Una parte de la izquierda internacional y patria no acaba de asumir la derrota de Kamala Harris y se mantiene en shock, negando esa dura realidad y lejos aún de la fase de aceptación.
Algunos medios, periodistas 'progresistas' y actrices como The Guardian, La Vanguardia, Jamie Lee Courtis, Angels Barceló, Enric Juliana o Antón Losada y, entre otros, casi todos los pañaleros fans de Taylor Swift, han comunicado que se van de X, antes Twitter. Consideran que esa red social es la quintaesencia de la turbo derecha, el odio, el racismo y el fango. En lugar de interesarse por las causas de la derrota de su Kamala y del wokismo en las elecciones, niegan la realidad y buscan el enemigo - Elon Musk- sobre el cual descargan las culpas, acusándolo de manipular el algoritmo para favorecer a Trump y permitir que la la red se llene de fascismo y odio.
Llorar y taparse los ojos mientras buscas un paria al que echarle la culpa de tus frustraciones. Esa parte de izquierda - la más talibana estatista y también la 'wokista' - es tan infantil que nos muestra su rabieta sin pudor, como ese niño que llora desconsolado ante su mamá por no poder comer más chuches.
Elon Musk hizo públicos tiempo atrás los entresijos del algoritmo de X. Todo el mundo pudo ver que está entrenado, como todos, para recomendar a los usuarios sus últimas visitas e intereses demostrados. A su vez, la red desarrolló funciones de verificación, en las que los mismos usuarios podrían aportar pruebas, argumentos contrarios y contexto a post de otros usuarios. Esto no le gusta a esa izquierda que huye, pese a que esta función es clave a la hora de dar contexto a los fríos post.
Sobre la política de moderación, y esto es lo que no soportan los que se van de la red, X solo cancela los post si estos no son legales. Ese es el límite. Musk se niega a censurar - lo de moderar es un eufemismo postmoderno- lo que no sea ilegal. Por eso mismo, la red censura mucho de lo que gobiernos de todo tipo le solicitan; desde Alemania hasta los de dictablandas como Turquía al ser leyes locales.
El algoritmo de X no censura o esconde opiniones de usuarios o bots de 'extrema derecha', como si hacía el Twitter de Dorsey, quién a parte de quitarle la cuenta a Trump, reconoció que censuraba hasta mensajes de humor gráfico e irónico. El antiguo CEO de la red reconoció, arrepentido, ante el Senado de EE.UU, que cedió también a las presiones de la administración Biden para tapar en su red los chanchullos del hijo del presidente en las elecciones de 2020.
Dorsey ha reconocido en su blog que tomó la decisión de bloquear la cuenta de Trump pensando que eso era algo positivo para el negocio y para Twitter, pero que fue "incorrecto para internet y para la sociedad". Quien empezó siendo un defensor total de la libertad de expresión en los inicios de la red en 2006, reconoce que Twitter "se vió arrastrado a la política de moderar contenidos".
Esa izquierda adora la censura, no tolera opiniones y argumentos contrarios, sean estos de mejor o peor gusto o conveniencia. Les gustaba el Twitter de Dorsey por esto. Ahora buscan su cámara de eco, donde solo escucharse a ellos mismos y a todo lo políticamente correcto y conveniente. Ya le han puesto nombre: Bluesky.
Haría bien esa izquierda que huye debería analizar por qué su Kamala perdió. No lo harán, pese a que tienen delante multitud de estudios postelectorales que muestran que los inmigrantes, especialmente y no solo los latinos, y las capas medias y bajas de población, y hasta el electorado más joven, han votado menos a los demócratas que en las pasadas elecciones. La percepción de una parte considerable del electorado es que los demócratas se han escorado esos años mucho a la izquierda, a un wokismo que lo inunda todo. Esa izquierda necesita como el comer menos escapismo de la realidad y más autocrítica, reflexión y moderación (de la de verdad). Por cierto, Trump y los suyos, en otras cosas, también.
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