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Nada nuevo bajo el sol

España lleva nueve años perdiendo población. Una de las razones que aducen para esta falta de nacimientos es que criar a un hijo cuesta mucho dinero
Manuel Villegas
lunes, 30 de diciembre de 2024, 10:27 h (CET)

Sobre la falta de nacimientos humanos, podemos buscar muchas causas, puede que algunas de ellas justifiquen este invierno natal que se extiende sobre todo por la llamada civilización occidental y su estado de bienestar, con lo que se está llegando a una mayor cantidad de población envejecida que invierte la pirámide de la población.


La de España es ya una innegable realidad. En 2023, son los últimos datos, hubo 320.656 nacimientos y 436.124 muertes, el saldo vegetativo -la diferencia entre nacimientos y defunciones- resulta en 115.468 personas menos. Esto sin tener en cuenta el crimen legalizado llamado aborto. En 2023 hubo 103.907, que suponen un aumento del 4,8% respecto al año 2022. Si tomamos la cifra de 2014 este incremento ha sido del 8,7%.


España lleva nueve años perdiendo población como nos indica el porcentaje ut supra. Pendiente descendente y difícil de invertir por el hedonismo reinante. Las parejas prefieren tener una mascota de compañía a una criatura humana.


Una de las razones que aducen para esta falta de nacimientos es que criar a un hijo cuesta mucho dinero. Una simple pregunta a los que dicen eso. ¿Tus padres antes de que nacieras calcularon el coste que les supondrías o se dejaron guiar por el “malvado” deseo de tener un hijo, al que querer y sentirse queridos por él?


Perfectamente se puede argüir que durante un tiempo no tan lejano como la posguerra civil española, en la cual había carencia de las cosas más elementales y necesarias, por la exclusión a que fue sometida España por el resto de los países, no había graves problemas de nacimientos, tanto es así que los nacidos durante ese periodo levantaron el País a partir de los años sesenta del referido siglo.


También esta tendencia se experimenta a nivel mundial, la sociedad alcanza una estabilidad en la que la esperanza de vida aumenta, mientras que los nacimientos disminuyen en una proporción mayor.


Esto no es ni más ni menos que poner en práctica, pero de forma encubierta, el maltusianismo, pero, en contra de esta teoría, la Tierra tiene capacidad para generar recursos suficientes para alimentar a su población.


Respecto a la disminución de nacimientos en España, la información del INE es concluyente, en 2052 habrá un 10% menos de habitantes, de los cuales el 37% será mayor de 64 años, lo que ocasionará la insostenibilidad del estado de bienestar. Grave problema pues no haber gente joven para trabajar y que el país avance. ¿Solución? La inmigración a la cual no debe nadie de oponerse, en tanto sea controlada y en condiciones no solo de salubridad, sino también de seguridad sean satisfactorias.


Los españoles han sido un pueblo de emigrantes. No hablaremos de los que marcharon a “hacer las américas”, desde el siglo XVI, queda ya muy lejos de la actualidad, pero sí podemos referir a los que durante los años 60 y 70 del siglo pasado emigraron a los países centro europeos como Alemania, Holanda, Francia o Suiza.


Fue una emigración ordenada y reglada de tal manera que quienes se desplazaban a esos lugares, habían superado un reconocimiento físico y tener una conducta moral muy buena para que fueran recibidos en ellos.


Una cosa similar a la inmigración a España que admitió Carlos III para poblar las nuevas localidades de la campiña andaluza y creación de las localidades de La Carlota (Córdoba) y de La Carolina (Jaén). Entre otros requisitos que habrían de cumplir había el de ser buenos católicos. Hoy en día sería impensable un esta condición para un inmigrante, pero sí se debe de requerir un informe que garantice su no pertenencia a grupos armados, y un mínimo de salubridad.


Una de las misiones correspondientes a un Estado y su Gobierno es la de proteger las fronteras del país por lo que hay un muy grave problema con los inmigrantes procedentes del continente africano que llegan de distintas formas, sobre todo en pateras, ocasionando grandes dificultades a los puntos a los que arriban. Buena experiencia de ello tienen nuestros compatriotas los canarios.


Respecto a tener una mascota, refiero mi experiencia personal. Cierto día vi a una mujer con un carrito de niño, parada en la acera de la calle, a su lado otra no dejaba de decirle monerías al ocupante de mismo. Me enternecen los niños y sentí satisfacción por ello. Mi sorpresa fue que, al pasar a su lado, dirigí la vista al supuesto “niño”, y lo que vi me llenó de estupor. Era un perro pequeño el que ocupaba el lugar del crío.


Algo parecido dicen que le ocurrió a Cayo Julio César, el vencedor en la Galia. Cuando vio a ciertos extranjeros ricos que llevaban recogidos de forma cariñosa en sus regazos crías de perros y de monos, les preguntó si las mujeres en sus países no parían niños. Censuró así de forma contundente y con autoridad a quienes malgastaban con animales nuestro instinto natural de amor y afección, y que se les debe a los seres humanos.


En verdad no hay nada nuevo bajo el Sol.

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