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Cuesta concebir, después del camino recorrido hasta ahora, que no tengamos aún aprendida la lección de relaciones y vínculos. Para ningún ser humano es saludable esta atmósfera tenebrosa, con su ciclo de venganzas y de derramamiento de sangre. Sea como fuere, hemos de tener claro, que no podemos continuar en conflicto permanente.
Con más de mil firmantes ya, desde personalidades, profesionales de todo tipo, organizaciones y firmas ciudadanas en general, el manifiesto ‘Hay que para la guerra’ se publica mañana en el periódico El País, con dos páginas de publicidad, que han sido financiadas entre todos los firmantes con pequeñas aportaciones, para exigir que se detengan los bombardeos sobre Gaza de forma inmediata.
No hay mayor bien para la humanidad que la justicia, la libertad y la verdadera paz. Es notable en este siglo XXI encontrarnos en una sociedad envenenada por el odio, inclinada al mal por el afán del poder, dinero y placer, por lo que el hombre se ha vuelto capaz de torturar, así como asesinar a su hermano despiadadamente.
Nada se entiende sin amor, será el modo de abrazar la paz y de resplandecer armónicamente de manera auténtica, cuestión más que requerida en estos tiempos de confusión y simulación permanente. Parece que nos hubiésemos globalizado para martirizarnos entre sí, en lugar de hermanarnos, de engrandecernos como familia y generar moradas con un símbolo de esperanza.
La gran causa de la paz entre los pueblos ha perdido energía y, con urgencia, debemos injertar dosis de entendimiento en el corazón de todos los humanos. En efecto, tan importante como el pan diario es trabajar por calmar las bravuras y garantizar que lo que se ha alcanzado hasta el momento, continúe bajo el paraguas del sosiego y resulte sostenible en nuestros propios interiores.
Si bien lo que estamos viviendo en estos momentos globales de conflictos de extrema gravedad y no menos riesgo y si tenemos en cuenta que la defensa y la seguridad internacional forma parte de una complicada estabilidad dentro del sistema internacional. Una realidad no ajena a las guerras, conflictos que se están desarrollando en la actualidad en el mundo.
Los pueblos necesitan parar las guerras porque necesitan la paz para vivir. Ahora mismo, el pueblo palestino necesita parar la guerra, lleva muchos años sufriendo la muerte del Estado israelí. El pueblo israelí necesita parar la guerra, porque es inocente de la larga muerte del Estado israelí contra la vida del pueblo palestino.
Es una realidad que a veces no se nota, pero está como satanás detrás esperando turno para actuar, y se llama fanatismo. El que se viste de miles formas: de saco y corbata, de obrero, de campesino, de político, de buena gente, etc., y se desplaza en muchos rumbos y subterfugios solapados, y eso es peligroso en estos tiempos modernos para las sociedades, gobiernos, desarrollo y bienestar común para todos.
“La religión tiene que ser algo íntimo y personal. Cuando invade el espacio público, se puede desatar la guerra” (Joann Sfar, dibujante francés de cómics). Teme, sobre todo la manera en que la religión puede condicionar la educación “teniendo la clase de democracias débiles que tenemos en Europa”.
No hay mejor ruta que la de hacer el camino existencial unidos, es la orientación debida y la mayor concreción para conseguir realidades colectivas. Desde luego, estar juntos armoniza y embellece. Personalmente, lo descubrí en uno de los pregones que ofrecí en la mística localidad hispana de Torre de Juan Abad, ante una multitud de gentes, caracterizadas por su entrega de corazón.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, participará en la cumbre del G7 de este año, que tiene en el centro de su agenda la guerra de Rusia en Ucrania y las amenazas del presidente Vladimir Putin de emplear armas nucleares en ese país. El G7 está compuesto por Japón, Italia, Canadá, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania. Durante un corto lapso de tiempo, Rusia formó parte del grupo, que pasó a llamarse en ese entonces G8.
Soy de la opinión de que los andaluces hemos heredado mucho del sentido filosófico de nuestro antepasado Lucio Anneo Séneca. Acostumbrarnos a emitir sentencias determinantes sin apenas darles importancia. En un espacio televisivo reciente tuve la oportunidad de escuchar a una cantante, muy valorada por mí, una de ellas.
Para establecer una reseña sobre la canción “Un himno para el mundo”, se juega con unos conceptos a raíz de la base de un poema creado por la poeta, artista y compositora costarricense Ligia Calderón Valerín adaptado de manera musical con armonía a través de arreglos de Teresa Mascarenhas y la voz de su esposo John Mascarenhas, en el cual ambos le dan forma para establecer un maravilloso himno a la paz, al sosiego, a la estabilidad, al perdón...
Como ciudadano de a pie, finalizando 2022, fatídico año para la convivencia, pediría, como muestra de señal “inteligente”, que se pudieran formar “mesas de diálogo social”, con temarios exclusivamente centrados en la historia de nuestra sociedad, con objetividad intelectual, seria y honrada.
Todos los años una gran parte de la humanidad ilumina de una forma extraordinaria las calles y plazas de sus pueblos y ciudades huyendo de la oscuridad de la noche para acercarse a la luz que proyecta la alegría de una buena nueva: el nacimiento del niño Dios.
Alguna vez siento ganas de gritar y siempre lloro de pena, hoy dormí 4 horas en la tarde que me hacían falta, me hicieron bien, lo sé, me reanimaron...
Cuando ustedes lean el presente artículo, ya se sabrá el resultado del partido final de la Copa mundial que se realiza en Qatar organizado por la FIFA. Unos celebrando la victoria y otros llorando no haber podido hacer lo deseado para evitar la derrota. Hoy, la mayoría en el mundo con gran expectación espera una final grandiosa.
Todo ser humano sueña con un mundo más equitativo y solidario, con unas condiciones de vida dignas y una armónica convivencia que active las relaciones entre las personas. Sin embargo, con demasiada frecuencia no sucede así. Por eso, el buen talante y la disponibilidad hacia las compasivas acciones, acrecienta el entusiasmo y nos llena de vida.
"Durante la perestroika, todo el mundo tenía ideas semejantes. La glasnost trajo la libertad de expresión y el pensamiento libre y eso era vital para la sociedad soviética después de décadas de terror en donde se mataba y se capturaba a las personas para trasladarlas a los gulag. No se podía hablar".
Debiéramos estar más en disposición responsable; sobre todo, para repensar los modelos de crecimiento y desarrollo económico que nos han llevado a una degradación ambiental y a que la población, en su conjunto, no se ponga al servicio de la persona humana.
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