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La mayoría

La mayoría sabe, pero no lo entiende
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 7 de marzo de 2012, 08:40 h (CET)
La mayoría habla de la crisis, pero nadie sabe nada de ella o no la entiende, o de otro no estaría la situación cada día peor en todo el mundo; la mayoría vota, pero sólo puede hacerlo a una clase política cleptocrática cuya corrupción galopante atesta los juzgados y llena de puntos negros las geografías nacionales y locales; la mayoría se queja del alarmante estatus de desempleo y precariedad laboral que hace inviables a las sociedades, pero aceptan las medidas que toman sus gobiernos, aun cuando éstas sólo conducen a más desempleo y a más precariedad; la mayoría se queja del latrocinio de los bancos, pero dejan en ellos sus ahorros; la mayoría está al tanto de que ya hay hambre en las calles, y a menudo se lamentan de las enormes colas de menesterosos, otrora ciudadanos de clase media, que guardan puesto a las puertas de Cáritas o de las parroquias o de los comedores sociales, pero ven con deleite innumerables programas de alta cocina en la tele; la mayoría habla de lo que sube o baja la bolsa, pero ni invierten en ella, ni saben siquiera qué es o cómo funciona, a pesar de estar ocupando grandes espacio en todo los telediarios; la mayoría tiene miedo a perder su casa por no poder hacer frente a la hipoteca en algún momento de los próximos veinte años, pero ven programas en los que personas con sus capacidades mentales en entredicho se jactan en la tele de las mansiones que habitan; la mayoría sabe sin ningún género de dudas que son los ricos los que han puesto al mundo en la actual tesitura de injusticia, pero todos quieren ser y vivir como ellos; y la mayoría se cree libre, pero habita sin queja una sociedad en la se coartan las libertades más que en rígidas dictaduras, legislando esa clase cleptocrática en el poder todos los aspectos de la vida humana, desde la propia concepción a la forma o no de morir, incluyendo desde los hábitos personales a las formas en que las familias se organizan y desde lo público a lo privado, cual si las personas fuéramos máquinas o rebaño y la vida misma una cuadrícula. Todos sueñan lo que son, en fin, pero nadie lo entiende, que diría Calderón de la Barca.

Y esto es así en lo personal, en lo local, en lo nacional y aún en lo internacional y lo cósmico. La mayoría habla de Siria o Irán, de tropelías o de derechos o no a tener armas nucleares, cuando nadie dispone de información veraz y quienes difunden las informaciones que vienen desde allá no son independientes, ni justos, ni siquiera desinteresados, sino que precisamente provienen de quienes quedarse con las riquezas de aquella región, disponen de armas nucleares y quieren seguir siendo los únicos que puedan dominar el patio común por la fuerza, y son probablemente los instigadores de un conflicto que sólo beneficiará a sus multinacionales de la muerte, poniendo los cadáveres los mismos que hablan y opinan y toman partido; la mayoría habla de estos conflictos por motivos humanitarios, indignándose de supuestas torturas no comprobadas o de tropelías difíciles de creer, iguales o parecidas a otras tropelías que cometieron otros países hoy arrasados por los que las que las denunciaron, que sabemos que no fueron ciertas, pero lo mismo que se muestran comprensivos a que las potencias que arrasaron otros países y establecieron en ellos la ruina y la muerte para muchos años venideros por unas supuestas violaciones de los derechos humanos de algunos que en absoluto están comprobadas por fuentes independientes, ignoran a propia intención que cada día hora mueren 200 niños de hambre, que al año hay casi un millón de vidas que se pierden en algunos lugares recónditos por males insignificantes y fácilmente remediables, que casi cuatro mil millones de almas viven con menos de 1 euro diario y sin agua corriente, y lo aceptan sin rebeldía y no piden intervención alguna contra esa violación de la especie de los derechos humanos de esa gran parte de su propia humanidad. Todos sueñan lo que son, en fin, aunque nadie lo entiende, que diría Calderón de la Barca.

El sistema miente, la flauta encantadora de sus mentiras entontece a las masas y, aturdidas o hipnotizadas, las conduce de un infierno a otro, buscando el mejor despeñadero para sacrificar a la especie. Sus notas se extienden con magnético poder desde las crisis inventadas a las pandemias inexistentes, desde las guerras justas a la insensibilidad comprensible, mientras retiene a las sociedades en una especie de vida suspendida, alimentándolas con una sonda de entretenimientos y falsedades, haciendo lo imposible porque las personas no piensen, no crean, que ignoren que tienen independencia de acción, albedrío, mente propia, alma, capacidad de negar y de rebelarse, de decir ¡basta!, promoviendo por el contrario que estén seguros de que sólo son máquinas de carne sin más posibilidades que la mera supervivencia o el capricho esporádico de un placer liviano u onanista, casual o esporádico, sin contrapartidas, sin esperanzas, sin anhelos más que de la carne. Todos sueñan lo que son, en fin, aunque nadie lo entiende, que diría Calderón de la Barca.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

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