“Acostumbramos a relacionar a la juventud con la alegría y el deseo de vivir” (Lola García, periodista). La realidad desmiente este aforismo. El contexto social es tan oscuro y retorcido que no facilita que los niños y adolescentes sean felices. Tampoco lo proporciona el entorno familiar tan tóxico en muchos casos. En conjunto se respira un aire tan contaminado que contribuye al incremento de los problemas de salud mental deteriorada por la adicción a los fármacos antidepresivos y ansiolíticos. Los niños y adolescentes se encuentran inmersos en un ambiente de confusión generalizada que no permite encontrar la puerta de salida de emergencia que da acceso a una zona libre de contaminación. La insatisfacción se acentúa. ¿Están los niños y adolescentes condenados a vivir en un ambiente social tan enmarañado y que tantos daños sicológicos produce? Ello depende de la decisión que los afectados tomen.
La Dra. Teresa Vilà dice algo incorrecto según la Sanidad oficial: “La ansiedad se acostumbra a somatizarla con dolor de espalda, mal de cabeza o malestar físico. Y en muchas ocasiones esta dolencia no se soluciona con una pastilla, sino buscando el origen que lo ocasiona y actuando sobre éste”. Si no se actúa directamente sobre sobre la causa que somatiza la ansiedad los trastornos mentales que provoca no desparecerán. Lo que colectivamente no puede conseguirse sí se puede alcanzar individualmente. Normalmente se busca horizontalmente la solución. Si Sanidad no puede solucionar el problema, ¿por qué no se busca corregirlo verticalmente como propone el salmista? “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni dormirá el que te guarda: He aquí no se adormecerá ni dormirá el que guarda Israel. El Señor es tu guardador, el Señor es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. El Señor te guardará de todo mal, Él guardará tu alma. El Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” (Salmo 121: 1-8).
Las relaciones padres/hijos a menudo son tóxicas. Los vínculos del Padre celestial con sus hijos siempre se caracterizan por un amor incondicional. Fíjese el lector la manera como el amor del Padre celestial se manifiesta en la relación con sus hijos: “Y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos os dirige diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por Él, porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo, y si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos, porque, ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si os deja sin disciplina, de la cual todos habéis sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos” (Hebreos 12: 5-8).
Describe al Padre celestial la parábola del hijo pródigo. El hijo abandona la casa paterna para “irse a vivir a una tierra lejana y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente…Y volviendo en sí dijo: Ya no soy digno de ser llamado hijo, hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose vino su padre…Y cuando estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (Lucas 15: 11-32).
Un texto de Proverbios que encaja perfectamente con la parábola del hijo pródigo: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre, porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello (1: 8, 9). El autor de este proverbio presenta al Padre celestial instruyendo a su hijo (¿pródigo?). Realmente todos somos hijos pródigos que en Adán hemos abandonado la casa del Padre celestial para “irnos a una tierra lejana para desperdiciar los bienes para vivir perdidamente”. La adolescencia acostumbra a ser díscola. Es una etapa de crecimiento y de formación en que el hijo cree que lo sabe todo y que puede prescindir de la instrucción paterna. Esta deformación racional se debe al engaño de Satanás que perturbó la mente de Eva: “Sabe Dios que el día que comas (el fruto del árbol prohibido) serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3: 5). Eva comió y la semilla de la insatisfacción se sembro en los corazones de todos los humanos. He aquí la fuente de donde nace la rebeldía de los hijos hacia los padres. Piensan que lo saben todo: el bien y el mal. No necesitan que nadie les enseñe. ¡Craso error!
Los padres “ciertamente por unos pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero Éste (el Padre celestial) para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (Hebreos 12: 10). La finalidad de la instrucción que recibimos del Padre es para hacernos semejantes a Él. “A menudo la disciplina que dan los padres está fuera de lugar lo cual levanta un muro de separación entre padres e hijos lo cual impide que los hijos acudan a los padres en busca de consejo. Este abismo generacional lo aprovecha Satanás, el padre de la mentira para hacerles creer que la vida cristiana es muy aburrida. Según Proverbios 1: 9 la instrucción del Padre celestial es “adorno de gracia será a tu cabeza, y collar a tu cuello”. La voz de Dios lo es todo menos aburrimiento. Nos enseña: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Proverbios 4: 23). Vivir insatisfecho o con gozo permanente depende de un decisión que sólo tú poder hacer. Solo existen dos “influencers” que pueden hace que tu vida sea gozosa o insatisfecha. Jesús que te proporciona gozo permanente. Satanás te mantiene en la insatisfacción. Escoge sabiamente.
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