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Gabriel Lanswok
Gabriel Lanswok
Si nos ponemos psicológicos, podríamos dar algunas razones por las que leer es una actividad portentosa para la mente

Existe un miedo visceral, una turbación que se resiste a cualquier sinonimia de la razón y que nos impulsa a intentar transcenderlo, a luchar contra él de manera ilógica y animal. Conductas como el apuro o la ansiedad parten de este profundo miedo. Aprovechar el tiempo dicen algunos; carpe diem dicen los hombres cultos; frases que contienen un sentido, una vida, pero que se malinterpretan en pos del mundo consumista.

El vínculo que se ha forjado con la tecnología está mermando aquellas experiencias reconstruidas en el terreno de lo propio, de lo privado

El domingo anterior, al regresar, nos alistamos y volvimos a salir; unos amigos nos esperaban. El camino estaba despejado y las nubes abiertas auguraban una buena tarde. Almorzamos entre la charla de los temas más variados: educación, espiritualidad y de cómo las estrellas podían ayudar a seducir.

Nos damos cuenta de que pensamos, vivimos y nos posicionamos sobre las voces del mundo

En el silencio grave y silencioso se escucha el impaciente y rígido teclear de los jóvenes que pretenden entablar un diálogo, en su mayoría confundiéndolo con la confrontación, a través de las redes sociales con personas a las que tampoco les importa encontrar una verdad fuera de su propio marco de pensamiento.

Fiarnos de nuestra limitada capacidad de recordar es un error; esperar un día especial para escoger otro camino y cambiar es un error aún mayor

Basta con encontrarnos después de algunos años con alguien para saber que el tiempo lo ha cambiado, ha dejado de ser ese pequeño niño con quien jugábamos en el césped de la infancia, entre los piratas y las tierras sagradas de la imaginación. Además, nosotros también hemos mudado similar a una magnífica serpiente que deja su vieja piel en el polvo del pasado.

Me envuelve una extraña melancolía mientras emergen los recuerdos de viejos textos y páginas desechas en un intento de dejar un pasado que, pese a que en su momento se percibió bondadoso y bueno, ahora, se ha entrelazado con el dolor de una rumiación presente y un deseo futuro; páginas que al ser reescritas una y otra vez su esencia perdieron en la atmósfera del miedo.

Es necesario seguir profundizando en este sustrato más profundo de la realidad humana, los sentimientos y la experiencia más allá de la supervivencia de la vida diurna; en la vigilia intentamos sobrevivir a un mundo lleno de conflictos que pudieran detener nuestro paso, sin embargo, en los sueños del hombre mortal, en aquellos momentos de mayor indefensión, surge la libertad de volar sin alas, de cantar más allá de los límites espacio-temporales de lo real.

Muchos de los que afirman tener la luz del conocimiento caen en el peligro de creer que lo intelectual puede superar las limitaciones con las que la mariposa, que cae en medio de las rosas al salir de su corion despojada, ha nacido, o bien, con mayor narcisismo, negar el inconsciente como parte integral del propio psiquismo y las consecuencias de dormirlo en la idealización de un yo racional.

Me encuentro frente a un símbolo antiguo de origen celta, la piedra a la que va adherida toda su carga simbólica se encuentra dividida y uno de los espirales se halla casi olvidado debido a la erosión propia de la naturaleza; recordé al rozar con mis dedos el círculo infinito que leí por primera vez acerca del trisquel en la leyenda irlandesa de Bride, diosa de la primavera, la fertilidad y el amanecer.

Rondaba, rondaba por el mundo sin ser capaz de ver su reflejo, de ver aquello en los que se había convertido; lo había invadido todo, todo lo que lo rodeaba igual que una carroña en tierra de nadie, en poco tiempo había vuelto todo cenizas. No te confundas; el miedo no es algo etéreo que sin ningún poder de incidencia se va cruzando con gente inmune a él; las emociones se hacen carne.

Hay ciertas fechas y festividades en las cuales se percibe que algo ha cambiado, un pequeño momento en el que existe lo viejo y lo nuevo; en donde el pasado y el futuro se observan de frente; un instante en el que se dejan ciertas cosas, ciertos recuerdos atrás. Al detenernos a pensar en el mistérico resplandor del tiempo, es fácil suponer que en realidad las cosas no son así.

Escribir cartas es ese algo que te hace replantear el tempo, la velocidad de nuestra vida, es aquello que te hace frenar, alejarte de las metas, los propósitos, las redes y la productividad… Un nuevo año ha comenzado, un nuevo año para ir a una velocidad de más disfrute, un continuar más ligero, más libre, más humano.

«¿Y él en qué trabaja?». «Él es bailarín (pintor, o lo que sea)». «Si, si, ya lo sé, ¿pero, en qué trabaja?». Es interesante como hubo un tiempo en donde el arte no se consideraba un trabajo real, similar a ser empleado de un banco, una tienda o ser chef, arte culinario; ahora ese tema, en gran parte, ha sido saldado gracias al surgimiento del internet y las redes sociales.

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