Icónico y emblemático film La Juventud tuvo lugar en un balneario de auténtico lujo, situado en los Alpes suizos, el lugar ideal donde internarse en busca de un receso. Allí acuden diferentes personalidades, casi todas relacionadas con el mundo artístico (con algunas excepciones, como un Maradona venido a menos o un budista que medita día y noche) para recuperar el encanto que han dejado escapar en sus vidas, desgastadas por un sentimiento de desencanto. Fred Ballinger (Michael Caine) es un aclamado compositor de música ya retirado, que lleva frecuentando el hotel desde hace más de cuarenta años. Esta vez le acompaña su hija (Rachel Weisz) y uno de sus amigos de toda la vida, Mick Boyle (Harvey Keitel), director de cine, quien se encuentra trabajando en la preproducción de su próximo proyecto.
Es un buen lugar para reencontrarse y reflexionar sobre días pasados, recordar momentos y plantear con sinceridad cómo deberían ser sus días venideros, los que queden por delante. Una especie de purgatorio donde redimir los pecados y volver a encontrar el impulso vital. Ambos se encuentran en el final de sus vidas profesionales y comparten achaques que les ha regalado la edad. Youth está llena de sus conversaciones y reflexiones acerca de la finitud de la vida, más como una mirada al pasado que al futuro.
A través de una inteligente retórica y una estética cuidada, Paolo Sorrentino mantiene su sello y pulso filmando tanto exteriores, en ese jardín del Edén suizo, como interiores, donde los personajes se desnudan de manera espiritual. Sorrentino es excesivo, no disimula su gusto por las simetrías, es voluptuoso, casi barroco, y para todos aquellos que consideran sus films como meros ornamentos musicales o videoclips antojadizos por el abuso de la música para enlazar momentos, aquí no solo repite la fórmula sino que, además, consciente de esa crítica recurrente, incorpora de manera expresa un videoclip con motivo de la aparición de una cantante pop en la trama. Su lenguaje se centra en el cruce de miradas, en el desnudo de los cuerpos silentes, en las actitudes que huyen de lo prosaico para conseguir elevar su discurso existencial.
La giovinezza Youth ha sido una de las películas en competición del Festival de Cannes que más críticas confrontadas ha suscitado. Para quien escribe estas líneas, ha significado una de las perlas de esta edición, capaz de erizar la piel con tan solo recordar algunas de sus secuencias.
Ficha técnica:
La giovinezza. Paolo Sorrentino. Italia, 2015.
- Dirección: Paolo Sorrentino
- Guion: Paolo Sorrentino
- Producción: Coproducción Italia-Suiza-Francia-Reino Unido; Indigo Film / Medusa Film / C-Films / Bis Films / Pathé / Number 9 Films
- Fotografía: Luca Bigazzi
- Música: David Lang
- Reparto: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski, Poppy Corby-Tuech, Emilia Jones, Mark Kozelek, Rebecca Calder, Anabel Kutay, Ian Keir Attard
CONSIDERACIONES FINALES:
La Juventud es una reveladora cinta que nos da cuenta de una inédita narrativa de acuerdo con los estereotipos comunes. Este balneario suizo pareciese un asilo de ancianos futurista, como si fuese una fallida novela de ciencia ficción de Ray Bradbury y/o la trama de la novela de Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, en la que los protagonistas aspiran a conquistar una eterna juventud al precio que sea, aún negociando con los espíritus del mal. Más bien, se registra en ese lujoso hotel suizo la convivencia entre diferentes generaciones: niños, niñas, hombres de la tercera edad, un director de orquesta que a primera vista parece jubilado, pero que tiene gran amistad con un director de cine que está empeñado en rodar su última película, una exuberante Miss Universo, y un jugador de fútbol retirado con el tatuaje de Karl Marx.
Más bien, esta película nos abre, como una verdadera pretensión existencial, otros paradigmas de la felicidad que se basan en la conquista de la libertad plena, alcanzada por los adultos en plenitud, que hacen de este paraíso terrenal un oasis de sus vidas finitas, mismas que ya no están hipotecadas por los otros ciudadanos enajenados. En contraste, una recapitulación melancólica y nostálgica de sus éxitos como de sus fracasos, contados por un destacado director de orquesta que se atreve a desairar a un emisario de la Reina Isabel II de Inglaterra para realizar un concierto a su servicio y en su honor, él responde a su propuesta que le es imposible porque esas notas musicales se las dedicó como producciones musicales sencillas a su esposa y tienen cierta exclusividad. Aunque al final este connotado director apareciera dirigiendo una orquesta en el marco de un concierto benéfico realizado en el teatro de la Ópera, abarrotado de un público exigente, aunque no queda precisado si este escenario es en París, Milán y/o Londres.
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