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Todos en algún momento de nuestra vida nos sentimos aturdidos por algún tipo de miedo, muchos de ellos superficiales como consecuencia, a veces, de experiencias previas que hemos vivido pero que no tienen por qué volverse a repetir, y otros que pueden influir emocionalmente y que nos pueden llegar a paralizar de forma drástica.
Para muchas personas el trabajo es más que una fuente de ingresos. Cuando se invierte un excesivo tiempo y esfuerzo en las tareas laborales y existe desinterés por otras actividades, como el ocio, la familia, el deporte o los amigos, podríamos estar ante un caso de adicción al trabajo. Este fenómeno cada vez afecta a más individuos y el hecho de que esté socialmente aceptado impide, en muchas ocasiones, ponerle remedio.
En todas las relaciones sociales que con el tiempo acaban siendo más íntimas, los comienzos suelen ser fáciles porque existe una motivación que hace que eso prospere, que vaya avanzando porque el interés emocional es mutuo por ambas partes. Y esto es aplicable para amistades o parejas. En todas ellas, es imprescindible que haya reciprocidad, que exista una conexión que funcione como la gasolina de un automóvil que propicia que día tras día se mueva y circule.
La tristeza es una emoción humana común y natural. Todos pasamos por momentos difíciles en la vida, y en esos momentos, tener el apoyo de amigos y seres queridos puede marcar la diferencia. Cuando un amigo está triste, es natural querer ayudar, pero a menudo nos enfrentamos a la dificultad de no encontrar las palabras adecuadas para reconfortarlos.
En algunas ocasiones, tenemos momentos o situaciones estresantes que hacen que perdamos el control de nuestra vida. Es en esos instantes, cuando nos empezamos a poner nerviosos, es cuando lo que creíamos que estaba bajo nuestras riendas, de repente, salta en mil pedazos. Nuestra estabilidad pasa a una fase de no saber qué va a suceder y en donde las emociones y sensaciones se alternan de forma brusca debido a ese estado de ansiedad.
En nuestro día a día nos relacionamos con muchas personas. Generalmente, aquellos que nos influyen más, serán los que conformen nuestra familia, amigos o pareja. Será con ellos con los que nos sintamos más cómodos para mostrarnos tal y como somos, pero pudiera suceder que, a veces, la sinceridad pueda sobrepasar determinados límites o la propia confianza excederse de unos rangos y dar lugar a ciertos problemas personales.
Somos seres de rutinas y estamos acostumbrados a realizar las mismas actividades día tras día o en su defecto, similares. Conocemos los lugares por los que transitamos de forma habitual, nos relacionamos con personas afines a nosotros y los trayectos suelen repetirse en el tiempo. Es decir, nos sentimos seguros en nuestro círculo de relaciones y de todo lo que tenga que ver con el entorno que nos rodea.
Tenemos la idea de que trabajar supone un esfuerzo que, a final de mes, vemos recompensado. Esto es algo que todo el mundo sabe. Ya sean más o menos horas pero ahí está la constancia diaria y nadie pone en duda que, a pesar de que se trate de un empleo mejor o peor, pero a fin de cuentas, es un trabajo.
Cuando somos pequeños nos enseñan ideas y discursos, en los cuales nos animan a hincar codos en el futuro. Eso es algo que se evidencia con la típica pregunta que se les hace a los niños de qué quieren estudiar el día de mañana. Muchos dirán que astronautas, otros periodistas y multitud de ellos, por desgracia, influencers. Y es que estas respuestas han ido variando a lo largo de las generaciones y todo ello, marcado por la sociedad en la que se están desarrollando.
Cuando nos referimos a los deportistas, tendemos a pensar en el dinero que tienen, en la gratificación de convertir el deporte en un trabajo o en sus vidas lujosas. Sin embargo, rara vez reflexionamos sobre la presión constante que enfrentan a diario. En este sentido, según un estudio de investigación elaborado por un conjunto de investigadores a nivel mundial, entre el 19% y el 34% de los deportistas en activo muestran síntomas propios de trastornos de salud mental.
Cuando uno inicia una relación nunca piensa en el punto final, ya que al comienzo todo es maravilloso. Es una sensación de bienestar absoluta donde dos personas, la mayoría de las veces, se están conociendo y dan lo mejor de cada uno de ellos. Algunos pensarán que es fingir, mientras que otros, dirán que es para presentar su cara más amable, pero en ambos casos es cierto, que con el paso del tiempo, esas máscaras se caen para dar lugar a otras facetas más reales.
En realidad se llaman “prácticas afectivas muy poco responsables” y detrás de ellas se pueden esconder problemas de salud mental, trastornos de personalidad y baja autoestima. Las redes sociales han hecho proliferar estos anglicismos, pero también se han convertido en aliadas para visibilizar, desestigmatizar y combatir la discriminación. La generación Z está ayudando a dar más voz a este tipo de situaciones.
Existen épocas en nuestra vida que, debido a los acontecimientos, dormiremos menos porque nos influirán aquellos sucesos que tienen lugar en el día a día. Generalmente, suelen ser casos puntuales que acaparan algunas semanas, o incluso meses, pero que con el tiempo se acaban solucionando. No les daremos importancia porque, además, según nos afecten las cosas podremos resolverlo con más o menos rapidez.
A medida que vamos adquiriendo responsabilidades, vamos añadiendo cargas a nuestra vida. Y eso, supone crecer. Existen unas etapas vitales en las cuales no tenemos ningún tipo de preocupación porque nuestro sustento o realidad cae en otras personas, pero cuando nos vamos haciendo adultos, esto cambia por completo.
La teoría de las etapas del duelo fue propuesta por Elisabeth Kübler-Ross en 1969 y hemos visto las dos primeras, ahora veremos la tercera, la negociación. Estas etapas describen muy bien las diversas reacciones emocionales que las personas experimentan cuando enfrentan la pérdida de un ser querido o se enfrentan a situaciones difíciles, pero ni todas las personas pasan por todas las etapas, ni en ese orden ni pueden delimitarse en el tiempo, sino que pueden estar mezcladas también o solaparse.
En 2023, España sumó 44.000 nuevos casos de depresión resistente, sin embargo, la salud mental en nuestro país continúa sin contar con el número adecuado de profesionales: seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, frente a los 18 que tienen, como media, el resto de países europeos, nos deja con unas plantillas deficitarias que imposibilitan ofrecer una atención adecuada a los pacientes, que precisan de terapias individuales para mejorar su enfermedad.
Todos los años, cuando llegan estas fechas, nos ponemos a buscar regalos para complacer a nuestros más allegados. Es algo así como una obligación porque vienen los Reyes, porque es algo innato que hay que hacer. Lo que sucede es que a medida que nos vamos haciendo mayores, esa ilusión por estas fechas la vamos perdiendo. Y no es que sea algo malo, sino que se va convirtiendo en algo diferente.
A todos cuando somos pequeños nos enseñan que tenemos que estudiar y sacar buenas notas para el día de mañana, para progresar, para no quedarnos estancados y sobre todo, para encontrar un buen trabajo. Nos esforzamos según nuestras capacidades y llega un día en el que acaba nuestra etapa de adquirir conocimientos y empezamos de verdad a vivir, es decir, a buscar un empleo.
Son los nacidos entre 1990 y 2010, los de la inmediatez de las redes sociales, los de la hipercomunicación de la mensajería instantánea, los de la conciencia medioambiental y, sí, también, los que, al contrario que sus mayores, trabajan para vivir y no a la inversa. Además, y según un estudio, los Z son más conscientes de la importancia de la salud mental y los más abiertos a participar en los debates sobre ella en las conversaciones sociales.
Javier de Miguel es un profesional con una amplia trayectoria en el mundo del deporte y los negocios. Ha sido nadador profesional, entrenador de waterpolo y psicólogo deportivo del Málaga C.F, y galardonado con el Premio Isabel Blanco al mejor Psicólogo Deportivo del año 2005. Siempre ha tenido presente que la clave del éxito radica en el entrenamiento constante y de calidad, filosofía que le acompaña en su incursión emprendedora a través de su empresa MindCompanySport.
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