Manuela Solís Clarás fue una de esas figuras pioneras de las que la historia apenas guarda memoria, pero que marcaron el camino para muchas mujeres. Manuela no solo se atrevió a cruzar esas fronteras, sino que lo hizo con la cabeza bien alta, sabiendo que cada paso que daba no era solo por ella, sino por todas las mujeres que vendrían después.
Fotografía como doctora en medicina y firma autógrafa de Manuela Solís
Nacida en Valencia en 1870, Solís Clarás pertenece a la generación de mujeres que abrió las puertas de la medicina a las mujeres en España, en una época en la que, para ellas, el acceso al conocimiento seguía siendo un privilegio inusual y, a menudo, mal visto.
Fue la primera valenciana en licenciarse en Medicina y una de las primeras en todo el país, siguiendo el ejemplo de valientes como María Elena Maseras y Dolors Aleu. Su historia es la de una mujer que enfrentó obstáculos a cada paso, desde los prejuicios sociales hasta las barreras legales y que aún así logró inscribir su nombre en la historia de la medicina española. un logro que no llegó sin batalla.
Cada día que se presentaba en clase, soportaba miradas de recelo, comentarios susurrados y, en muchos casos, un desprecio apenas disimulado por parte de algunos compañeros y profesores. Pero ella seguía, porque sabía que rendirse no era una opción.
En cuanto a su formación y primeros pasos en medicina, Solís Clarás inició sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, donde, como era habitual en aquel tiempo, se encontró en un entorno completamente masculino y poco acogedor. Las miradas y los comentarios de sus compañeros e incluso de algunos profesores, reflejaban la extrañeza y la resistencia de la sociedad ante una mujer que se atrevía a desafiar las convenciones. A pesar de todo, Manuela no cedió. Con una determinación digna de admiración, completó sus estudios y obtuvo su licenciatura en Medicina en 1896, logrando algo inaudito en su tierra y alcanzando una victoria para todas las mujeres de su generación.
Su carrera médica: dedicación a la ginecología y la salud femenina
Pero Manuela no se conformó solo con el título, quería dedicarse a la ginecología, una rama de la medicina que en aquellos tiempos era aún un campo en desarrollo y en el que no existían muchas voces femeninas, pero ella era consciente de la falta de atención adecuada para las mujeres, de los prejuicios y la desidia que rodeaban a su salud y bienestar.
Su objetivo era claro: quería mejorar la salud de las mujeres, darles una atención médica digna y especializada en un ámbito que, por prejuicio o ignorancia, se consideraba tabú. Al completar su formación, Manuela comenzó a ejercer en Valencia, atendiendo a mujeres en una época en que, para muchas de ellas, la posibilidad de recibir tratamiento especializado era un lujo. En 1896, cuando por fin obtuvo su licenciatura en Medicina, se convirtió en pionera.
Fue, además, una de las primeras mujeres en España en trabajar como profesora de Obstetricia, ofreciendo formación a otras mujeres, tanto futuras enfermeras como médicos, en un intento de multiplicar su impacto. De esta manera, no solo aportaba sus conocimientos y experiencia, sino que también inspiraba a otras mujeres a seguir sus pasos. Y todo ello en una sociedad en que una mujer impartiendo clases de medicina era, en muchos sentidos, una revolución en sí misma.
A pesar de los obstáculos llegó su legado. A pesar de sus logros, Manuela Solís Clarás, como tantas mujeres pioneras de su tiempo, no recibió el reconocimiento que merecía. En una sociedad donde se consideraba que una mujer debía dedicarse al hogar y la familia, su vida profesional fue vista con recelo. Incluso sus colegas la miraban como a una intrusa en un mundo de hombres. Pero ella se mantuvo firme, consciente de que su labor no era solo personal, sino que representaba el avance de todas las mujeres que vendrían después.
Su nombre, hoy casi olvidado, debería ocupar un lugar en la historia de la medicina y de los derechos de las mujeres en España. Fue Manuela Solís Clarás quien rompió moldes, quien demostró que las mujeres también podían y debían tener un papel activo en la medicina. Su vida es un testimonio de perseverancia y vocación, una muestra de cómo, a fuerza de voluntad y trabajo, una persona puede abrir caminos que parecían imposibles. Aunque la historia no le ha otorgado el lugar que merece, su legado sigue vivo en cada mujer que hoy pisa las aulas de medicina o ejerce con libertad una profesión que, en otros tiempos, estuvo prohibida para ellas.
Fue una pionera, una luchadora silenciosa que, sin hacer ruido, cambió para siempre el destino de muchas.
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