Es evidente que, el señor Pedro Sánchez y su recién instalado ejecutivo, piensan sacar rédito de los grandes gestos, de aquellos que más beneficios les pueden proporcionar de cara a preparar su estrategia para mantenerse en el poder por más tiempo del que pensaron cuando pusieron en marcha su operación de acoso y derribo contra el señor Rajoy y el PP. Conocedores de las dificultades que se les van a presentar para poder sacar adelante sus grandes proyectos de cambio, ante la insuficiencia de los escaños ( 84) con los que cuentan en el Parlamento de la nación y la mayoría absoluta que sigue manteniendo el PP en el Senado, han decidido lo que se podría denominar como una guerra de guerrillas en la que van a procurar ir minando a sus adversarios políticos mediante su conocida capacidad para la propaganda, sus evidentes dotes para magnificar lo que les interesa vender a sus posibles votantes y su innata facultad de tergiversar las informaciones, modificar los datos, de forma que acaben favoreciéndoles, y mentir con tanto oficio que parece que, lo que dicen, sea la verdad.
Ahora se les acaba de presentar lo que pudiera representar una ocasión de oro para colgarse la medalla de partido generoso, protector de los desvalidos y buen samaritano con los necesitados. Un barco de una ONG cargado con 629 migrantes, de estos que los traficantes de seres humanos acompañan a mitad de trayecto desde Libia a las costas de Italia y luego los abandonan en lanchas neumáticas a su suerte, esperando que los barcos de vigilancia costera italianos los recojan y los desembarquen en puertos italianos para que sean acogidos, alimentados, curados y luego repartidos por el país si no encuentran forma de darles traslado a otras naciones que, en la mayoría de los casos, se muestran poco propicias a hacerse cargo de ellos. El nuevo gobierno italiano, del que no nos olvidemos forma parte importante el partido del señor Beppe Grillo, el cómico de la extrema izquierda italiana, fundador del Movimiento 5 Estrellas, supuestamente defensor de los necesitados y de personas en situaciones extremas, alguien que no parece que se haya opuesto a que su socio de gobierno, el líder de la Liga Norte, el señor Matteo Salvini, haya decidido tomar el toro por los cuernos, en el tema de la invasión de migrantes que desembarcan en Italia y, visto que la UE no les ha dado una solución satisfactoria a su problema, han tomado la drástica decisión de impedir que nuevos migrantes ( no se les puede considerar como refugiados ni tienen la condición de tales) desembarquen en ningún puerto italiano, que es lo que le ha sucedido al barco Aquarius cuando ha sido vetado en Italia y también en la isla de Malta en la que pretendió desembarcar su carga humana como alternativa.
Una misión humanitaria que, al parecer, no ha afectado a la conciencia de ningún jefe de estado con costas en el Mediterráneo, salvo, a nuestro buen samaritano el señor Pedro Sánchez, que ha sido quien se ha mostrado dispuesto a acoger a los emigrantes del Aquarius en un puerto de España, que pudiera ser el de Valencia o el de la misma isla de Mallorca. Un gesto humano que nadie, en sus sano juicio, puede criticar y que, sin duda alguna, ha merecido los beneplácitos de quienes forman parte de aquellos que son partidarios de abrir de par en par las puertas de España para que lleguen por todas sus fronteras, todos aquellos seres humanos que se han visto impelidos a abandonar sus respectivos países, la mayoría dictaduras o estados fallidos del continente Africano, para ser explotados y robados por los modernos negreros o traficantes de esclavos modernos, como se los quiera denominar, que han encontrado el modo de enriquecerse fácilmente enviando a estos pobres seres desesperados a enfrentarse con un mar que, la mayoría de ellos no había tenido ocasión de verlo con anterioridad, embarcados en frágiles embarcaciones de goma, sobrecargadas con más peso que el debido, esperando que alguna embarcación se apiade de ellos para sacarlos de semejante trance.
Pero ¿qué hace la UE para evitar que semejante ignominia se siga produciendo? En realidad ¿está Europa en condiciones de absorber toda la corriente migratoria que le llega desde el extremo Oriente y desde todas las repúblicas y monarquías africanas, a través de trayectos de miles de kilómetros en los cuales, una gran parte de los que intentan huir de la pobreza, fallecen por inanición, enfermedades o por el maltrato que les dan aquellos que los intentan explotar, aprovechándose de ellos? En realidad, los países del norte se han tomado este tema con bastante tranquilidad, salvo quizá en Alemania donde la misma señora Merkel ha pagado caro, en las urnas, su predisposición a acoger en su país a todos aquellos refugiados que le llegaban de oriente, sin tener en cuenta que el pueblo alemán no veía con buenos ojos aquella invasión de otras culturas tan distintas de la suya que se instalaban en sus ciudades sin respetar a sus mujeres, su forma de vida y costumbres y, en muchos casos, delinquiendo para poder sobrevivir. En España una de las que más veces ha pretendido traer más inmigrantes a Barcelona ha sido su alcaldesa, Ada Colau, la ex antisistema, la activista contra los desahucios, la protectora de los okupas y de los manteros que, a pesar de haber suscitado el rechazo de la mayoría del pueblo oriundo siguen campando por sus respetos desafiando la ley y contando con la protección explícita de la alcaldesa. Suponemos que, haciendo gala al ofrecimiento que, inmediatamente, ha hecho la señora Colau, de acoger a una parte de los migrantes del Aquarius, va a aumentar considerablemente el ya de por sí importante número de ilegales manteros que ocupan a su aire la ciudad de Barcelona, ya que, al parecer no tiene empleos que ofrecerles para que se dediquen a otra cosa que no sea delinquir.
Evidentemente, no hay nada que objetar a que España tenga la sensibilidad de impedir que unos migrantes puedan sufrir alguna desgracia irremediable en un barquito sobrecargado; es más, es un bonito gesto. Sin embargo, a muchos nos preocupa el recuerdo de los que ha venido sucediendo en la isla italiana de Lampedusa, lugar en el que la gran corriente migratoria procedente de Túnez y Libia ha sido más intensa y donde mayor ha sido el impacto de las sucesivas oleadas que han ido invadiendo Italia durante los últimos años. Ahora, el gobierno italiano, el nuevo gobierno reformista de extrema izquierda y extrema derecha, cuyo presidente ocupará el palacio del Quirinal, ha decidido decir “no” a más inmigrantes y se ha cerrado en banda, cumpliendo una de las promesas que se les hicieron a lis italianos cuando les pidieron el voto. Habrá que preguntarse si, con la aceptación de que el Aquarius desembarque en un puerto español los 629 ocupantes, todo se habrá acabado y servirá para que Europa, la Europa comunitaria, reaccione y tome medidas para impedir que, este tráfico de migrantes siga, como hasta ahora, actuando en los lugares donde, con una acción drástica, se puede impedir que los dictadores y gobernantes permitan que sus habitantes sigan viviendo en las condiciones de extrema miseria que los impulsan a buscar otros lugares donde vivir o si, simplemente, el señor Sánchez les habrá dado la pista a los traficantes humanos, sobre la nueva ruta que deberán seguir los migrantes para encontrar la acogida que ellos esperan recibir y, con ello, España se convierta en el próximo destino de todos aquellos que, no solamente por nuestra frontera Sur, sino también por nuestros puertos de levante, nos lleguen las oleadas de migrantes que, hasta ahora, invadían la nación italiana.
Alguien ha afirmado que, por las ciudades de Ceuta y Melilla, a pesar de las medidas extremas de seguridad que existen en sus fronteras, vienen entrando en la península del orden de 20.000 inmigrantes cada año. Inmigrantes que deben ser alimentados, vestidos, atendidos sanitariamente y alojados en condiciones de habitabilidad. De ellos puede que, después de una minuciosa investigación de nuestros servicios migratorios, se consiga devolver a sus países de origen alrededor de unos 5.000, lo que supone que unos 15.000 siguen alojados en los CIES hasta que se reparten por toda la geografía española, siendo con preferencia destinados a las grandes ciudades, donde se supone que podrán ser absorbidos con mayor facilidad. No sabemos si, quienes siguen sosteniendo que debemos seguir admitiendo que aquellos que se presenten a las puertas de España para venir a gozar de nuestros adelantos, entre ellos, de nuestra Seguridad Social, de nuestra Sanidad, del escaso trabajo que mantiene a nuestros parados a niveles demasiado elevados, de nuestras calles, de nuestros alojamientos etc., van a pedir que también se abran las dos fronteras africanas, para que todos los que pretenden entrar por allí puedan hacerlo, sin que sea necesario que nuestros guardias civiles y nuestra policía se expongan a ser heridos, golpeados o, incluso, asesinados por las hordas de invasores que siguen acechando, esperando la mínima oportunidad que se les presenta para iniciar el asalto.
No entendemos muy bien cuáles son las reglas que siguen rigiendo en Europa respecto a la acogida de inmigrantes, pero tenemos la sensación de que quienes deben tomar las decisiones sobre este tema no son los jefes de Estado de las naciones que forman parte de la UE, sino que deben existir, para estos casos, organismos supranacionales que estén encargados de establecer y hacer cumplir las normas comunitarias que se deben respetar ante casos tan complicados y que afectan, de una manera tan especial, a la conciencia y sensibilidad de todos los ciudadanos que no acaban de entender que, en casos tan evidentes de la necesidad de la toma de decisiones de la máxima autoridad europea, deban ser las improvisaciones de algunos estados las que deban solucionar, a veces en contra de lo establecido y de los propios intereses del país de acogida, problemas que debían estar previstos desde hace años a nivel de Europa.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con asombro como, para temas de una importancia tal para toda la comunidad europea, no existan normas de actuación lo suficientemente específicas, racionales, equitativas y expeditivas para que, casos como el mencionado, no deban de ser tratados a nivel de ninguno de los estados miembros de la UE y sí por organismo comunitario que tengan la autoridad suficiente para tomar decisiones que hagan respetar las leyes existentes en toda la comunidad de naciones que forman la CE. En caso contrario, pudiera darse el caso de que, como ha sucedido en esta ocasión con España, a pesar de la buena voluntad de sus gobernantes (queremos creer que no ha sido simplemente de un cálculo para conseguir votos) pudieran crear un precedente que, finalmente, lograra repercutir en todo el resto de países de nuestro entorno. Algunos piensan que una de las causas por las que, los ingleses, decidieron separarse de la UE, ha sido el hecho de que, por el túnel del paso de Calais, se iban filtrando centenares de inmigrantes procedentes de los países de Este, sin que los franceses pudieran impedirlo. Vale la pena reflexionar sobre un tema tan complicado y de tanta trascendencia para todos.
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