Hermanas: seguramente mi hija, que dentro de unos dos o tres años se incorporará al mercado laboral, nunca leerá esta columna de hoy. Pero se la estoy dedicando a ella, a Blanca. Estadísticamente, en España las mujeres sufren laboralmente más paro; una abultada brecha salarial (aunque su formación supere a la de los hombres); más jornadas parciales; en consecuencia, una jubilación más pobre: y un trabajo extra de cuidados no remunerado a la familia y a los mayores, que nuestro sistema ni siquiera podría pagar, aunque se lo planteara.
Políticamente sufren la falta de paridad en los órganos de poder y una escasa representación en los puestos de responsabilidad y dirección de empresas, administración y partidos políticos; y, si no lo remediamos, van a ver mermados sus derechos sexuales y reproductivos con el peligro que se cierne sobre las leyes de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo (dentro de los dos primeros meses y medio de embarazo y con condiciones), y la de Violencia de Género. Todo ello sin tener en cuenta los recortes y trabas en la asistencia letrada a las mujeres, o con la falta de especialización y de formación del personal de la administración de justicia, y con un sistema probatorio, digno de la edad media, que obliga a las mujeres a demostrar que han sufrido una agresión (lo cual es lógico), y que tal agresión es el fruto de una dominación machista y reiterada por parte de “un hombre que se porta mal”.
Hoy hay convocada una huelga. Y para dentro de mes y medio unas primeras elecciones que marcarán vuestro futuro y el de mi hija. No os quedéis en casa. Blanca no lo hará. Seguro.
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