| ||||||||||||||||||||||
Al cabo de los años, los momentos difíciles se van difuminando en el recuerdo. Pero aun tengo grabada en mi mente cómo los estudiantes de mi generación asistíamos, una vez pasada la Semana Santa, a un periodo de terror ante los exámenes finales que se cernían sobre nuestras cabezas.
A partir de los 50 años las personas pueden hacer todavía infinidad de cosas valiosas para ellos mismos y para los demás. Esto es algo que se pretende negar y está en el ambiente social. Lo que no puede ser es que se quiera apartar a los mayores o marginarlos, por pensar que es mejor una sociedad de jóvenes.
Se comienza por tener problemas para describir con palabras el estadio de la vida en que te encuentras. Se utilizan toda clase de definiciones para “dulcificar” lo que realmente somos, aunque en nuestro profundo yo, pensamos que no hemos llegado a envejecer lo suficiente para recibir ninguno de esos calificativos.
Como verán, comienzo hablando en tercera persona, como si yo fuera ajeno a ese grupo humano que algunos mencionan como mayores, abuelos (aunque no tengan nietos), tercera edad e,incluso, viejos. Yo, para no cambiar, sigo empeñado en señalarlos como ancianos. Y lo hago en tercera persona, porque siempre he sido algo recatado a la hora de pedir algo para mí exclusivamente.
Durante una gran etapa de mi vida, especialmente a partir de mi jubilación unida a la redacción de una tesis doctoral sobre los mayores, he intentado evitar la descripción de una situación vital como la de “vejez”. He utilizado todo tipo de pseudo sinónimos que intentaran suavizar la realidad: “mayores”, “tercera edad”, “segmento de plata”, etc. Todo ello para evitar la cruda y maravillosa realidad. Los de mi quinta somos viejos.
Los mayores gozamos de una gran oportunidad de dedicarnos a compartir juegos con los más pequeños de la casa. La variedad de los mismos ha ido creciendo a lo largo de los años y convirtiendo las actividades lúdicas en una especie de master en tecnología digital y en el manejo de la cibernética avanzada.
Parece como si hubieran estado delante de nuestros ojos todo este tiempo y no hubiésemos reparado en ellas. Según un cálculo estimado, estos establecimientos rondarían en nuestro país los 5400. Quizá hubieran seguido pasando desapercibidas en la celebración, un año más, del Día del Abuelo este mes de julio, si no fuera porque la pandemia se ha cebado con los mayores. En la actualidad, se piden soluciones estructurales para que situaciones tan dolorosas nunca vuelvan a repetirse y con el fin de garantizar el bienestar y la dignidad del colectivo de la tercera edad.
Como habrán comprobado a través de mis escritos, soy un gran defensor e investigador del “segmento de plata”. Ese grupo de personas que constituyen el grueso de cuantos hemos pasado la etapa laboral y nos encontramos en el “paraíso” de la jubilación. Ojo, pero con las suficientes fuerzas para seguir prestando un servicio a la sociedad. En este caso: “gratis et amore”.
Cuando hace casi un año nos anunciaron la llegada de “la nueva normalidad” nos pensamos que esta iba a ser provisional y factible de sobrellevar. El tiempo nos está demostrando que la nueva situación pasa por someter a los mayores a una privación de libertad semejante a la que sufren los condenados a ingresar en un establecimiento penitenciario.
Los muebles bajos, adornos o cosas dejadas provisionalmente estorban el paso y dificultan el movimiento por la casa, especialmente en los pasillos, si éstos son estrechos. Además, es conveniente no colocar las cosas ni muy altas ni muy bajas, es preferible que todo esté al alcance de la mano. Y fundamental mantener la casa recogida.
Sin necesidad de voz para no complicar la vida a los mayores. Esa es la idea de tres emprendedores españoles que han centrado su desarrollo en la capacidad que tienen estos asistentes virtuales para generar recordatorios útiles como la toma de medicación, fechas de citas médicas o incluso que sirven de calendario para que no olviden cumpleaños o cuándo emiten sus programas favoritos.
El objetivo de este estudio es evaluar el impacto del Covid-19 en la percepción de la salud de la población española y compararla con los resultados de la misma encuesta que se realizó en junio de 2019, centrándose particularmente en los denominados Jubillennials, ya que ha sido uno de los grupos que en mayor riesgo se han visto durante esta pandemia.La resiliencia de la que hacen gala los Jubillennials traspasa las fronteras del confinamiento y del estado de alarma ocasionados por el Covid-19, pues sentirse depresivo y desanimado es más común entre las generaciones más jóvenes.
Una viejecita encorvada y apoyándose en un bastón, piensa: “La llamaban residencia, pero era una morgue” (El Roto). La reflexión de esta ancianita es muy oportuna en estos días de la pandemia del coronavirus y del protagonismo que han adquirido las residencias de ancianos por las excesivas defunciones que se han producido en dichos centros asistenciales.
Cuenta la leyenda, que en una ocasión, alguien preguntó a Galileo la edad que tenía. El astrónomo, que ya había alcanzado una edad provecta, respondió: “ocho… quizá diez años”.
Más de una decena de miles de nuestros mayores ya pagan el precio de esta arrolladora crisis sanitaria. En periodo electoral se les pide el voto, pero después se les hace perder sus derechos: presuntamente no tienen derecho a los respiradores y otras vulgares discriminaciones, incluso son portadores de un temor sin medida por si llegan a enfermar: sospechan un triste y penoso final.
Un total de 4.793.700 personas vivían solas en España en el 2019, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicados este jueves, correspondientes al año pasado. De ese total de hogares unipersonales, cerca de la mitad (2.009.100) son personas que tenían 65 o más años, de las cuales la mayoría (un 72,3%) eran mujeres.
La salud emocional es tan importante como la física. Por eso, cuando de bienestar hablamos nos referimos a mucho más que realizarse los chequeos médicos de salud recomendados. Se trata de llevar un estilo de vida saludable y alegre durante toda la vida.
|