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Una de las antífonas que el ritual católico conserva para la ceremonia del Jueves Santo es "Ubi charitas et amor deus ibi est". En Español: "Donde hay caridad y amor allí está Dios", pero dado el caso de que caridad y amor, en la lengua latina tienen acepciones idénticas, me he tomado la libertad de sustituir la palabra 'charitas' por 'pax'.
El sábado 24 de Diciembre de 1932, mientras seguían las operaciones en Saavedra y los aprestos para resistir en Nanawa cuando el día de Nochebuena sorprendió a la guerra. Cuando indicaba que los batallones y regimientos pasarían navidad en medio del estridor de las armas y bajo fuego enemigo, llegó de ultramar un pedido inapelable para aquel tiempo.
La paz no es simplemente la ausencia de guerra. Interpretarlo así es un error en el que caen muchos pacifistas. Dado que la guerra es un instrumento de la política, oponerse a la guerra es tener que oponerse a una determinada política. No hay paces en el vacío, ni un piloto automático que las dirija. Al decir política nos referimos a la real, no a frases altisonantes que ocultan la verdad.
Tenemos que estar abiertos para ofrecernos, no se puede encerrar uno en sí mismo, necesitamos vivir para los demás antes que para sí, porque es como se alcanza el bienestar y la realización personal. Con esta actitud interior, de entrega y generosidad, avanzamos hacia la concordia.
Abramos nuestro corazón en este mes dicembrino y siempre, para que prospere la paz, en nuestra Nicaragua y en el orbe, pues, guerra o desorden social no se quiere, ni que ardamos en llamas. ¿Qué se lograría con eso? Por supuesto que nada. Ladrar de lejos es bien fácil.
Cuando se encuentra un sentido al sufrimiento, ya se deja de sufrir desde el alma. Con la paz y armonía en el nivel más profundo del ser, el alma experimenta un estado que trasciende el sufrimiento. No me refiero aquí al dolor físico, que hay que procurar quitar, sino a ese pesar causado por algo que nos desagrada.
La humanidad quiere paz, no guerra. Las grandezas de la cotidianidad (vida) no está en admitir o proliferar el odio, la venganza, guerras, indisponer a las personas sin justificada razón, solamente para, como lo dice el adagio: "matar para sobrevivir". Inmiscuirse en esa hazaña no es de persona inteligente.
Más de un centenar de miembros de las Comunidades Cristianas Populares (CCP) del Estado Español, procedentes de Albacete, Andalucía, Aragón, Cataluña, Galicia, Logroño, Madrid, Murcia, Valencia y Valladolid, tras su XVII Encuentro Estatal celebrado en Lliria (Valencia) del 17 al 19 de noviembre de 2023 bajo el lema “Las causas que han dado y siguen dando sentido a nuestras vidas” queremos comunicar, públicamente, algunas de sus reflexiones y conclusiones.
El conocimiento propio, sin ser la única fuente de paz, puede desempeñar un papel esencial: somos imagen de Dios, llevamos una chispa divina en nuestro interior, y la autoconciencia es una comprensión de amor que abarca emociones, pensamientos, valores, creencias y comportamientos. Cuando sabemos vivir desde nuestra interioridad, ni siquiera las desgracias nos pueden quitar la paz interior.
La serenidad nos llama a la puerta del corazón. Tenemos que aprender a no malgastar la energía, que nos hace renacer cada día. Este instante, quizá sea el intervalo justo, para desenredar todos los nudos que nos ahogan. El gozo no radica tanto en lo que se ha vivido, sino en lo que se ha meditado como un acto de rescate y de liberación personal. En efecto, más allá de la vida presente, está el entusiasmo por rehacerse y hacer camino, por enternecernos y ser poesía.
Cuesta concebir, después del camino recorrido hasta ahora, que no tengamos aún aprendida la lección de relaciones y vínculos. Para ningún ser humano es saludable esta atmósfera tenebrosa, con su ciclo de venganzas y de derramamiento de sangre. Sea como fuere, hemos de tener claro, que no podemos continuar en conflicto permanente.
Con más de mil firmantes ya, desde personalidades, profesionales de todo tipo, organizaciones y firmas ciudadanas en general, el manifiesto ‘Hay que para la guerra’ se publica mañana en el periódico El País, con dos páginas de publicidad, que han sido financiadas entre todos los firmantes con pequeñas aportaciones, para exigir que se detengan los bombardeos sobre Gaza de forma inmediata.
No hay mayor bien para la humanidad que la justicia, la libertad y la verdadera paz. Es notable en este siglo XXI encontrarnos en una sociedad envenenada por el odio, inclinada al mal por el afán del poder, dinero y placer, por lo que el hombre se ha vuelto capaz de torturar, así como asesinar a su hermano despiadadamente.
Nada se entiende sin amor, será el modo de abrazar la paz y de resplandecer armónicamente de manera auténtica, cuestión más que requerida en estos tiempos de confusión y simulación permanente. Parece que nos hubiésemos globalizado para martirizarnos entre sí, en lugar de hermanarnos, de engrandecernos como familia y generar moradas con un símbolo de esperanza.
La gran causa de la paz entre los pueblos ha perdido energía y, con urgencia, debemos injertar dosis de entendimiento en el corazón de todos los humanos. En efecto, tan importante como el pan diario es trabajar por calmar las bravuras y garantizar que lo que se ha alcanzado hasta el momento, continúe bajo el paraguas del sosiego y resulte sostenible en nuestros propios interiores.
Si bien lo que estamos viviendo en estos momentos globales de conflictos de extrema gravedad y no menos riesgo y si tenemos en cuenta que la defensa y la seguridad internacional forma parte de una complicada estabilidad dentro del sistema internacional. Una realidad no ajena a las guerras, conflictos que se están desarrollando en la actualidad en el mundo.
Los pueblos necesitan parar las guerras porque necesitan la paz para vivir. Ahora mismo, el pueblo palestino necesita parar la guerra, lleva muchos años sufriendo la muerte del Estado israelí. El pueblo israelí necesita parar la guerra, porque es inocente de la larga muerte del Estado israelí contra la vida del pueblo palestino.
Es una realidad que a veces no se nota, pero está como satanás detrás esperando turno para actuar, y se llama fanatismo. El que se viste de miles formas: de saco y corbata, de obrero, de campesino, de político, de buena gente, etc., y se desplaza en muchos rumbos y subterfugios solapados, y eso es peligroso en estos tiempos modernos para las sociedades, gobiernos, desarrollo y bienestar común para todos.
“La religión tiene que ser algo íntimo y personal. Cuando invade el espacio público, se puede desatar la guerra” (Joann Sfar, dibujante francés de cómics). Teme, sobre todo la manera en que la religión puede condicionar la educación “teniendo la clase de democracias débiles que tenemos en Europa”.
No hay mejor ruta que la de hacer el camino existencial unidos, es la orientación debida y la mayor concreción para conseguir realidades colectivas. Desde luego, estar juntos armoniza y embellece. Personalmente, lo descubrí en uno de los pregones que ofrecí en la mística localidad hispana de Torre de Juan Abad, ante una multitud de gentes, caracterizadas por su entrega de corazón.
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