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Deshumanización

La cosificación es una triste realidad del mundo actual, aunque también es una constante a lo largo de la historia de la humanidad
José Manuel López García
sábado, 1 de marzo de 2025, 11:31 h (CET)

La cosificación es una triste realidad del mundo actual, aunque también es una constante a lo largo de la historia de la humanidad. La dignidad es un valor irrenunciable que, con la esclavitud antigua y la pobreza, la violencia causada por las guerras y conflictos y la desigualdad e injusticia ha provocado el sufrimiento, a una considerable parte de seres humanos. Es una cuestión que también analiza la filosofía, desde una perspectiva ética y desde otros enfoques, como el antropológico y el de la filosofía social. Ya Bauman, en Modernidad y Holocausto, expresó que la burocracia y la fragmentación de la responsabilidad moral producen una deshumanización global inaceptable. Por ejemplo, en España mueren muchas personas sin recibir la ayuda a la dependencia, porque el procedimiento administrativo y burocrático tarda de promedio un año o más tiempo. El concepto de responsabilidad parece que se diluye en un ambiente social cada vez más relativista y cosificador, en el que parece que todo vale, independientemente de los valores éticos, la verdad y la honestidad. Estamos asistiendo a un cambio civilizatorio acelerado en toda regla, con tintes y efectos muy negativos en la cohesión social, que vuela por los aires. El individualismo extremo, la precarización del trabajo, los contratos basura, la subida de la inflación, el muy difícil acceso a una vivienda digna por parte de los jóvenes y de la mayor parte de las personas y una notable reducción del poder adquisitivo es una triste y trágica realidad para la ciudadanía. Esto es lo que también produce deshumanización y también una sensación de desesperanza.


La explotación del trabajo no es igual que en el siglo XIX, de forma general, pero es cierto que se tiene que controlar la duración de las jornadas laborales, para que no se sobrepase el tiempo de trabajo diario estipulado por la ley. Ya Nietzsche advirtió sobre la instrumentalización del ser humano en las sociedades modernas. Es absolutamente imprescindible el reconocimiento de la importancia del rostro del otro, algo que es lo mismo que darse cuenta de su humanidad y dignidad. El mismo Kant en el siglo XVIII propuso la noción de ser humano como fin en sí mismo, argumentando, de un modo irrebatible, que nunca debía ser tratado como un simple medio. El poder, la tecnología y la economía son herramientas útiles y decisivas, si se emplean bien o, lo que es lo mismo, si se respetan la dignidad y los derechos de las personas, de lo contrario perjudican a los individuos. Es legítimo que exista una fuerte resistencia a la deshumanización, ya que los ciudadanos no son simples números, y se requiere un enfoque filosófico, político y ético, que revalorice la intersubjetividad y la solidaridad, junto con la empatía y compasión.


En las últimas décadas, se ha producido una revolución basada en la digitalización. Además, las nuevas generaciones tienen valores distintos que los de sus predecesores, de forma general, aunque no todos los adolescentes y jóvenes huyen de la responsabilidad, la verdad, el respeto, la bondad y el principio del esfuerzo y el mérito.


Con la Inteligencia Artificial se observa que la tendencia es a que muchas tareas se automaticen, lo que está bien, pero también es preciso poner de manifiesto, que el esfuerzo individual en actividades creativas es esencial y sigue siendo lo característico del ser humano, de su capacidad de invención. Si todo se supedita o subordina a una productividad feroz, los sujetos se convierten, en una especie de máquinas productivas, sin fines ni propósitos y esto es también una forma más de deshumanización.


Vivimos en la época de la posverdad, algo que causa daños reales en la convivencia y potencia, que la mentira se extienda por el ámbito social y también los prejuicios, falsedades y la tergiversación continua de la verdadera realidad existente.


Se pueden imaginar distintos futuros, pero el presente, a pesar de todos los avances tecnológicos y médicos, no parece prometedor, ya que se percibe o siente el inicio del colapso civilizatorio.


De hecho, la crisis social y económica produce inestabilidad social creciente, lo que puede llevar a un cada vez mayor caos, en todos los sentidos pensables e imaginables, lo que puede ser caldo de cultivo de una inaceptable represión política, en algunos países.


El capitalismo de la vigilancia ya se está practicando en bastantes países y cada vez con más intensidad. Existe un derecho a la privacidad y a la libertad de expresión y esto ya se está poniendo en duda o negando, en algunas partes del mundo.


Existe un riesgo evidente de que lleguemos a un planeta dominado por algoritmos y vigilancia masiva, algo que sería catastrófico e indignante para la especie humana. También es posible que, en unos lustros, se inicie un proceso productivo, que basado en la automatización redunde en beneficio de todos, desde una perspectiva económica asegurando el bienestar colectivo. Sería la sociedad postcapitalista.


También puede suceder que se asista a la hibridación humano- máquina, lo que daría lugar a una nueva forma de existencia. En cualquier caso, el destino de nuestra civilización depende de nuestra voluntad, para el logro del mantenimiento de la dignidad y los derechos individuales.

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