No basta que, en ciertas comunidades autónomas, se haya declarado al castellano “non grato”, no sólo en la enseñanza sino, incluso, en lo que es su mismo uso vehicular, sino que en muchos medios de información, en las TV, en los escritos de algunos escritores “avanzados” y “progres”, de personajes que pretenden hacerse notar deformando el idioma y de otros que han tomado como caballo de batalla, el feminizar las palabras del idioma como una cesión más a este feminismo extremista, cuya intransigencia en su lucha contra el sexo contrario, le impulsa a idear toda suerte de barbaridades, con la pretensión de darle un vuelco a la sociedad al efecto de que las mismas injusticias que ellas han venido denunciando en contra de las mujeres, a partir de ahora se les pueda atribuir a ellas, pero en este caso, contra los varones. De lo sublime a lo ridículo, alguien dijo, sólo hay un paso. Y, en el caso de la feminización del idioma, es como confundir el tocino con la velocidad, incurriendo, con semejante majadería, en el más caricaturesco absurdo.
Lo peor es que, aparte de los afeminados, los transexuales, los gays y todos estos personajes que, fuere por tener inclinaciones contrarias al cuerpo del que les ha dotado la naturaleza o fuere por experimentar nuevas sensaciones para satisfacer su libido viciosa; existen otra parte de personas que, tan permisivas se muestran con las andanadas femeninas contra la supuesta tiranía de los hombres ( hoy en día prácticamente inexistente), que no dudan en ponerse de su parte, en traicionar a sus compañeros de género y en convertirse, a modo de eunucos, en alfombrillas vivientes al servicio del colectivo feminista. Y es que, señores, después del “éxito” que tuvo el PSOE en el tema de la cuota de mujeres que introdujo en su gobierno; de los resultados evidentemente mejorables de las actuaciones de las ministras que, sucesivamente fueron ocupando los ministerios de su gobierno y de algunas leyes que salieron de los ministerios de Igualdad, con la señora Adido, o de la propia Leire Pajín, dos nulidades difíciles de superar; no nos queda más remedio que denunciar el sistema como una de las más garrafales meteduras de pata del gobierno del señor Zapatero.
Pero, lo que empezó con una anécdota a cargo de la señor Bibiana Aido, en la que habló de miembros y “miembras” pata diferenciar a los del sexo masculino de las del sexo femenino; da la sensación de que se va extendiendo este tipo de desvarío lingüístico entre aquellos que no viven más que para crear problemas, confundir a la ciudadanía y estropear la gramática, la semántica y la propia ortografía, en lugar de hacer algo útil para la ciudadanía. Han empezado por a puentear a la RAE para erigirse en nuevos monitores de la legua, poniéndose al servicio del extremismo feminista, cometiendo, en nombre de la igualdad hombre–mujer, las más insensatas y desquiciadas tropelías con el lenguaje, empeñados en modificar aquellas palabras, de por sí neutras, para dar a cada una de ellas un sentido masculino y, su contrario, el femenino; olvidándose de que el idioma tiene un género neutro para que, de este forma, no sea necesario identificar por su género una serie de términos anfibológicos, bivalentes o polivalentes, que tanto sirven para el género masculino como para el femenino.
El convertir el lenguaje en un complicado y enrevesado laberinto en el que, a cada paso de la expresión oral o escrita, debamos aclarar por medio de “ellos/ellas” algo que de forma inveterada, a través de los siglos, se ha venido utilizando sin que suscitara problemas de entendimiento ni suspicacias de género; no es más que una de las estupideces en las que, en ocasiones, los extremismos o el sectarismo cerrado, acaban por cometer, si se confunde el sentido común con la obcecación o el absurdo.
Gracias a Dios que, aunque tarde y gracias a que algunos académicos sensatos, como el señor Pérez Reverte, han insistido reiteradamente, la Real Academia de la Lengua ha puesto las cosas en su sitio respecto a este tema que, tan de moda se ha puesto, hasta el punto de que, algunas universidades y no pocos políticos., se han dejado arrastrar por la tendencia. La propia UNED ha caído en la aberración de subvencionar una “guía no sexista” con dinero público. El propio escritor, Pérez Reverte, ha calificado esta práctica feminizante del idioma con las siguientes palabras: “el feminazismo orgánico es un negocio del que trincan pasta muchos” al mismo tiempo que ha arremetido contra aquellos que “saben y callan por miedo a que los tachen de misóginos o machistas” cuando no se los considera “fascistas”. Hay que resaltar que, dentro de la RAE, las propias señoras que forman parte de tan prestigiosa institución, se ha manifestado en contra de tales prácticas, que atacan directamente la pureza del idioma y su belleza.
Lo malo es que, en el colectivo de las féminas, junto a una gran mayoría que defienden los indudables derechos de las mujeres, que han venido luchando para que, a igual mérito y conocimientos, no hay diferencias entre uno y otro sexo pero que, no por ello, renuncian a su rol de mujer y madre; este grupo de feministas amachadas física y sentimentalmente; pretenden que haya vencedores y vencidos, que utilizando la tendencia de los políticos actuales a doblegarse a cualquier exigencia del feminismo, –como si quisieran compensar pasados abusos con cesiones y rendiciones del colectivo masculino por debajo de lo justo y lo natural – pretenden entrar a saco en todos los estamentos profesionales, financieros, políticos, docentes y militares, con la finalidad de expulsar a los varones para suplantarlos en todos los puestos para los que, de antemano, se consideran más capacitadas y con más derechos. Ello les ha llevado a adoptar gestos masculinos, a imitar posturas y hábitos del sexo contrario, a beber y a fumar más los hombres y, si cabe, a ser capaces de insultar, hacer “peinetas” y cortes de manga, con más convencimiento y falta de educación que cualquier gamberro del sexo fuerte.
Evidentemente, como ya decía el escritor francés Albert Guinon (1.863-1.923), en su obra “Remarques autour de la Guerre”, respecto a los nuevos roles de las mujeres, “Cuando las mujeres entran a desempeñar oficios de hombre ¡qué pronto se apropian todos su defectos!”. Y es que, señores, nada hay peor que, en cualquier reivindicación se prescinda de la moderación, de la inteligencia y de la seriedad; sin que, el acudir a extremismo, a actitudes provocativas o a desmesuras sectarias haya nunca reportado beneficios a aquellos que pretenden valerse de ellas para conseguir sus legítimos objetivos. En el PP hemos podido observar el revés de la medalla, en cuanto al tema de las mujeres. El señor Rajoy ha sabido rodearse, no de cupos, no de feministas radicales ni de aquellas mujeres que, por el sólo hecho de serlo, ya tuvieran que llenar un hueco en el gobierno; al contrario, el elenco de mujeres que hoy ocupan cargos de la máxima responsabilidad en el Ejecutivo y en la dirección del partido popular, son un ejemplo de cómo se ha de actuar cuando la exigencia y el acierto son los atributos de un buen gobernante, fuere hombre o mujer. Señoras como Saez de Santamaría, Ana Pastor, Dolores de Cospedal, Ana Mato, Fátima Báñez, o Esperanza Aguirre son el más claro paradigma de lo que debe ser una política, una persona bien formada y con méritos para ocupar con holgura el puesto de responsabilidad al que, cada una de ellas, ha sido asignada. Aquí no ha habido improvisaciones o compromisos endogámicos o cupos igualitarios, no señores, aquí ha habido sólo acierto y talento. O, así lo pienso yo.
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