Muchas veces pienso en los pensamientos y hechos de los emigrantes españoles que en los años 50, 60 y 70 del pasado siglo XX emigraron a países de América del Sur, o a países europeos como Suiza o Alemania. Estas familias españolas emigraban para trabajar, ya que el trabajo (que dignifica al ser humano) era el motivo de su desplazamiento... ¡Qué importante era esa ilusión de trabajar para la prosperidad de tus seres allegados! Ahora pregunto: los emigrantes de los países que llegan a España en los últimos años... ¿A qué vienen en su mayoría? A recibir ayudas y a vivir sin trabajar.
¡Qué diferencia! A estos que arriban hoy día a España, a la mayoría de ellos, la palabra nostalgia en referencia a lo relacionado con sus países, no les interesa, es más, la borran para implantar sus costumbres en nuestro país. ¡De vergüenza! El idioma les da igual, ellos piensan en eliminar poco a poco el castellano para ir imponiendo el suyo. ¿Y de su cultura? Lo mismo...
A estos emigrantes de hoy convertidos en inmigrantes a su llegada, su país les da igual: luego expresan su falsedad en torneos deportivos internacionales. ¡Con qué semblante, con qué espíritu tan falso afrontan acontecimientos deportivos internacionales! Su manera de ser es su propio engaño hacia su mismo país de origen.
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