El falso capitalismo inmaterial que predican las izquierdas desde tiempos remotos va acorde con las nuevas demandas de la llamada economía de la cultura: son expresiones múltiples que desarrollan prácticas sociales equivocadas y ejercen no sé qué derechos a la palabra con construcciones discursivas, sin símbolos creíbles.
Su pretensión es la creación de nuevos órdenes de vida que los incluyan en la historia reconociendo sus irrisorias aspiraciones, sus falsas esperanzas, sus “crueles” pensamientos, sus visiones equivocadas, sus erróneas sabidurías y sus propuestas insolentes.
Estas izquierdas sólo consiguen sociedades indignas y sin justicia social, ya que huyen de la armonía de todos los seres y de la naturaleza racional.
Las políticas de izquierda no tienen en consideración la presencia de las expresiones de los pueblos como sujetos de la historia, es decir, consideran a los pueblos como desplazados de su propia soberanía, y creo que verdaderamente no reconocen las esenciales formas de convivencia ni las prácticas solidarias auténticas. Dicho de otra manera, insultan al conocimiento, pasan de las propuestas de las sociedades y no generan viables formas de comunicación.
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