Bajo una lluvia torrencial e inusual, el 20 de enero de 1933, las fuerzas bolivianas lanzaron un asalto al legendario bastión de Nanawa, una palabra que en idioma nativo significa “quebracho blanco”, sólida especie de madera que contribuyó a convertir esa fortaleza en inexpugnable.
Los testimonios describen aquella batalla como una alegoría creada por Edward Monch, representando todo el horror y ruptura espiritual que una guerra puede generar, una pesadilla inquietante, monstruosa y alucinatoria, en medio del ruido de las ametralladoras y truenos lúgubres iluminados por el fuego, silbidos de bombas cayendo del cielo, escribió el capellán Ernesto Pérez Acosta en sus memorias que ofreció al comandante Luis Irrazábal su sotana para huir disfrazado del apocalíptico escenario. El jefe de la quinta división paraguaya rechazó la oferta y años después, siendo embajador de Paraguay en Lima, recordó en una carta humorística aquel dramático episodio de enero de 1933.
Mientras se desarrollaba esta cruenta batalla en el Gran Chaco, el secretario de estado norteamericano Henry Lewis Stimson, expresaba al Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, por intermedio de la embajada de su país en Montevideo, el sincero agradecimiento del gobierno estadounidense por su actitud servicial y cooperativa en el asunto de la disputa entre Paraguay y Bolivia.
Dos días antes de la cruenta batalla en Nanawa, el representante diplomático de Estados Unidos en Uruguay, Butler Wright, había escrito a Stimson desde Montevideo que el Ministro de Relaciones Exteriores uruguayo por iniciativa propia, le había informado que el representante paraguayo ante la Comisión de Neutrales de Washington habìa pasado por Montevideo y le había solicitado la disolución de la Comisión de Neutrales de Washington y el traspaso de responsabilidades a Uruguay.
Alegaba Soler la insatisfacción paraguaya por el resultado de las negociaciones, y afirmaba además que Uruguay como Gobierno representado en la Comisión y también como potencia regional, aunque no contigua, goza de una posición excepcionalmente ventajosa para la cooperación con otras potencias de la zona.
En los documentos oficiales estadounidenses se percibe la sospecha de que la propuesta de Soler es incentivada desde Buenos Aires, pues se consigna que “la actitud de Argentina es pro-paraguaya, que Paraguay probablemente cree que tendría una mejor oportunidad con la participación activa de Argentina”.
Pocos meses más tarde, el subsecretario William Phillips abogará por la disolución de la mentada Comisión de Neutrales, en un documento interno fechado el 9 de junio de 1933, dirigido al presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, en los siguientes términos:
“No queremos tener problemas con Argentina a causa de los intereses estadounidenses en ese país. No tenemos ningún interés en el Chaco”.
“Éste parece ser el momento preciso para que nos retiremos de la Comisión Neutral, porque el nuevo Ministro de Paraguay ha declarado que no tiene instrucciones de discutir con nosotros el asunto del Chaco, y el Ministro de Bolivia ha recibido órdenes de viajar a Ginebra durante un par de meses en relación con el asunto. Por lo tanto, no queda nadie en Washington autorizado para tratar el problema. Creemos que es hora de liquidar la Comisión Neutral y de que Estados Unidos se retire por completo del asunto. ¿Puedo tener su aprobación para esta medida?”.
Roosevelt aceptó tomar la medida de disolver la Comisión, convencido por Phillips de que era una oportunidad para Washington de salir airoso del problema.
Fue así que la disputa por el Chaco entre Bolivia y Paraguay volvió a Ginebra, para ser discutida en la Sociedad de las Naciones, aunque en el mismo documento del 9 de junio de 1933 Phillips puntualiza que “Parece evidente que Argentina no trabajará por el éxito de la comisión de la Liga y, por lo tanto, el fracaso de tales esfuerzos está casi asegurado”.
Así, la Comisión de Neutrales de Washington quedaba disuelta sin pena ni gloria mientras los ejércitos de Paraguay y Bolivia seguían disputando a sangre y fuego posiciones en Nanawa, donde habían chocado ambos beligerantes el 20 de enero.
Era el peor momento para desentenderse de una guerra, pues se encontraba en ciernes la batalla más brutal y sangrienta de la contienda, el segundo asalto boliviano a la fortaleza de quebracho Blanco. LAW
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