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Valencia, emoción en la tragedia: cómo gestionar las emociones en tiempos de catástrofe

Toda la carga emocional extraordinaria provocada por el desastre habrá que ir gestionándola de manera individual y colectiva en los próximos meses
Redacción
jueves, 7 de noviembre de 2024, 11:45 h (CET)

Rabia, impotencia, indignación, tristeza, pena, frustración, culpa, orgullo, solidaridad, responsabilidad. Todas estas emociones se han desatado ante la tragedia de Valencia entre las víctimas, sus vecinos y entre los millones de personas que han contemplado el desastre a través de los medios y las redes sociales.


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Imagen de Rober Solsona / Europa Press


Es una carga emocional extraordinaria, advierte la psicóloga Pilar Conde, que habrá que ir gestionando de manera individual y colectiva en los próximos meses. La gran pregunta que surge en estos casos es si se puede superar un hecho de tal calibre, en el que se han perdido vidas humanas, los propios hogares y, en muchos casos, los medios de subsistencia. La respuesta de la directora técnica de Clínicas Origen es afirmativa: se puede, a pesar de que “este evento se cataloga desde la psicología, como evento traumático y es probable el desarrollo de estrés agudo reactivo a la situación traumática o estrés postraumático que aparece a las semanas de la experiencia vivida”.


Es factible aprender a convivir con lo sucedido, explica la experta, procesarlo, gestionarlo, pero hay factores que lo pueden facilitar o dificultar, por lo que es preciso levantar alrededor de los afectados un muro de factores de protección. Así como también dependerá de la pérdida que cada persona hayan tenido. Las pérdidas de seres queridos son las de mayor riesgo y mayor dificultad emocional. Para apuntalar, ya en las primeras horas del suceso, el máximo bienestar emocional posible, lo más conveniente es la atención psicológica temprana.


Varios colegios del ramo han habilitado el servicio de manera gratuita, al igual que lo están haciendo las administraciones públicas y los profesionales privados. Entre ellos los de Clínicas Origen, a través de su página web nos ofrecen ayuda psicológica gratuita.


Al margen de estas valiosas vías, Pilar Conde ofrece algunos consejos para amortiguar el impacto emocional de la tragedia. El primero es aceptar la ayuda profesional citada. Si no se tiene acceso a la misma, por dificultades en la comunicación, la recomendación es preguntar a miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad desplazados.


Es importante expresar y validar las emociones, en segundo lugar: hablar del tema, compartir lo sucedido y sentirlo, eso sí, cuando la personas se encuentre preparada para ello.


El apoyo del entorno cercano puede marcar un antes y un después en cuanto al bienestar psicológico actual y futuro de los afectados. Si no se tiene la suerte de tener dicho apoyo, será imprescindible dejarse ayudar de todas las maneras posibles, aceptando el trabajo ajeno y las donaciones. En este sentido, se verá una gran mejora producto de la bondad y solidaridad que se recibe.


Y, por último, sólo cuando se esté preparado habrá que pensar en las opciones que se tiene para reconstruir la vida y empezar a tomar decisiones que encaminen a llevar las riendas de sus nuevas circunstancias.


En el camino, aparecerán sentimientos, pensamientos y emociones tanto negativas como positivas: Ambas son lógicas, sobre todo las primeras. No sólo se están padeciendo unas consecuencias extraordinarias a causa de la riada, sino un sentimiento de abandono hacia los cuidadores, hacia quienes debían haber prevenido y evitado, en la medida de lo posible lo sucedido.


La resiliencia es la clave aquí para afrontar la realidad. Cuando pase el impacto y cese el dolor actual, asegura Pilar Conde, cada persona tendrá que realizar el ejercicio de tratar de asimilar lo que ha pasado y de gestionarlo con el punto de vista más saludable posible.


Otras emociones proceden de los espectadores, de quienes han visto al agua llevarse las vidas de otros. La solidaridad está jugando aquí un papel relevante y la cercanía e inmediatez de las redes sociales se está imponiendo sobre las noticias falsas, el alarmismo y los bulos. La llegada de voluntarios y las donaciones ininterrumpidas “han permitido experimentar orgullo, optimismo y esperanza sobre otras emociones negativas”.


Al respecto, y desde estos centros de psicología y psiquiatría, quieren advertir sobre los sentimientos de culpa que están teniendo muchos ciudadanos anónimos por no poder ayudar. También se está juzgando, advierten, la manera en que lo hacen unos y otros. En este punto es preciso, por el bien de todos, respetar la voluntad y los medios de cada uno, y valorarlo en positivo. Quien puede limpiar, limpia y quien puede aportar bienes materiales, los aporta. El voluntariado y la solidaridad no son exigencias, por lo que, finaliza Conde, “hay que sentirse bien en la manera en la que cada cual ha decidido afrontar esta situación y respetar las opciones ajenas elegidas”.

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Rabia, impotencia, indignación, tristeza, pena, frustración, culpa, orgullo, solidaridad, responsabilidad. Todas estas emociones se han desatado ante la tragedia de Valencia entre las víctimas, sus vecinos y entre los millones de personas que han contemplado el desastre a través de los medios y las redes sociales. Es una carga emocional extraordinaria que será necesario ir gestionando de manera individual y colectiva en los próximos meses. 

Es inevitable que durante el transcurso de la vida no nos sucedan acontecimientos que nos hagan preocuparnos por lo que nos está ocurriendo y por cómo influirá en el futuro o incluso en el mismo presente. Existen personas que son más propensas a disminuir los problemas y otras que los exageran, pero todo depende de la intensidad del problema y de la manera que tengamos de gestionar y proporcionar soluciones.

Los menores expuestos a desastres naturales, como la DANA que ha azotado la provincia de Valencia, pueden desarrollar síntomas de estrés, ansiedad y, en algunos casos, trastorno por estrés postraumático. El ambiente de inseguridad, la incertidumbre que genera la posibilidad de nuevas lluvias y la pérdida de la rutina diaria, afecta especialmente a los más pequeños, quienes aún no tienen las herramientas emocionales necesarias para afrontar eventos de este tipo.


 
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