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La experiencia que vamos cogiendo día a día en pandemia, pese a no ser científica ni especialista en nada, en lo concerniente a sus múltiples aspectos de epidemia, me hace reflexionar de nuevo, me hace volver al tema del que todos hablan, del que he hablado en mi último año escribiendo aquí, en cada quincena, al tema que no debía haber dejado, porque el contagio nos va moldeando, va sacando lo peor de nosotros mismos, nos lleva a la preocupación que se hace perenne.
Ya ha empezado el 2022 y nos estrenamos con una nueva variante del virus, no, no me refiero a Ómicron, que esa ya está pasada de moda, me refiero a una variante que acaban de descubrir que es una fiesta entre la gripe y el covid. ¡Yujuuuu! ¡Empezamos de estreno! Y aún hay gente que no se quiere poner la vacuna, yo no lo entiendo, pero tampoco entiendo a los que huyen de esa gente, ¡si los que deberían huir son ellos!
Todos esperábamos que el año 2021 iba a ser el de la liberación de la pandemia. El grupo de inexpertos que nos han estado machacando con sus falsos augurios desde marzo del 2020, ha conseguido ilusionarnos y defraudarnos a partes iguales ante su incapacidad de trazarnos un futuro esperanzador y con datos fidedignos. No han acertado ni una.
Es probable que se declare una cuarentena en Inglaterra, como acontece en otros países europeos. En la semana previa a navidad una de cada 25 personas en Inglaterra contrajeron el coronavirus y se dieron más de 2,3 millones de casos de COVID en todo UK, un alza de más del 50% más con respecto a la semana anterior.
En la presente nota intentaremos ofrecer una reflexión en torno a un absurdo garrafal que atraviesa nuestra cotidianidad desde tantos puntos de vista que es ridículamente tosco siquiera escuchar en nuestro tiempo algo que tenga que ver con un anclaje empírico con una realidad tácita que nos interpela completamente.
Bueno, pues ya se va el 2021, un año en el que la pandemia de la Covid19 nos ha acompañado de manera intermitente pero siempre presente, hasta el extremo de que cerramos el ciclo anual con la mayor tasa de contagios desde el inicio de esta crisis sanitaria y de salud que ya ha supuesto la muerte conocida de más de 85.000 personas en nuestro país.
Este año, de nuevo, las Navidades están siendo diferentes con el aumento de la variante ómicron y la gran cantidad de contagios y contactos estrechos entre nuestros seres queridos. Por eso, no es de extrañar que muchos no se hayan podido sentar a la mesa con sus familias y amigos y hayan tenido que cancelar sus viajes. La Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), recuerda a los ciudadanos sus derechos ante la cancelación de un viaje en estas fechas.
Algunos tomamos a la poesía como nuestra trinchera y atalaya desde donde le hemos puesto el pecho a lo que venga. Refugiarnos en la poesía nos ha permitido experimentar su poder terapéutico, su consistencia para el establecimiento de puentes intergeneracionales, interculturales e internacionales; su valor social, su transversalidad en el arte, su cimiente filosófica y los procesos autopoiéticos.
No recuerdo unas Navidades como las presentes. En mi familia las hemos vivido en una especie de autoconfinamiento. Alguno de sus miembros está padeciendo las consecuencias del contagio del “bicho” y esta circunstancia ha tirado por la borda todos los planes para la celebración de las fiestas navideñas “como Dios manda”. Aunque este año nos las ha enviado “mandando de otra manera”. Ya vendrán tiempos mejores.
“Nadie veía venir esto. Nadie en todo el mundo. ¿Quién lo vio venir?”. El presidente Joe Biden utilizó estas palabras para referirse a la irrupción de la variante ómicron del Covid-19. De hecho, mucha gente la vio venir. Especialistas de la salud y activistas de todo el mundo han estado advirtiendo durante más de un año que mientras gran parte de la población mundial permanezca sin vacunarse, es seguro que variantes más agresivas del virus persistan y se desarrollen.
A lo largo de los casi dos años transcurridos desde que descubrieron la presencia del virus Covid-19 en nuestro país, se han venido produciendo diversas alternativas en nuestro ánimo. Desde los sanitarios, los investigadores, los políticos y los medios de difusión se han enviado constantemente mensajes. Unos de ánimo, otros de esperanza y, los más, de advertencias contradictorias nacidas de la ignorancia, el autobombo y las ganas de “empreñar”.
Les tuve que contar la historia, esa es la misión. Veamos. Los hermafroditas siempre son capaces de reproducirse, mientras que algunos intersexuales no siempre son capaces de reproducirse y pueden ser infértiles. El coronavirus es hermafrodita, se reproduce por si solo, y se presume, que, desafortunadamente nunca va a desaparecer, es pariente (s) del espíritu y la muerte. El coronavirus se entierra solo.
Todos hemos vivido en nuestra vida, a consecuencia de la vacunación, nuestro primer contacto con las dichosas agujas con las que nos amenazaba el personal sanitario. En mi lejana infancia se estaba comenzado a poner en marcha el calendario de la vacunación. Aún recuerdo con pavor la llegada del “practicante” a la casa a fin de vacunarnos.
El segundo año de pandemia ha empeorado de manera generalizada las tasas de supervivencia empresarial. Esta es una de las conclusiones del último estudio realizado por Iberinform sobre longevidad empresarial, que analiza cada año la mortalidad de los proyectos empresariales. El deterioro se percibe especialmente entre las empresas con una antigüedad de entre cuatro y ocho años que han tenido que atravesar las abruptas caídas de facturación generadas por la pandemia.
Admitiendo la diversidad de formas de pensar como un rasgo natural de los humanos, las actuaciones diarias se producen con claras influencias comunitarias. Este carácter plural exige la consideración de las proposiciones absurdas cargadas de actuaciones antojadizas sin requerimientos ajenos.
Dicen que la vida es una serie de sorpresas. Imprevistas, predecibles o incluso premeditadas, nos marcan un camino confuso a causa de vaivenes sociopolíticos. Curtidos en sorpresas infames, las positivas nos conducen al escepticismo. Fascinación por ser los primeros en recibir las ayudas europeas, a la par que consternación por la posible incapacidad de ejecución de los mismos. No se extrañen, somos reincidentes.
La meiga gallega del Gobierno pierde tornillos a su paso. Muy torpes tienen que ser quienes votan en las encuestas para que este personaje traicionero quede en primer lugar. Claro que, eso pasa porque los otros, por quienes también se pregunta, son burdos personajes políticos, sin importancia, carisma ni prestigio, aunque sean líderes de otros partidos.
La desigualdad que durante mucho tiempo alimentó la epidemia del sida aún existe y trae consecuencias funestas, particularmente para los pueblos del sur de África. La persistencia y los impactos enormemente desiguales de esta epidemia aún vigente sirven como advertencia frente a la incipiente circulación de la nueva variante ómicron del virus de la COVID-19 por el mundo.
La enfermedad de la Covid-19 acabó con la vida de millones de personas en todo el mundo y paralizó la realización de eventos públicos y masivos que se realizaban como entretenimiento. Sin embargo, con las medidas de seguridad sanitarias adecuadas y la vacunación efectiva de la población, estas actividades sociales han comenzado a reactivarse.
Un día una pandemia viral se extendió por todo el orbe, algo impredecible que se escapaba a la miope visión que únicamente podían esbozar los ojos ante hechos que se escapaban de los parámetros conocidos e inevitablemente, la sociedad recurrió al “efecto mariposa” para intentar explicar la vertiginosa conjunción de fuerzas centrípetas y centrífugas que iban configurando el puzzle inconexo del caos ordenado que se estaba gestando.
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