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El tiempo, con un mínimo margen de error, diagnostica la “pérdida de ubicación de las bases del Pescador”: La fe. la motivación y el compromiso. Aquellos años 40-50-60-70, los seminarios y conventos eran “sedes sociales de sueños de juventud”, administradas con dosis de un inmovilismo nacionalista, conocido como “Nacional Catolicismo”.
La Biblia, Josué 24:15 dice: el hombre (nunca citan a la mujer) posee la facultad para obrar según desee, independientemente de si sus decisiones son buenas o malas. Lo hace con la frase «escoged hoy vosotros a quien servir». Pero en la actualidad, sobre todo los de derechas, ultraderecha y elementos que se dicen demócratas de centro; se contradice a como aparece en su libro sagrado. Para ellos la libertad de las personas es relativa.
Observo que en general ha tenido buena aceptación la reciente intervención del Papa en la rama laical de Comunión y Liberación, una de las realidades eclesiales surgidas en el siglo XX y que, como otras, tiene un problema que arranca prácticamente de su fundación: El ejercicio anómalo de la autoridad en el seno de la institución.
Mucho morbo ha creado la renuncia inesperada de Xavier Novell, obispo de Solsona. No es mi propósito unirme al enjambre de comentaristas y tertulianos que especulan sobre los motivos que han llevado a Xavier Novell a renunciar a la sede episcopal de Solsona. El tema de fondo es el celibato obligatorio de la clerecía.
Este dicho nos ha acompañado a los españoles desde chiquititos. Con él nos querían incrustar nuestros mayores que actuásemos siempre según viésemos como lo hacían los que se encontraban en nuestro entorno. Que nunca nos destacásemos ni nos señalásemos por nada, que nos acoplásemos y procediésemos según hacían los demás.
Estoy escribiendo el 9 de agosto fecha en que se celebra la fiesta de Santa Teresa-Benedicta de la Cruz, que el Papa Juan Pablo II canonizó y nombró patrona de Europa. Quizás la Europa con la que soñaba Juan Pablo II no tenga mucho que ver con la que tenemos.
Siento cómo se resquebrajan las ramas de un árbol al que la Iglesia maneja como si fuera un títere. La bandera de una "selección" desintegradora, ondea orgullosa,, bendecida con el agua del Jordán. Fuera, "perdidos" en el arenal de un evangelio manipulado, muchos buscamos la "VERDAD", la integradora... La de CRISTO... Sólo encontramos "pastores utilitarios"... Asambleas de "Jerarcas" reutilizados por políticas contrarias a sus principios.
El título de una noticia resume la condición en que se encuentra hoy la mujer: Acusado de pegar a su pareja después que un vecino escuchase gritos de auxilio. Es un síntoma de que “la sociedad está enferma”, afirma Miguel Llorente, forense y profesor en la Facultad de Medicina en la Universidad de Granada.
Leo en la prensa la “llamativa” situación de la Iglesia en Cataluña. Sin entrar en detalles, ya a disposición de cualquier persona interesada, sí creo oportuna una breve reflexión personal, como católico y como ciudadano español.
Podemos renunciar a manifestarnos católicos o no dejarnos atrapar por el maligno. Podíamos pensar que estamos en un país católico si vemos desfiles procesionales, imágenes, cantos piadosos y música sacra en las calles y los templos, pero no creo que sea verdad. Hay noticias de próximas elecciones, aunque no se sabe cuándo.
Sirve de recordatorio de que Dios existe y que no lo ha instituido para que se dedique al ocio como se ha convertido.
En la misma se celebra la llegada del Espíritu Santo a los miembros de la Iglesia, refugiados y asustados tras la Ascensión de Jesús de Nazaret. Si indagamos en los catecismos de nuestra infancia podemos conocer bastante mejor al Espíritu Santo.
Se ha perdido en la noche de los tiempos, (ya han pasado más de cincuenta años), el día en que mi prójima-próxima y un servidor de ustedes, hicimos profesión de nuestro amor mutuo mediante la lectura de un párrafo del ritual que se sigue en las bodas de la Iglesia Católica.
La voz de alerta la ha dado Manuel Martínez Martínez, Doctor en historia y profesor de la Universidad de Almería, ciudad en la que nació en 1955. Permítanme decir al principio de este comentario, que cuando me desplacé a vivir a Barcelona, desde mi Puerto Real gaditano, con 22 años, mi conocimiento sobre la realidad gitana no iba más allá de la que yo vivía personalmente en el seno de mi familia.
Nuccio Ordine comienza su escrito Paz para el espíritu citando a Federico García Lorca: “No solo de pan vive el hombre. Si yo tuviera hambre, y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, pediría medio pan y un libro”.
Los que acostumbramos a asistir a la misa dominical nos encontramos con la presencia de cientos de niños de alrededor de nueve años, que siguen con atención la misma acompañados por sus padres. El celebrante se esmera en hacerles la celebración más sencilla y adecuada a su edad. Lo cual nos viene muy bien a todos los demás. Hay que hacerse como niños para acercarse al Evangelio.
Desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés son cincuenta días de gloria que al coincidir con la primavera propiciaban ferias y fiestas en tiempos que no sufríamos de ninguna pandemia y había más cristianos con fe.
Cada año al llegar la popular Semana Santa tenemos que refrescar la memoria para pensar de qué manera se tiene que celebrar el recuerdo del sacrificio expiatorio de Jesús para salvar al pueblo de Dios de sus pecados. Jesús estableció la manera de recordar se sacrificio durante la cena que compartió con sus discípulos la noche en que fue detenido, la víspera de su muerte en la cruz. La versión que da del evento el evangelio de Lucas, lo hace así: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió, y les dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado, haced esto en memoria de mí. De igual manera, después de haber comido, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22: 19, 20).
El año pasado recibí una invitación un tanto desusada: el compromiso de rezar por un político. Contesté que lo haría y di el nombre del político que elegí. He tratado todos los días de incluir a tal persona en mis oraciones.
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