Una idea nueva siempre es de agradecer y si esta idea surge de una persona que ha acreditado su capacidad como alcalde en la vecina nación francesa, que ha sido primer ministro de la nación francesa y que acumula una larga historia política, añadiendo a todos estos méritos el hecho de ser medio español y catalán, sin duda merece ser tenida en cuenta y merece que su propuesta, evidentemente rompedora y singular respeto a sus posibles rivales españoles o, quizá, debiéramos decir más acertadamente, catalanes, una cuestión no nimia si recordamos que, para una parte de los catalanes, el ser español o considerarse como tal no es un tema baladí sino un baldón con el que, en ocasiones, es muy duro si se trata de vivir en Cataluña.
Don Manuel Valls, a pesar de su nacionalidad francesa, es harto conocido por sus visitas frecuentes a España y, en especial, a Cataluña, de la que él y sus padres son originarios. Lo que nadie esperaba, salvo seguramente los de su círculo más íntimo, es que estuviera interesado en participar en la lucha para conseguir la alcaldía de Barcelona. Demuestra con ello que no es persona que se amilane ante las dificultades y que es capaz de darle un cambiazo a una campaña electoral, incluyendo en la misma ideas atractivas y, en especial, tratándose del caso del que se trata, el mérito de atreverse a entrar en un selva donde las fieras antisistema andan sueltas y los depredadores políticos no se andan con chiquitas en cuanto se trata de desprestigiar y atacar con cualquier medio a su alcance, sin descartar los ilegales y marrulleros, a cualquiera que no comulgue con las ideas separatistas y soberanistas, que intente instalarse en su territorio de caza.
La idea que, por lo visto, ha desarrollado el exmandatario francés, es clara, inteligente, novedosa y, a juicio de muchos que conocen bien el paño de la política española, un simple sueño de quien desconoce cómo se las gastan en España los partidos políticos que forman la variopinta fauna que intenta cohabitar, sin llegar a destruirse, en las cámaras de representación del pueblo de la nación española. Valls ha asegurado que “la idea de una candidatura, de un equipo, de un proyecto que sea plataforma abierta, que no sea plataforma de un solo partido, es lo que interesa”. Una transversalidad que ha sido posible en otros lugares de Europa, donde los partidos políticos generalmente saben que, por encima de cada uno de ellos está el interés nacional y que, si no se ajustan a esta regla básica es muy posible que paguen su desvío con un pésimo batacazo electoral. Sin embargo, señores, Spain is different, como rezaba en la campaña turística del ministerio dirigido por Manuel Fraga, que se puso en práctica en los años sesenta, intentando sacar ventaja de la fama española de país aislado y de costumbres bárbaras para promocionar el país. Aquí, evidentemente, no hay partido de izquierdas que sea capaz de llegar a acuerdos con la derecha o el centro derecha, aunque en ello vaya el porvenir de la nación española. Es más, el que tuviera la tentación de intentar hacerlo se vería rechazado por sus votantes que no comprenderían, por muchas razones que se les diesen, que se pudiera ayudar un partido de “enemigos” y “sucios burgueses y capitalistas”, opresores y responsables de la “miseria” del pueblo español, aunque tal circunstancia solo estuviera implantada en los recovecos de su torcida imaginación.
Ello no obsta a que, si nos fijamos en lo que supondría para Cataluña y, por qué no para toda España, si hubiera la posibilidad de llegar a una entente de aquellas formaciones políticas constitucionalistas y capaces de unirse para concurrir a las elecciones municipales y autonómicas catalanas; formando una agrupación bajo el lema de luchar contra el comunismo y el separatismo disgregador, para garantizar que Barcelona, y en su caso Cataluña, no cayesen en manos de aquellos grupos que, lo que están buscando, es situar a la autonomía catalana fuera de Europa, aislada del resto de naciones de la UE, incapaz de subsistir por sí misma, de pagar a sus pensionistas, de sostener la Seguridad Social y el pago de las medicinas, como se ha venido demostrando desde que la democracia se instaló en nuestra nación, donde la comunidad catalana ha necesitado, aparte de la financiación recibida por parte del Estado, las continuas ayudas y subvenciones que ha sido necesario detraer de los PGE para, a través del FLA, poder solucionar aquellas graves situaciones en las que la Administración catalana se ha encontrado, ante la imposibilidad de cumplir sus compromisos de pago con los organismo oficiales dependientes de ellas, como fue el caso del impago durante meses de las medicinas suministradas a los beneficiarios de la Seguridad Social, a través de las farmacias.
En lugar de poner obstáculos a la idea del señor Valls, de dar por descontado que sería algo imposible el que se pudiera llegar a acuerdos entre los partidos en los que, las diferencias en cuanto a su ideario, no son fundamentales y en los que, en muchas ocasiones, los desacuerdos se centran en una posición distinta en cuanto a temas de tipo social, pero que, ante situaciones excepcionales, son capaces de ser realistas de forma que son capaces de aceptar medidas regulatorias que, en ocasiones normales, rechazarían de plano. Es evidente que la única forma que existe para que los partidos no soberanistas en Cataluña puedan enfrentarse a un separatismo bastante organizado (afortunadamente, no lo suficiente para que hayan conseguido ponerse de acuerdo en cuanto al reparto del poder, lo que ha dado lugar a que ya lleven seis meses sin poder formar gobierno y bajo la imposición del Artº 155 de la CE) al que si le concede tiempo y se les deja actuar según demandan sus intereses, es muy posible que, en unos años, lo que consiguieron apenas en 6 años de pasar de un 30% de partidarios de independizarse al actual 43% ( hace poco estaban por encima del 47%) ya se haya convertido en una situación irreversible contra la cual la solución ya no sería política para mantener Cataluña dentro de la nación española, y fuera preciso acudir a medios excepcionales y, por supuesto más agresivos para conseguir acabar con la deriva separatista del país.
No se debe olvidar que existen otros focos de independentismo, como sucede en el País Vasco y, en menor medida, en Galicia, Baleares o Valencia, que siguen la evolución de lo que está sucediendo en Cataluña a la espera de que, según se desarrolle su apuesta independentista, ponerse ellos a la cola para exigir del Estado español aquello que hasta ahora no han conseguido, pero que pudieran hacerlo si los nuevos gobernantes del país, a diferencia de lo que está sucediendo actualmente, no son tan estrictos en el cumplimiento de la Constitución española respecto a su unidad, y se prestan a aceptar las teorías del señor Pedro Sánchez del PSOE, en las que parece dispuesto a cambiar la Constitución para aceptar una España de tipo federal que, como todos sabemos, no sería más que el primer paso para que cada región de la actual nación española, pidiera ventajas para sí misma bajo la amenaza de exigir su propia independencia.
Con un PP en periodo de autodestrucción, un PSOE con intrigas internas que no consigue mejorar sus perspectivas electorales y una larga retahíla de otros partidos surgidos de la atomización que las últimas elecciones legislativas produjeron dentro del Parlamento español; en España, es evidente que Ciudadanos, hoy por hoy, es el único partido que parece que es capaz de oponerse a los partidos separatistas y a las izquierdas bolivarianas, formadas por Podemos e IU; unos partidos del comunismo extremista y antisistema que, aunque actualmente no constituyen mayoría, si el PSOE en busca del poder, con un P.Sánchez al timón, cayera en la tentación de aliarse con ellos para conseguir situarse en la Moncloa, sin duda podría dar un vuelco espectacular a la política española.. Todos los votantes que, a raudales, están abandonando el PP asustados e indignados por los casos de corrupción que cada día van apareciendo en el seno del partido, parece que, a falta de otro partido de derechas, como podría haber sido VOX si hubiera conseguido consolidarse y darse a conocer más; seguramente, y las estadísticas parecen confirmarlo, van a parar a Ciudadanos que no para de crecer y que, es muy probable que, de seguir por este camino, acabe por superar sobradamente, por encima de los cuatro puntos ( que parece que es lo que necesitarían para tener más escaños que el PP) al Partido Popular.
No sabemos si lo que el señor Valls propone, esta aglutinación de personajes de distintos partidos, unidos por su interés en defender a España y Cataluña, sería capaz de evitar la posibilidad de caer en las fauces del separatismo o el comunismo. Tampoco estamos muy seguros de que este ensayo fuera posible en Cataluña, debido a la postura siempre incordiante del señor Iceta, un personaje que parece que es el amo del PSC y con el que P.Sánchez parece no atreverse, aun cuando no siempre se han sabido entender. Iceta ya ha anunciado que no está conforme con este tipo de alianzas transversales propuesta por M.Valls. Es obvio que este reyezuelo, que ha conseguido hacerse respetar por los socialistas de Cataluña sabe que, en el caso de aceptar el trato que se le propone, inmediatamente quedaría en un segundo o tercer lugar, eclipsado por la sombra de un personaje de la importancia del exmandatario francés. Lo que todavía no sabemos es si, sus posibilidades de sacar un buen resultado en Cataluña, dado el auge de los candidatos de Ciudadanos, le garantizarían mantener la influencia de la que goza ahora, si acudieran solos a las urnas.
¿Acaso Valls se embarcaría en su proyecto con la participación de miembros del PP y Ciudadanos? No se sabe ni se tiene todavía la certeza de que Valls haya decidido aceptar, debido a que maneja distintas alternativas entre las que se encuentra un importante puesto que le esperaría en la propia CE. Creemos que, de existir posibilidades de que aceptara el puesto que se le ofrece, sería una buena noticia para los catalanes y para Cataluña y, con toda probabilidad, para España. En todo caso se nos ocurre una malicia: ¿Podría el señor Valls, con su personalidad, su experiencia y su savoire fair, constituir un latente peligro para el propio Albert Rivera y su liderazgo en Ciudadanos? Nadie lo puede saber, pero me imagino que ya hay quien lo está pensando.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie pensamos que, si fuera posible que este proyecto de Valls para la alcaldía de Barcelona, pudiera consolidarse; quizá fuera una de las mejores bazas para que, los catalanes que vivimos en Barcelona y no tenemos a un candidato de categoría al que votar, que sea capaz de recoger nuestra forma de pensar, nuestro españolismo y nuestro repudio por el comunismo, fuera la mejor esperanza para evitarnos caer en manos del comunismo bolivariano que es lo que, en definitiva, acabaría por suceder, con lo que se podría demostrar que los separatistas, como recogen todas las encuestas recientes, no son la mayoría que quieren hacernos creer los políticos soberanistas, dentro de la comunidad catalana.
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