Pasan el tiempo, años, décadas, siglos, milenios, y el mundo sigue siendo un lugar de placer para unos pocos y de sufrimiento extremo para otros, la gran mayoría; se suceden las formas de Estado, el feudalismo, la dictadura, la democracia, y las sociedades siguen siendo injustas en su esencia y desequilibradas en su forma; se suceden los credos, taoísmo, zoroastrismo, budismo, cristianismo, islamismo, y los hombres no terminan de encontrar a un Dios que les responda o les dé la clave para vivir en paz con sus semejantes; se suceden las ideologías, fascismo, marxismo, leninismo, liberalismo, y los hombres no son capaces de organizarse de una forma armónica y justa, estableciendo la Justicia Social; y se suceden los gobiernos, y, como en con el cuento del palo y la zanahoria, siempre el pueblo llano debe esforzarse en tiempos de crisis y dificultades para volver al tiempo de estabilidad en que el pueblo llano es ignorado, ninguneado y despreciado para que los pocos ricos y una escasa elite de poderosos viva a sus anchas.