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​¿Hasta cuándo abusarás Catilina de nuestra paciencia? Réplica del poeta

A falta de argumentos, de conocimientos o de dialéctica, los lerdos (léase el diccionario) suelen tener la tentación de recurrir a la verborrea, las expresiones incongruentes y la charlatanería.
Miguel Massanet
viernes, 29 de marzo de 2019, 13:31 h (CET)

Me siento muy halagado de que un comentario mío haya despertado el interés, la rabia, la inspiración poética, el reconcomio y la necesidad de salvar su ego de este señor antisistema al que le mostré mi disconformidad con su discurso panfletario, de modo que, picado en su orgullo literario, le ha faltado tiempo para pretender epatarme largándome una tediosa, poco original, cansina y deslavazada catilinaria contra mi persona y los comentarios que hice a cerca de otro artículo de opinión, que me pareció un insulto hacia España y una falta de respeto hacia democracia de la que nos dotamos. Creo que se llama Angel Padilla aunque, si quisiera serles sincero, más bien me parece un “padillo” con ínfulas de lobo feroz, que nos amenaza con las furias del Infierno si nos atrevemos a dudar de sus ideas, de contradecir sus axiomas anarquistas o de argumentar contra la sarta de tonterías que, entre intentos de dogmatizar y carencia de otra cosa que no sean fuegos fatuos emanados de un cerebro que parece que ha entrado en plena putrefacción, mucho nos tememos que poca cosa podríamos encontrar en este cúmulo de frases discordantes y disonantes vertidas al tun, tun, sin otra razón que un evidente intento de desquite hacia mi persona por haber tenido la “osadía” de entrar en un terreno que, por lo visto, consideraba como vedado particular de caza, en el que se creía ser el depredador alfa…

Y ya que se proponía darme un escarmiento (a su particular manera, por cierto), lo primero que debía haber hecho, si su irritación no le hubiera nublado el entendimiento, hubiera sido escribir correctamente mi apellido que no es, como usted escribe, Massenet, sino Massanet, aunque no quiero ver en ello más que un error. Me complace extremadamente que califique mis argumentos como “un batiburrillo de ideas” porque, al menos, me concede que son ideas y no, como ocurre con su contestación, vulgaridades doctrinarias, tonterías sin conexión lógica alguna y despropósitos a punta de palo, todos ellos en un maremágnum de conceptos que, seguramente, le hubiera costado descifrar al mismísimo Baltasar de Gracián, el gran maestro del conceptismo que, con su particular estilo, denso y concentrado, seguramente hubiera tenido grandes dificultades en desentrañar su contenido; cuanto menos le ocurriría a un simple articulista, como yo, que solo ha sido capaz de ver en él un cúmulo de tópicos comunistas, anarquistas, negacionistas, derrotistas y, por supuesto, carentes del más mínimo sentido de la lógica.

Sin duda está usted en su derecho de querer vivir en un mundo inexistente y pretender hacer cambiar la naturaleza humana, desde hace de más de 350.000 años de la aparición del homo sapiens hasta nuestros días; en un ejercicio ilusorio consistente en pretender crear un mundo idílico, en el que todos fueran santos y que los dictadores que hoy existen desaparecieran (qué curioso, parece ser que los que hoy conocemos como tales, todos pertenecen a esta izquierda que tanto le parece gustar a usted: Nicolas Maduro, Ortega, Los Castro, Kim-yong-un, etc.). Como ya le indiqué en mi anterior comentario, a la gente no se le da de comer con utopías, con flores, poesías o cánticos ni se curan las enfermedades con pociones mágicas, ni conjuros de brujos o discursos de iluminados. El progreso está en el trabajo, en el emprendimiento, en una buena enseñanza ( no en utilizar las universidades para aleccionar a los alumnos con ideas como las que usted pretende esparcir por su territorio de actuación), el esfuerzo individual, la excelencia, la ambición de mejorar y no esperando que el maná caiga del cielo, suponiendo que el vivir de las escaramuzas callejeras, las huelgas, la mal entendida igualdad o, como parece que usted se dedica a hacer, el convertirse en un falso apóstol del más puro narcisismo anarquista, de lo que espera sacar provecho ya que, al parecer, lo de dedicarse a hacer algo productivo parece que no le va demasiado. Sin duda es más cómodo dedicarse a victimismo social.


Ya que le veo tan interesado en la política, si me lo permite y, si no, me da igual, me gustaría darle un consejo. Dé, de tanto en tanto, un vistazo al resto del mundo y no se ciñas a España. Podrá ver un panorama desolador y, vea qué curioso, donde parece que más miseria hay no es precisamente en países en los que el capitalismo, la libertad de mercado, las libertades individuales, la financiación bancaria, la productividad y la competitividad son las bases de sus respectivas democracias y vea, por el contrario, aquellos lugares en los que se viene practicando estas peregrinas teorías de la igualdad sin mesura, de la supresión de la autoridad y de los sistemas asamblearios, del caos libertario y de la supresión de cualquier tipo de control de las masas, de estatalización de la economía y de recorte de la iniciativa privada, de la censura de la prensa y del control de la vida de los ciudadanos al estilo del Gran Hermano de Orwell, y díganos lo que ve. Compare, si es que quiere hacerlo, lo que está sucediendo en Venezuela, Bolivia o Ecuador y, vea los resultados de estas políticas que usted parece decidido a apoyar, en las que todas aquellas promesas de sus dirigentes a los ciudadanos, no han sido más que vergonzosas artimañas totalitarias para que, unos pocos, aquellos mismos que se dan golpes de pecho presumiendo de estar trabajando para el pueblo, se hagan con el poder, se valgan de un ejército comprado y corrupto para mantenerse en el poder, mientras aquel pueblo al que se llevó a la revolución en contra de la derecha, ahora se encuentra en una situación de mayor pobreza, indigencia y desamparo, en manos de los dictadores de turno, que no aceptan ningún tipo de democracia y se mantienen, por medio de la opresión y la fuerza, en su gobierno absolutista lejos de aquella democracia que ofrecieron a sus pueblos.


Vaya usted largandos sus oscuras peroratas, siga intentando engañar a aquellos ilusos que le escuchan sin saber que se hallan ante un peligroso orate que se vale de su oscurantismo intelectual para intentar arrastrar a la masa, mucha de ella ignorante y propicia a la revolución que, maliciosamente, se les presenta como la solución a sus problemas y todo ello, sin percatarse de que, detrás de unos discursos que no entienden, se halla la maquinación, la mentira, la negación de la realidad, la ambición personal y, en muchos casos, el rencor, la envidia y el verse incapaz de alcanzar lo que otros, con su trabajo y esfuerzo, han conseguido lograr.


Y un comentario a la imagen, supongo que suya, de un sujeto que me recuerda a aquellas reproducciones del hombre del neandertal, con cara que nos trae a la memoria aquella efigie inquietante, tristemente famosa, de aquel individuo, Charles Manson, jefe de una secta americana, que asesinó a la esposa de Román Polanski, la actriz Sharon Tate; solo que ha querido añadir un detalle ridículo y fuera de lugar, con el que seguramente ha pretendido hacerse el gracioso. Del gesto obsceno de su mano mejor no hacer caso por ser propio, como era de esperar de un personaje de su catadura, de aquellos sujetos del lumpen social que, a falta de argumentos, recurren a esta clase de gestos que, naturalmente, los califican sin necesidad de más explicaciones. En todo caso, ha sido un placer contestarle y, tengo que decirle que no soy de los que rechazan la polémica ni, mucho menos, de los que se dejan intimidar por las bravatas chulescas de un sujeto como usted.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, cuando nos encontramos ante una situación como esta, en la que alguien que se cree que ha alcanzado la gloria, simplemente porque se ha juntado con toda esta gente dispuesta a entorpecer la vida ciudadana, romper escaparates, enfrentarse a las fuerzas del orden como los CDR o todos los que se ganan la vida a sueldo concurriendo, siempre los mismos, a cualquier “gesta gloriosa” de estas en las que se asusta a los transeúntes, se queman contenedores, se amenaza a los que no les secundan, se exhiben banderas comunistas o separatistas y se corean eslóganes en contra del gobierno, de la Iglesia o de las personas decentes que no comulgan con sus ideas revolucionaria; lo mejor que se puede hacer es contestar con el razonamiento, eludir entrar en discusiones bizantinas y defender, como es obligación de todo ciudadano que respeta las leyes y el orden, todos aquellos principios que ayudaron a que nuestro país, hoy en gran peligro de regresión, llegara a alcanzar de manos de nuestra cultura cristiano-romana. Y si hay alguien que no opine lo mismo, pues alla quien sea con sus ideas porque, la democracia, permite que cada uno piense lo que le dé la gana, siempre que respete las ideas del adversario aunque, claro, con el derecho de defender sus propias opiniones. ¡Ah! Se me olvidaba: si sigue obstinado en retarme, puede ahorrarse la mitad de su discurso porque, a mí, se me ha atragantado y no he podido seguir leyendo hasta el final.

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