Parece que la contra trata de personas sigue en pésimas condiciones. La gravedad del delito y la voracidad con la que algunos actúan pueden hacer creer que se trata de un fenómeno invencible, sin embargo, es posible hacerle frente de manera coordinada, fortaleciendo la cooperación internacional y favoreciendo una cultura que no transija con la explotación de seres humanos. La Iglesia se ha sumado a estos esfuerzos al tiempo que favorece el encuentro directo con las víctimas de trata. El objetivo es contribuir a su recuperación personal y, al mismo tiempo, aprender de su experiencia. Una prevención adecuada necesita del testimonio de las víctimas para ser verdaderamente eficaz.
Pero, sobre todo, la lucha contra la trata necesita sostenerse en la esperanza de que es posible debilitar y contrarrestar los mecanismos criminales y económicos que se benefician de este crimen repugnante.
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