Es obvio, señores, que hemos entrado en el envenenado laberinto del enfrentamiento entre tres tipos de políticas. Los separatistas catalanes y vascos, seguramente con la mirada puesta en ellos y en los resultados que pudieran obtener en sus enfrentamientos a las instituciones del Estado español, de otras comunidades en las que una parte, quizá no demasiado significativa, de sus ciudadanos continúan sosteniendo ideas independentistas, aunque prefieren no situarse en el primer plano, conscientes de que una gran mayoría del pueblo español sigue siendo contraria a cualquier intento de desmembrar la patria española; los comunistas, en esta ocasión reactivados de su letargo al que los sometieron sus pobres resultados en las urnas desde que España inició la transición, pero reactivados en sus aspiraciones rupturistas con el régimen actual de monarquía constitucional, que nos otorgamos mediante la Constitución de 1978, por la aparición de esta V columna, que nos vino desde Venezuela en forma de unos guerrilleros de la palabra, del engaño y del proselitismo, al estilo del comunismo soviético de Lenín y Stalin y de la, siempre eficaz, técnica de decirles a los desfavorecidos de la fortuna aquellas cosas que les gusta escuchar, normalmente imposibles de cumplir pero que, de momento, les sirven para conseguir adictos, excitar antiguas cuentas pendientes y conseguir más votantes que es, en verdad, de lo que se trata y, finalmente de un tercero en discordia que ha irrumpido en el panorama político español con una fuerza inusitada, en esta coso de derechas: el partido VOX, con 12 escaños en Andalucía, presidido por el señor Santiago Abascal.
Nos encontramos ante un grupo de sicópatas del terrorismo político, de verdaderos depredadores del orden constitucional y de fanáticos imbuidos de historias fantásticas sobre pasadas grandezas que nunca existieron y que sólo son fruto de leyendas convertidas en materia de demagogia, para intentar convencer a aquellos que todavía creen en cuentos inventados de pasadas glorias y reinos imaginarios o de aquellos simples a los que se los persuade fácilmente y, todavía más, si ya estaban dispuestos a tragarse el sapo que se les ofrece cubierto del caramelo de una hipotética vida mejor, lejos de la tutela de España, en lo que algunos incautos siguen creyendo. Lo malo de todo esto es que, si se ven acorralados por el fracaso de sus propios inventos, si se dan cuenta de que sus posibilidades de conseguir lo que prometieron son nulas o casi nulas y que, todo el tinglado que han estado montando alrededor de una ilusoria independencia, con el paso del tiempo, a medida que van cayendo, uno a uno, sus intentos subversivos, las posibilidades de alcanzar el objetivo que se han propuesto se van desvaneciéndose y un baño curativo de realidad va poniendo, cada vez más, las cosas en el lugar del que nunca debieron moverse; por lo que, ante semejante situación, es muy posible que intenten elevar a un grado mayor de intimidación su proyecto para buscar obtener, con métodos más expeditivos, lo que por medios corrientes no consiguieron.
El señor P.Sánchez, otro de los políticos obsesionados con el poder, un peligroso sujeto que emplea toda su astucia para intentar mantenerse en un poder, conseguido por medio de las maquinaciones con una serie de partidos que vienen intentando llevar adelante sus planes independentistas sin que, hasta ahora, hubieran conseguido nada más que cesiones (que algunos consideramos excesivas e impropias para un Estado de derecho) sobre determinadas temáticas cedidas por la Administración del Estado que, evidentemente, no llenan sus aspiraciones a un control absoluto del territorio en el que ejercen su jurisdicción de una forma, que se podría entender como federalista, reconocida como autonómica por nuestra Constitución de 1978. La visión equivocada del secretario general del PSOE, le hace pensar que si se mantienen al frente del Ejecutivo hasta el 2020 tendrían oportunidad de conseguir, en las elecciones generales, asegurarse la gobernación de la nación por otros cuatro años. Pero quedan muchos meses hasta entonces y, los separatistas catalanes, encabezados por el señor Torra y su jefe en el exilio señor Puigdemont, no tienen tanto tiempo para perder sin darles carnaza a todos aquellos a los que consiguieron convencer de que la independencia de Cataluña era cosa de pocos meses.
Saben que está llegando el momento en el que, los políticos detenidos por su supuesta participación en los hechos del 1 de octubre del 2017, van a tener que enfrentarse, en el TS, a sus presuntas responsabilidades por haber infringido artículos del CP, que hacen referencia a delitos muy graves, incluso que se desestimase el de sublevación, quedarían la sedición, la malversación de caudales públicos, la prevaricación y todos aquellos que, de una forma una forma u otra, están relacionados con las responsabilidades de unos cargos públicos cuando forman parte de delitos contra la unidad de la nación.
Estos días pasados hemos podido ver como el señor Torra, en lugar de pedir calma, contención, paz y orden y en un ramalazo del más puro y duro espíritu de rebeldía en contra de España, en lugar de defender la actuación ( por otra parte impecable de los mossos de escuadra en su labor de reprimir cualquier alteración del orden público) se ha vuelto en contra de ellos, ha criticado la actuación de los oficiales que dieron las órdenes de cargar contra una multitud de fanáticos, que amenazaban con destrozar todo lo que encontraban a su paso, utilizando toda clase de objetos para lanzarlos sobre las filas de la policía autonómica, que mucho hicieron aguantando aquellos embates así como pudieron. ¿Dónde están aquellas manifestaciones pacíficas?, ¿dónde han ido a parar aquellas reclamaciones pacíficas de las que tanto hacían gala? Incluso el señor Más, el antiguo presidente de CDC, ha tenido que advertir a Torres del peligro de seguir por la línea levantisca que se ha trazado el presidente de la Generalitat catalana.
Los imitadores catalanes de la Kale Borroca del País Vasco, los de los CDR, no paran de amenazar, acosar a las autoridades centrales y cortar las calles causando grandes pérdidas a comerciantes, transportes, particulares etc. mientras se constituyen, motu proprio, en los encargados de amedrentar a la ciudadanía, que ya no sabe si va a poder circular con tranquilidad por las calles de Barcelona, para hacer las compras navideñas, sin encontrarse en una situación peligrosa, comprometida o que pudiera afectar, incluso, a su propia integridad física. Y todo ello, no solamente refrendado y tolerado por el propio Torra que los incita a ello, sino que, incluso les ha impedido a la policía autonómica que sigan actuando en contra los manifestantes ni que les impidan que puedan llevar a cabo sus barbaridades, destrozos y atentados contra el orden público, sino que, incluso, está planeando destituir a los mandos de los mossos que dieron la orden de reprimir a los CDR y demás terroristas callejeros, que fueron los que provocaron la intervención de la policía, para restablecer el orden.
Cuando se aplicó por primera vez, con el apoyo de todos los partidos defensores de la Constitución y de la indivisibilidad de España, el Artº 155 de nuestra Constitución de 1978, en Cataluña, fue cuando se había celebrado el referendo ilegal con motivo de las consecuencias que del mismo, sin legalidad alguna, sacaron aquellos catalanes que, por su cuenta y sin tener en cuenta las advertencias de los tribunales, quisieron darle una validez que nunca había tenido una consulta ilegal que, con anterioridad a la celebración de la votación, había sido declarada nula por la Justicia española. Entendemos, señores, que en la actualidad la situación que se le ha planteado a la España constitucional es mucho más grave que entonces, ya que la coacción, la fuerza, las alteraciones del orden y las acciones de obstaculización de la vida normal en Barcelona y su provincia, ya vienen alcanzado magnitudes que pudieran considerarse como atentados contra los derechos de los ciudadanos a trasladarse, pasearse, a circular por las carreteras y a gozar de sus derechos individuales sin que, ninguna clase de delincuentes amparados por siglas que no tienen valor alguno y, evidentemente, requieren que sea el Estado, con los medios jurídicos y materiales de que dispone, para que sea el encargado de impedir que las calles y los lugares públicos de la capital de Cataluña y de otras ciudades importante de la región, se conviertan en lugares intransitables en poder de aquellos que se toman la justicia por su mano atribuyéndose unos derechos de los que carecen en absoluto.
Es posible que el señor P.Sánchez pretenda, como ha venido haciendo hasta ahora, darle largas a un asunto que sabe que lo perjudica y, en especial, que le afectaría más en sus intentos ( a nuestro entender ya están fuera de lo que sería admisible en un político, para conseguir apoyos públicos de otro partido) de justificar el apoyo de los partidos independentistas catalanes, y que es muy posible que, de seguir en esta tesitura y, por lo que fuera, de las actuaciones de esta serie de salvajes que actúan impunemente a su libre albedrío por Cataluña, se llegara a producir algún daño irreparable en personas, lugares públicos o en edificaciones, la responsabilidad de no haber aplicado el 155, cuanto estaba a tiempo para ello, sin duda alguna iba a caer entera sobre la persona del actual presidente del Gobierno español.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta entender que, por todos los partidos de izquierdas se haya desatado una campaña tan feroz, tan injustificada, tan parcial y tan llena de rencores, contra el recientemente aparecido, en la arena política, partido de VOX; por el mero hecho de que se trata de una formación política que defiende, nada más y nada menos, una España que, en cierta manera, sufrió en 1978, un gran cambio en el que quedaba incluido la formación de una cesión de poderes del Estado a un grupo de autonomías, 17 que, en teoría, saldrían beneficiadas por una descentralización de las competencias del Estado que les permitirían gestionas ( al menos era lo que se pretendía) muchos asuntos que, hasta entonces, sólo se podían tramitar desde la capital del Estado. Los Estatutos de autonomía que se fueron firmando a partir de entonces, o la mayoría de ellos, dieron lugar a que las cesiones que consiguieron los gobiernos autonómicos fueran mayores de las que, en un principio, los redactores de la Carta Magna se habían imaginado. Cuando llegó el momento de Cataluña el mismo Rodríguez Zapatero, uno de los gobernantes más nefastos que ha tenido España, dijo que él estaría dispuesto a aprobar lo que, los políticos catalanes quisieran poner en su Estatuto. Y los catalanes lo pusieron. Sin que pusieran ningún freno a sus aspiraciones de cimentar, en él, su futura independencia. De ahí viene todo lo que, desde entonces, se ha ido produciendo en las relaciones de Cataluña con Madrid y en la situación en la que, la incuria de los sucesivos gobiernos centrales, ha situado a España al no poner freno, en su momento, a las extralimitaciones de los políticos catalanes. Sin duda es evidente que, si el Gobierno y los partidos políticos que apoyan la Constitución no toman medidas inmediatamente, vamos a tener que enfrentarnos a una situación extremadamente peligrosa. Dies Irae.
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