Estamos ante un momento crucial en lo que respecta a la vida humana. Nuestros gobernantes, no desean permitir que quien ponga fin a la existencia del ser humano sea Dios, sino el crimen premeditado y auxiliado por sustancias químicas que aceleren el proceso cuando la persona decida terminar con su paso por el mundo terrenal. Estoy seguro, que los nuevos legisladores, se opondrán a la aplicación de la pena de muerte, ejecutada con substancias químicas o por inyección letal. Si verdaderamente nos oponemos a la pena de muerte, no entiendo porque deciden legislar a favor de la interrupción de la vida física. Es un contrasentido, al igual que el aborto: estamos ante el crimen más deleznable que puede caber en la mente humana: matar a una persona de forma premeditada, programada y estudiada. Tanto en un caso como en el otro, asistimos a un asesinato, ya que las personas no se pueden defender.
Otra cosa que no comprendo, es la eliminación de personas, solo por el mero hecho de tener enfermedades degenerativas o por temas de la “edad”. Las sociedades de todos los continentes, han venerado la “vejez” y siempre han protegido a los ancianos, ya que son pozos de sabiduría, a los que se les debe respeto, admiración, comprensión y cariño. ¿Que haría la sociedad sin los abuelos? Ellos, aman, cuidan y protegen a sus nietos, en ausencia de sus hijos, siendo siempre los soportes del conjunto familiar. Los mayores, aportan a sus nietos, momentos únicos e irrepetibles: leen con ellos, juegan, los alimentan, escuchan, comprenden y sobre todo los educan y quieren. No hay mejor premio para una persona mayor, que dedicarse a estar con sus nietos. Les cambia la vida, les dá fuerzas y sobre todo los hace “ilusionarse” de nuevo con sus pequeños retoños. Mientras están con ellos, no piensan en los achaques y son totalmente felices.
En el caso de los enfermos, son los predilectos de Dios. Decía san Juan Pablo II en un discurso: “Reconocer significa, además, garantizar a todo ser humano el derecho a desarrollarse según sus propias potencialidades, asegurando su inviolabilidad desde la concepción hasta la muerte natural. Nadie es dueño de la vida; nadie tiene el derecho de manipular, oprimir o quitar la vida, ni la de otros ni la propia. Y mucho menos puede hacerlo en nombre de Dios, quien es el único Señor y el más sincero amante de la vida”. Quizás ésto los legisladores no lo han pensado, pero los Estados, deben proteger la Vida, no promover que la sesguemos por imperativo legal. ¿Por que en vez de promover la cultura de la muerte, no legislamos a favor de la vida, la natalidad y la llegada de los hijos? Nuestros países, están en un proceso de regresión en materia de población. ¿No será más progresista hacer que nazcan niños/as, creando políticas natalistas que favorezcan su llegada?
También me llama la atención esta frase de san Juan Pablo II: Reconocer el valor de la vida comporta coherentes medidas desde el punto de vista jurídico, especialmente en defensa de los seres humanos que no son capaces de defenderse solos, como los que están por nacer, los discapacitados psíquicos, los enfermos más graves o terminales.
¿Por que no desarrollamos una política sanitaria adecuada y potenciamos los “cuidados paliativos”? España, se encuentra a la cola en materia de sanidad paliativa. Nuestra reivindicación debe ser siempre a favor de la vida. ¿Que puede suceder con las personas disminuidas psiquicamente? Debemos defender los estados de la vida, en todos los momentos en los que ésta se va dando. Por que de lo contrario, estará triunfando la cultura de la muerte, la aniquilación y la destrucción.
Si tan europeos nos consideramos, ¿por que seguimos sin condenar los excesos de los regímenes marxistas y nazis? Tanto los unos como los otros, cometieron las barbaries y atrocidades más grandes del mundo, en los campos de concentración repartidos por Europa. Si condenamos los totalitarismos que se dieron entre las dos Grandes Guerras, no podemos mantener una postura que promueva la cultura de la muerte. Hemos de ser consecuentes con la cultura de la Vida y defenderla con todos los elementos que tengamos a nuestro alcance. Solo de esta forma, seremos una sociedad libre, que siempre cree en los valores vitales y que se mueve, a favor de lo que nos dan libremente y de forma gratuita. VALE.
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