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Ángel Ruiz Cediel
Tribuna de opinión
Ángel Ruiz Cediel
Las democracias mueren al mismo ritmo que se implanta la dictadura financiera mundial
Los ciudadanos están tan desbordados por las ficticias situaciones creadas por el poder, que ya son incapaces no sólo de asombrarse o indignarse, sino de dar respuesta alguna al implacable avance de los advenedizos.
Un juego de las adivinanzas
A una pregunta de examen sobre la libertad en los textos del Arcipreste de Hita, respondía un alumno de los años 70 que “hay quién trabajando se hace rico, pero es más seguro jugar a las quinielas.” Un aserto que bien pudiera ser el manifiesto programático de los sindicatos mayoritarios o la esencia última de los contratos basura que“coyunturalmente” desde hace veinte años instauró inter nos el insigne don Felipe González.
Las estrategias de apropiación ensayadas contra España en el 75, se ponen de moda en el mundo del siglo XXI
Corría el año de gracia de 1975 cuando, promovidos por los norteamericanos y puesto en planta por el rey alauita, una ingente masa de civiles avanzó hacia la provincia española de Sáharacon el objeto de apropiársela. La enfermedad terminal de Franco –aunque en su lecho de muerte dijera: “Guerra a Marruecos”-, añadida a la delicada situación política que vivía España, facultaron posiciones intermedias por parte española como el minado de la frontera con Marruecos y una movilización del Ejército que se resolvió en una retirada vergonzante pero humanitaria, porque nadie, ni los españoles siquiera, hubiéramos visto con buenos ojos que se sacrificaran civiles inocentes por ninguna causa.
No es que pinte mal para el nuevo gobierno que tomará posesión en España, sino que pinta mal para el mundo
Fue Thomas Jefferson que el, con enorme acierto, vaticinó que el mayor peligro de los Estados modernos no se encontraba en los enemigos externos, sino en la Banca, si sucedía que a ésta se la consentía el control de las finanzas. Y, bueno, los problemas que tenemos actualmente, en cierta forma, son una materialización de aquel miedo, hoy cristalizada en los lobbies financieros, además de, por supuesto, la Banca.
La Historia, para cualquiera que la ha estudiado un poco, no tiene mucho que ver con los sucesos reales que se verificaron. Tal vez sea así porque la escriben los vencedores, o tal vez lo sea porque apenas si conocemos algunos hitos, pocos, sobre una sucesión de hechos continuados que se resuelven en lo que somos; pero lo cierto es que todo parecido con el propio devenir humano está basado en presupuestos o conjeturas falsas, débilmente apoyadas en esporádicos hechos constatados.
(...)

Su cabeza hierve, busca un argumento que baje de su pedestal a la mema de Lilith, que la degrade de su puesto de diosa extinta; mas ¿cuál, sin conocerla? Y colige que sus efectos. Es rápida, y a velocidad vertiginosa desmota mil posibilidades poniendo en marcha su máquina lógica y aplicando en pleno todo su talento mientras le abraza afectándose conmovida o de precisar protección..., y lo encuentra:
Pasan el tiempo, años, décadas, siglos, milenios, y el mundo sigue siendo un lugar de placer para unos pocos y de sufrimiento extremo para otros, la gran mayoría; se suceden las formas de Estado, el feudalismo, la dictadura, la democracia, y las sociedades siguen siendo injustas en su esencia y desequilibradas en su forma; se suceden los credos, taoísmo, zoroastrismo, budismo, cristianismo, islamismo, y los hombres no terminan de encontrar a un Dios que les responda o les dé la clave para vivir en paz con sus semejantes; se suceden las ideologías, fascismo, marxismo, leninismo, liberalismo, y los hombres no son capaces de organizarse de una forma armónica y justa, estableciendo la Justicia Social; y se suceden los gobiernos, y, como en con el cuento del palo y la zanahoria, siempre el pueblo llano debe esforzarse en tiempos de crisis y dificultades para volver al tiempo de estabilidad en que el pueblo llano es ignorado, ninguneado y despreciado para que los pocos ricos y una escasa elite de poderosos viva a sus anchas.
En la partida de ajedrez de la reconfiguración mundial que se está llevando a cabo en Oriente Medio, después de haber devorado Occidente los peones de Túnez, Egipto, Libia y Yemen, el jugador occidental movió sus caballos y, tras amenazar la torre de Irán no sólo con el poco creíble informe de la OIEA, sino también con atentados de sus fuerzas especiales dentro del territorio iraní, ha realizado una doble amenaza contra Siria.
La amarga smbra del verdugo es una novela preciosista, una verdadera joya literaria que se sirve de la mayor naturalidad para tratar uno de los temas más escabrosos de la Historia del hombre: la tortura y la muerte.
Algo muy gordo debe estar cociéndose para justificar el apagón informativo que se está verificando en Europa –especialmente en España-, hurtando a la opinión pública la información sobre los trascendentales sucesos que están convulsionando Oriente Medio. Más allá de marear la perdiz los medios de difusión con los resultados electorales y con las cosillas del euro, la bolsa –que a quién carajo le importa- y el valor de la Prima de Riesgo, tanto los periódicos como las televisiones centran su informativos en auténticas pelotudeces, como ferias de tapas, anuncios de alta cocina o si la señora del futbolista de moda hace o no hace tal o cual dieta. Entretanto, a poco se informe uno por medios independientes de otros países que no están alineados con la OTAN o en el meollo del problema –de Latinoamérica o de Internet, por ejemplo- el mundo se encuentra en vísperas de acontecimientos tales que es posible que nos despertemos una mañana de estas con el ulular de sirenas de que estamos encenagados en una guerra de alcance imprevisible.
Los políticos y sus voceros, los opinadores profesionales, suelen mentir habitualmente diciendo que el pueblo español es sabio, que la mayoría siempre tiene razón y barbaridades por el estilo. Soy de los que piensan, por el contrario, que en la masa nunca hubo nada bueno -y mucho menos razón-, que la excelencia es la excepción y no la regla, que las mayorías siempre están equivocadas –ventajas de saber un poquitín de Historia- y que jamás dice la verdad que duele quien vive de la audiencia o el voto, o cortaría al instante sus fuentes de ingresos. Vamos, que mienten a la pata la llana, y punto.
Más allá de congratularme en la parte que me corresponde –que me corresponde, sin duda- por el hundimiento y descalabro del PSOE, quiero felicitar al PP por su victoria, en buena medida obtenida no a causa de lo bien que lo hayan hecho ni nada de eso, sino a lo mal que lo hicieron sus alter-egos políticos, pues que ya se sabe que en España no se vota a favor de alguien sino contra alguno, y recordarles –cosa que de antemano considero inútil, porque son hombres- que no tropiecen en la misma piedra. De hacerlo, ya tenemos el hacha levantada y no va a temblar la mano ni tanto así.
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