Dios te bendiga y te cuide siempre que se cumplan todos tus deseos y te ocupes de los otros y ellos se ocupen de ti. Que levantes una escalera hacia las estrellas y subas todos los peldaños y permanezcas, siempre joven.
Bob Dylan
Así reza el inicio de la canción de Bob Dylan Forever Young. La capacidad de la música para ser inaprensible y para generar los efectos más insospechados sobre nuestros sentimientos es algo que, quizá, no tenga explicación.
Escucho de nuevo esos acordes, entre el blues y el folk, una voz desgarrada y reivindicativa y se activan los secretos mecanismos del corazón y del alma. Hay algo que se aviva en mi memoria, en mi retina adormecida, y es la imagen de aquella procesión de jóvenes voluntarios, con sus escobas y sus cubos de fregar al hombro, en dirección hacia el epicentro de la desgracia, hacia Paiporta, Chiva, Aldaia, Pincanya, Sedaví, Benetússer o Alfafar, entre otros pueblos y comarcas por donde pasó el caudal del mal y la destrucción.
Foto de Fillipe Gomes
Es un ejército que se ha movilizado solo. Sin ningún líder populista al frente, tan al uso hoy día. Se han activado a través de las redes sociales, esas mismas que tanto denigramos, como una milicia anárquica de reservistas. La frustración, la ira y la indignación, han sido los únicos toques de corneta escuchados en el silencio de su joven corazón. De entre el barro se oyen eslóganes que surgen naturales. «El pueblo salva al pueblo». Y toda aquella gente que lo ha perdido todo; sus muebles, sus coches, sus negocios, sus casas y hasta sus vidas, los reciben con los brazos abiertos. Son los jóvenes, una generación entera que ha venido desde todos los rincones de España para ayudarlos a salir de ese barrizal, de ese lodo que casi los entierra perpetuamente y en el que habían sido abandonados por los mismos de siempre. Por los políticos que únicamente se preocupan de llegar al poder para colmarse de prebendas y beneficios. De tipos a quienes no les importa demostrar su vergonzante inutilidad y que jamás dimiten. Ni tan siquiera se sonrojan.
Los jóvenes. Nuestros jóvenes, son una generación que no cree en quienes les gobiernan. Que han preferido dar la espalda a esos políticos de bajo calado que llegan al control de las instituciones habiendo hecho carrera al auspicio de unas siglas políticas, sin haber trabajado nunca en nada de provecho y trepando desde el interior de sus organizaciones, agarrados a la maleza que crece gracias a tanta semilla parásita.
Nuestros jóvenes, aquellos a los que se les ha tildado de generación de cristal, resulta que, con palas y escobas, se han bañado en barro, para sacar del lodo a miles de personas abandonadas a su suerte, a su mala suerte, a la nefasta fortuna de tener unos políticos elegidos para la «desgobernanza».
Todos y cada uno de aquellos jóvenes a los que se les ha dado la espalda desde la instituciones políticas y sociales, cerrándoles la puerta a un trabajo digno que les permita salir adelante, a tener acceso a una vivienda porque desde los gobiernos no se ha hecho absolutamente nada en materia de vivienda más que encarecerla y adjudicar licencias para llevarse las oportunas comisiones; todos aquellos jóvenes les han pintado la cara de barro a nuestros dirigentes. A los charlatanes de turno que únicamente se mueven para salir en la foto.
En la juventud se concentra la grandeza de una sociedad. De la humanidad diría, incluso. Porque gracias a su fuerza arrebatadora, a su torrente sanguíneo en continua ebullición, a su coraje ante las injusticias, a su corazón inocente pero limpio, aún queda un pequeño rincón para la dignidad y la solidaridad. Capaces de forjar una escalera hacia las estrellas con peldaños sustentados en el desinterés, en la honestidad. Valores, por otra parte, tan denostados en el momento actual por culpa de unos dirigentes políticos que buscan el cobijo en la corrupción, en enriquecerse a costa del ciudadano, sin ningún sonrojo. Es pavoroso pensarlo, pero así ha sido y así es. La impunidad y la corrupción ha llegado a instalarse cómodamente en una sociedad como la nuestra. Es como si fuera una realidad a la que todos hemos de acostumbrarnos.
Foto de Rahul Chavan
La política está manchada de lodo, pero no del barro arrastrado por el caudal del río desde el Barranco del Poyo. Ese ni les ha tocado la suela de los zapatos. Es otro tipo de lodo. Es un lodo cenagoso, grisáceo, séptico, de cloaca, tanto que los lleva a aprovechar las desgracias para enriquecerse. Y el problema es que el ciudadano ya ni tan siquiera se queja del olor de esa agua estancada porque ha terminado claudicando y aceptándolo. Es un olor que ha invadido sus pulmones y el cerebro prefiere no identificarlo.
Pero cuidado, vividores de lo común y de lo ajeno, porque los jóvenes, la generación de cristal, esa de la que tan poco os preocupáis, os acaba de dar una lección de la que no podéis esconderos tras vuestros lenguajes pervertidos, ni vuestros mítines floridos, ni vuestra hegemonía televisiva, ni tan siquiera tras vuestro séquito de periodistas costaleros. En cualquier momento ese material del que decís que están hechos nuestros jóvenes puede estallar como una lámina de cristal templado y convertirse en miles de esquirlas que pueden servir, tanto para limpiar las calles de los pueblos arrasados por la DANA y salvaros el culo, como para enterraros para siempre en vuestra ciénaga pestilente. En esa misma que vosotros habéis diseñado donde las mentiras parecen verdades y donde la vergüenza se ha convertido en mascarada.
Como dice esa canción de Bob Dylan, Forever Young, en honor a la juventud: «que tus manos siempre estén ocupadas y tus pies siempre ligeros, que siempre tengas fuertes convicciones, cuando soplen vientos de cambio».
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