Una de las cosas más increíbles e inverosímiles de hoy día en nuestro país es que el español de siempre ahora es el «otro», es una persona casi sin derechos, es el reflejo de lo que los romanos llamaban «hombre sacer» con «vita nula» (sólo cuerpo), es decir, puros seres humanos sin atributos.
Hoy, la mutua tolerancia y el respeto que deberían regir en la sociedad brillan por su ausencia. Hay quien define la cortesía como «conjunto de costumbres, etiqueta, educación y rituales informales que facilitan nuestra interacción y nos proporcionan un estilo de vida en paz y mutua consideración», pues bien, la desaparición de la cortesía nos hace la vida tan incómoda, insegura y ultrajante, que uno se indigna con la hipocresía social que instaura «tribunales públicos digitales» de una moralidad nauseabunda, porque solo obliga a los otros, o permite libertades agresivas y destructivas en nombre de la «tolerancia» a jóvenes y adultos porque dicen que es una muestra de «libertad», una falsa libertad.
La pregunta clave es: ¿en nombre de qué razón se ha dejado de enseñar y exigir cortesía y buenos modales a los ciudadanos? La verdad es que estoy convencido que todo ello radica en innumerables ocasiones de las ideas de formaciones de izquierdas.
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