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Abandonados y denostados aquellos que se sacrificaron por la democracia

La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos.” Norman Cousins
Miguel Massanet
domingo, 24 de marzo de 2019, 09:43 h (CET)

Es posible que nadie y, mucho menos, los ciudadanos de las últimas generaciones de españoles, se hayan planteado lo que ha sucedido con aquellos españoles que, en el anterior régimen ordenancista, presidido por el general Franco, se encontraban protegidos, amparados y seguros en un sistema, evidentemente no democrático, pero que les permitía vivir en paz, sin grandes, vicisitudes políticas, sorpresas y, pese a las descalificaciones, exageraciones, infamias, calumnias y despropósitos formulados por aquellos que fueron derrotados en el frente de batalla y, lo que aún es peor, por muchos de los que todo lo que saben les ha sido trasmitido a través de la comunicación oral, de padres a hijos. lo que, como es evidente, constituye un medio para que el subjetivismo y el odio trasmitidos de generación en generación, haya convertido lo que realmente sucedió en aquellos años, en una historia abracadabrante de nacionales o azules malos y criminales y de rojillos “inocentes”, maltratados y victimas de aquellos que, curiosamente, fueron los que primeramente fueron vilmente masacrados por las hordas incontroladas de seguidores de la república, principalmente en ciudades como Barcelona y Madrid.


Últimamente, a todos estos antiguos izquierdistas que apoyaron a la II República y que fueron los que, durante el régimen franquista, los que desde sus respectivos países y también desde sus escondites en España, atacaron con más brío al régimen español. Y, precisamente, han sido a muchos de ellos los que, junto a otros destacados comunistas, alguno italiano, a quienes se les ha encomendado, primero por Zapatero y luego por los actuales gobernantes socialistas, la redacción de un nuevo relato de la historia de aquellos tiempos, sólo que, en esta ocasión, los que para ellos fueron los que “defendieron el orden en las calles” y “quienes pretendieron evitar”, sin conseguirlo, los salvajes crímenes que tuvieron lugar contra religiosos, miembros de la derecha, militares y católicos, fueron los republicanos y no nacionales del golpe.. El relato de estos tergiversadores de la realidad histórica se basa fundamentalmente en testimonios de familiares de personas que acusan al franquismo de asesinatos “injustificados”. Como es evidente, estos testimonios en su mayor parte no son fiables, ya que no están avalados documentalmente y es fácil que, aquellos que hablan de lo que les ha llegado a través de abuelos, padres e hijos, estén afectados por el subjetivismo de cada una de las personas que fueron transmitiendo los hechos, a través de la cadena oral de sus descendientes.


Los historiadores imparciales, sin ocultar que por ambas partes se cometieron errores y hubo fusilamientos, como suele suceder en cualquier guerra; es evidente y está perfectamente documentado en los archivos de la contienda, el que desde el 1931 hasta el inicio de la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, se puede decir que no pasó día en el que no hubiera un atentado, un asesinato o una quema de iglesias; hechos que, sin duda alguna, figuran convenientemente recogidos en las hemerotecas nacionales que, todavía no han sido saqueadas por quienes quieren evitar que se sepa la verdad.


Y así es como, señores, todo este equipo de expertos en cambiar el verdadero relato de lo sucedido, a los que se les ha encomendado la tarea de reescribir la historia de lo que fue la II República a lo que, los gobiernos de izquierdas, han pretendido darle un patina de legitimidad en su intento de justificar su actitud beligerante contra las derechas, con el claro objetivo de presentar lo que fue una campaña contra el comunismo internacional, el secesionismo catalán y vasco y la secuencia de crímenes y algaradas en todo el país, llevada a cabo por el general Franco, en lo que, para la Memoria Histórica, sólo fue una más de las rebeliones militares, como la del general Sanjurjo, unos años antes, sin que quisieran ver en el levantamiento de Mola y Franco las verdaderas causas, que estaban basadas en una situación de caos y crímenes que llevaba a toda España a lo que, para los rusos soviéticos, formaba parte de su estrategia para hacerse con toda Europa, el Frente Popular, la antesala de la dominación soviética de la península Ibérica. Fracasaron en Alemania a causa de Hitler y lo hicieron en España gracias a Franco; por eso los comunistas, vinieran de donde vinieran, nunca le perdonaron a Franco que les estropeara sus planes para dominar España, cuando ya se creían haber logrado su objetivo.


A la muerte del general Franco, alguien decidió que existía un peligro de revolución por parte de las izquierdas, especialmente del PC, ya que nadie le daba importancia al PSOE de aquellos tiempos que no había dado muestras, como si las dieran los comunistas, de tener una presencia importante en España. Suárez con la complicidad de Juan Carlos I, en quién Franco había puesto la esperanza de que sabría llevar a cabo la adaptación de la monarquía con la continuidad del régimen franquista, apoyado por el Ejército. Pero Juan Carlos no cumplió con el juramento de los famosos Principios del Movimiento Nacional y se puede decir que, a los pocos días de la muerte del general, ya habría dejado de cumplir su testamento político.


Y aquí viene la estupefacción de esta parte de los españoles, a los que pudiéramos considerar como franquistas o adictos al régimen, al ver que, inopinadamente, la situación de la nación española da un vuelco, se cede terreno a las izquierdas, al admitir los partidos políticos y se les hace entrega a los separatistas de un poder que, ni ellos mismos, en el mejor de sus sueños, se hubieran atrevido a esperar. Las autonomías y el regreso del señor Carrillo al frente del PC. Muchos de estos que ahora despotrican en contra del Ejército, debieran de estar agradecidos a su comportamiento en aquellos momentos ya que, si en lugar de que, el pretendido golpe de Estado del año 1981, llevado a cabo por Tejero, Milán del Bosque y el general Armada, hubiera tenido lugar cuando Suárez reconoció al PC, es muy posible que, en estos momentos, lo que está sucediendo en España nunca hubiera tenido lugar. No se sabe si para bien o para mal, pero tenemos nuestra propia opinión al respeto.


Lo cierto es que, tanto en el mundo político afín a la figura de Franco, como en los millones de seguidores que lo estuvieron respaldando durante toda su vida, se produjo un estado de expectación a la espera de cómo se desarrollarían los acontecimientos, si bien, en un principio, la figura de Suárez, un antiguo falangista, sirvió para que sintieran una cierta confianza; cuando Suárez legalizó el PC y esto ya eran palabras mayores (no olvidemos que, por aquel entonces, los comunistas eran la gran amenaza, para la mayoría de los españoles que, por contra, apenas se ocupaban de los socialistas de Suresmes) muchos españoles pensaron que se había dado un paso especialmente peligroso para la nación española. Finalmente se impuso el sentido común, la confianza en que la derecha nunca sería derrotada en las urnas y que, el sentimiento religioso y la fuerza de la Iglesia Católica nunca permitirían que lo que sucedió a finales de la II República volviera a producirse. Por supuesto estaban equivocados.


Desde entonces, toda esta masa, o lo que queda de ella, y aquellos que siguen pensando en una época de nuestra historia en la que era impensable que se produjeran situaciones como esta por la que estamos pasando, en la actualidad; han seguido con preocupación, pero también manteniendo la esperanza de que va a surgir una persona como, en su día, sucedió con Aznar, que tomará el mando de la situación y conseguirá despertar a todos aquellos españoles que se encuentran a disgusto con la actual situación en la que, España, se halla, en manos de separatistas, comunistas y un Gobierno incapaz de preocuparse por el bien de España y de los españoles, pero dispuesto, para conseguir mantenerse en el poder, ceder a cualquier chantaje que le pudieran hacer desde Podemos o la Generalitat, incluso a tratar con cualquiera de ellos la división de la nación española.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la seguridad de que, en España, sigue habiendo ( Se puede comprobar con el número de personas que, cada día, van aumentando los afiliados de VOX , entre las cuales hay varios generales que ya han dejado claro que no están de acuerdo con lo que está sucediendo en nuestro país) muchos ciudadanos que, evidentemente, no lo manifiestan (Sería una locura, en estos momentos, decir que hubo un tiempo, durante el franquismo, en el que muchos españoles se sintieron a gusto y seguros en la dictadura del general Franco) y que se sienten profundamente decepcionados, incluso con quienes redactaron la Constitución de 1978, a los que se les puede acusar de no haber previsto los efectos de hacer unas cesiones demasiado amplias en los distintos estatutos autonómicos, como se puede intuir al comprobar a qué situación, las cesiones a los separatistas catalanes y las transferencias que se le hicieron en el Estatut, han dado lugar a que España estuviera abocada a un gobierno que amenaza con arruinarnos y a que, una autonomía, amenace al Estado con decidir separarse de España. Es muy probable que todos estos “huérfanos del franquismo” estén ahora mismo pensando si se hizo bien en ceder tanto, en precipitarse en desmontar las instituciones del anterior régimen o en confiar demasiado en el Rey y en Adolfo Suárez que, al fin y al cabo, fueron los que nos metieron en la actual encerrona política en la que es evidente que nos encontramos y de la que, no estamos muy seguros de cómo vamos a poder salir.

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