va a marcar un antes y un después. Y si no, es que estamos todos muertos. Cuando habían emergido del lodo - este sí, lodazal de verdad - decenas de cadáveres y toda España ya sabía que la catástrofe era de las históricas, el Congreso de los diputados mantuvo su sesión plenaria y las votaciones previstas para el día.

Definición de ética: es la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre. De ahí se desprende lo que verdaderamente es moral: no se cae bajo la jurisdicción de los sentidos por ser de la apreciación del entendimiento o de la conciencia. ¿Y bien? ¿Qué pasa si es verdad que todos tenemos un precio? Si fuese afirmativa la respuesta resultaría que apenas podríamos quejarnos cuando alguien, por ejemplo, fuera un caradura.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2024 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto