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Cuando estoy mal, ¿hay alguien a mi lado?

Todo se ha individualizado tanto que parece que ya no mostramos interés por el bienestar del que tenemos más cerca
Violeta Torrejón
miércoles, 18 de diciembre de 2024, 10:24 h (CET)

En la vida nos van sucediendo muchísimas cosas, algunas de las cuales podremos superar solos y otras, por el contrario, necesitaremos la ayuda de los más cercanos. No se trata de que seamos más débiles sino que, según las circunstancias, a veces, necesitamos cierto apoyo para superar determinadas cuestiones.


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Podemos dar cierta imagen ante los demás por el hecho de no mostrarnos con menos fortaleza que aquellos que siempre nos rodean y que parece que les va mucho mejor que a nosotros. Podemos fingir la mayoría de los días una entereza forzada por la situación que nos rodea. Podemos aparentar una vida, que en realidad, no es la nuestra frente a determinados círculos. Podemos creernos dichosos y olvidar los problemas que tenemos para después, en nuestra zona de confort mostrar nuestras verdaderas debilidades.


Solemos contar a muy pocas personas los tormentos que nos rondan en la cabeza y tenemos a nuestro lado, en realidad, a muy pocas personas cuando sucede algo realmente complicado. Es más, resulta curioso cómo podemos estar rodeados de gente y cuando necesitamos apoyo, de verdad, esos mismos que estaban ahí para salir y reír, no lo está para las dificultades. La vida en un cúmulo de momentos donde pasarán diversas personas que nos llenen y nos hagan cambiar por su actitud y por cómo se comportan con nosotros.


Nadie puede estar completamente feliz, pero sí que puede tener momentos felices. Nadie sabe si de verdad aquellos que dicen que estarán lo harán cuando llegue el momento. Podremos estar decaídos, pero será mucho más llevadero y seremos capaces de seguir adelante si tenemos a alguien que nos apoya. Podremos luchar contra una enfermedad y sentirnos tristes, pero tendremos mucha más fuerza si contamos con alguien que se preocupe por nosotros y nos dedique algunos momentos.


El problema, hoy en día, es que existe muy poca gente que quiera dejar de hacer cosas y dedicar su tiempo a otros, a nosotros, aunque sean amigos, parejas o familiares. Todo se ha individualizado tanto que parece que ya no mostramos interés por el bienestar del que tenemos más cerca.


Los instantes de soledad cuando uno tiene preocupaciones son momentos bastante difíciles que pueden cambiar si uno siente cierto apoyo, sobre todo, de aquellos a los que quiere. Es obvio que cada uno tiene su vida, pero si se comparten determinados momentos no tienen por qué ser siempre de aquellos relacionados con diversión y libertinaje, ya que existen otros que son necesarios también para hacernos crecer como personas y madurar y esos son los de poder tener conversaciones donde la reflexión y las palabras estén presentes. Se trata de la escucha activa, del interés emocional por el otro y no sólo el superficial o materialista.


Los seres humanos estamos hechos para socializar acorde a aquello que compartimos con nuestros iguales, pero sin olvidar que también tenemos las herramientas necesarias para conectar y ayudar con los que nos vinculamos moralmente de forma más fuerte.


¿Cuántas veces hemos tenido que recurrir a aquella persona que tiene la gran capacidad de escuchar para pedirle un consejo?, ¿cuántas veces hemos llorado al lado de alguien que, para calmarnos, nos da un abrazo? Pero, por el contrario ¿cuántas veces hemos necesitado de las palabras de alguien y no ha estado?, ¿cuántas veces esperábamos mucho más de alguien y se ha ausentado cuando tenía que estar presente? Es decir, sabemos identificar perfectamente a aquellos con los que podemos contar y con los que no por todo lo que nos han ido demostrando durante el camino.


Lo cierto es que todos necesitaremos en algún momentos a alguien que nos ayude, que nos apoye, que nos haga recordar lo que valemos y que nos inspire a vivir de una forma más agradable el día a día que nos va tocando porque si lo hacemos en compañía, los problemas pesarán un poco menos que si los afrontamos solos.

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En la vida nos van sucediendo muchísimas cosas, algunas de las cuales podremos superar solos y otras, por el contrario, necesitaremos la ayuda de los más cercanos. No se trata de que seamos más débiles sino que, según las circunstancias, a veces, necesitamos cierto apoyo para superar determinadas cuestiones.

Año nuevo, vida nueva. O eso dicen. Porque, en realidad, del 31 de diciembre al 1 de enero de cualquier año van segundos. ¿Se puede cambiar la vida en ese pequeño intervalo? La respuesta es sí, siempre que venga de la mano de un golpe de suerte. Otra posibilidad, explican los profesionales de la psicología, es que seamos nosotros mismos quienes vengamos trabajando ese cambio, y lo hagamos tras el periodo necesario de reflexión. Y, sobre todo, con la motivación necesaria.

La Navidad es una época que despierta emociones intensas: alegría, ilusión y, para muchos, también nostalgia. Este sentimiento, asociado a la evocación de tiempos pasados, puede ser reconfortante, pero también desgarrador si se mezcla con la ausencia de seres queridos, recuerdos de momentos difíciles o cambios en la vida. La nostalgia actúa como un mecanismo de adaptación, ayudándonos a encontrar sentido al presente a través de la conexión con el pasado. 

 
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