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La infidelidad se presenta como uno de los desafíos más complejos en una relación de pareja. Las emociones están a flor de piel y el camino hacia la recuperación puede parecer incierto y lleno de baches. Sin embargo, la respuesta a si se puede superar una infidelidad es un rotundo sí. Aunque el proceso no es sencillo, con esfuerzo, comunicación, compromiso y, en muchos casos, ayuda profesional, es posible reconstruir la confianza y revitalizar la relación.
Todos recordamos los inicios y contactos del primer noviazgo donde la inexperiencia estaba presente, donde existían los nervios y las emociones auténticas ante cualquier suceso. Con ese primer amor, se fue formando parte de la personalidad que influirá, después, en la forma de comportarnos con otros, en la edad adulta.
¿Qué sientes cuando fracasas? ¿Cuáles son los discursos que operan en tu mente después de un momento de fracaso? Antes de comenzar, reflexionemos sobre el peso de una palabra: memoria. Se revela cuando se nos induce a recordar, directa o indirectamente, momentos importantes de nuestra vida. Cuando experimentamos choques entre fuerza y debilidad, miedo y coraje, vemos muy bien las marcas de estas interacciones.
En estos meses de calor, la vestimenta cambia de forma drástica y los complejos salen a la luz de forma disimulada. Habrá personas que lo lleven mejor y no se dejen influenciar por la estética social no importándoles lo que otros digan o vean, pero en otros casos existirá un gran grupo que sí que se sentirá avergonzado o incluso obsesionado por mostrar el mejor cuerpo posible para la llegada de esta época.
Tamara es una profesional apasionada por la danza y la psicología, cuyo camino académico ha sido una fusión de estas dos disciplinas, obteniendo la Licenciatura en Psicología en la Universidad Miguel Hernández de Elche, además de una Titulación Superior en Pedagogía de la Danza en el Conservatorio Superior de Danza de Alicante, donde no solo perfeccionó sus habilidades técnicas, sino que también exploró la conexión entre el movimiento y la mente.
Dentro de poco llegarán los meses de calor y sol, donde millones de parejas y amigos se irán de vacaciones a lugares que no conocían o repetirán en aquellos que más les han gustado. Otros, con menos suerte o menos dinero, se irán a los pueblos o casas en la sierra, la playa o similares. Y es que, en todos ellos, existe un denominador común que es el de la convivencia durante esas épocas en las que, se supone, que uno sale para desconectar y olvidarse de todo.
Los colores juegan un papel fundamental en nuestra vida diaria y tienen un impacto significativo en nuestras emociones, salud y estado de ánimo. Esta es una de las razones por las que, a la hora de decorar nuestro hogar, debemos pensar detenidamente en el color. Una forma de sentirnos cómodos en nuestro hogar es elegir las tonalidades que nos aporten una mayor sensación de bienestar.
La mayoría de las veces no somos conscientes de cómo pasa el tiempo en nuestras vidas porque, de forma general, siempre estamos sumidos en una rutina constante que ocupa los días sin dejar momento alguno para la reflexión o para tomar conciencia sobre nuestra identidad reflejada en un espejo.
Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo.
La mayoría de las víctimas de acoso laboral lo piensan al menos dos veces antes de ir a trabajar porque les provoca malestar y dolor. Y, dependiendo del tipo de acercamientos que escuche, de testigos o de las actitudes a las que sea sometida, el dolor puede ser aún mayor e intenso.
Todos en algún momento de nuestra vida nos sentimos aturdidos por algún tipo de miedo, muchos de ellos superficiales como consecuencia, a veces, de experiencias previas que hemos vivido pero que no tienen por qué volverse a repetir, y otros que pueden influir emocionalmente y que nos pueden llegar a paralizar de forma drástica.
Para muchas personas el trabajo es más que una fuente de ingresos. Cuando se invierte un excesivo tiempo y esfuerzo en las tareas laborales y existe desinterés por otras actividades, como el ocio, la familia, el deporte o los amigos, podríamos estar ante un caso de adicción al trabajo. Este fenómeno cada vez afecta a más individuos y el hecho de que esté socialmente aceptado impide, en muchas ocasiones, ponerle remedio.
En todas las relaciones sociales que con el tiempo acaban siendo más íntimas, los comienzos suelen ser fáciles porque existe una motivación que hace que eso prospere, que vaya avanzando porque el interés emocional es mutuo por ambas partes. Y esto es aplicable para amistades o parejas. En todas ellas, es imprescindible que haya reciprocidad, que exista una conexión que funcione como la gasolina de un automóvil que propicia que día tras día se mueva y circule.
La tristeza es una emoción humana común y natural. Todos pasamos por momentos difíciles en la vida, y en esos momentos, tener el apoyo de amigos y seres queridos puede marcar la diferencia. Cuando un amigo está triste, es natural querer ayudar, pero a menudo nos enfrentamos a la dificultad de no encontrar las palabras adecuadas para reconfortarlos.
En algunas ocasiones, tenemos momentos o situaciones estresantes que hacen que perdamos el control de nuestra vida. Es en esos instantes, cuando nos empezamos a poner nerviosos, es cuando lo que creíamos que estaba bajo nuestras riendas, de repente, salta en mil pedazos. Nuestra estabilidad pasa a una fase de no saber qué va a suceder y en donde las emociones y sensaciones se alternan de forma brusca debido a ese estado de ansiedad.
En nuestro día a día nos relacionamos con muchas personas. Generalmente, aquellos que nos influyen más, serán los que conformen nuestra familia, amigos o pareja. Será con ellos con los que nos sintamos más cómodos para mostrarnos tal y como somos, pero pudiera suceder que, a veces, la sinceridad pueda sobrepasar determinados límites o la propia confianza excederse de unos rangos y dar lugar a ciertos problemas personales.
Somos seres de rutinas y estamos acostumbrados a realizar las mismas actividades día tras día o en su defecto, similares. Conocemos los lugares por los que transitamos de forma habitual, nos relacionamos con personas afines a nosotros y los trayectos suelen repetirse en el tiempo. Es decir, nos sentimos seguros en nuestro círculo de relaciones y de todo lo que tenga que ver con el entorno que nos rodea.
Tenemos la idea de que trabajar supone un esfuerzo que, a final de mes, vemos recompensado. Esto es algo que todo el mundo sabe. Ya sean más o menos horas pero ahí está la constancia diaria y nadie pone en duda que, a pesar de que se trate de un empleo mejor o peor, pero a fin de cuentas, es un trabajo.
Cuando somos pequeños nos enseñan ideas y discursos, en los cuales nos animan a hincar codos en el futuro. Eso es algo que se evidencia con la típica pregunta que se les hace a los niños de qué quieren estudiar el día de mañana. Muchos dirán que astronautas, otros periodistas y multitud de ellos, por desgracia, influencers. Y es que estas respuestas han ido variando a lo largo de las generaciones y todo ello, marcado por la sociedad en la que se están desarrollando.
Cuando nos referimos a los deportistas, tendemos a pensar en el dinero que tienen, en la gratificación de convertir el deporte en un trabajo o en sus vidas lujosas. Sin embargo, rara vez reflexionamos sobre la presión constante que enfrentan a diario. En este sentido, según un estudio de investigación elaborado por un conjunto de investigadores a nivel mundial, entre el 19% y el 34% de los deportistas en activo muestran síntomas propios de trastornos de salud mental.
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