El oleaje nos impulsa a las orillas, arribamos frente a horizontes inciertos; la resaca nos retrotrae a los fondos subconscientes ocupados por gestiones turbulentas. No cabe duda, soñamos con plácidas aguas y todo son corrientes alrededor; todavía más, cada individuo arrostra en su interior notables fuerzas de incesantes arremetidas. Lo que nos lleva a la consideración de un contraste feliz, desconcertante y penoso a un tiempo. Lo llamaré INCONGRUENCIA vital, por cuanto anhelamos la calma estable, mientras aportamos una actividad tumultuosa desde la mente a los pies. Quizá se trate de una cuestión de grado, de si hablamos sólo de avatares naturales o añadimos incordios innecesarios.
Desde el polvo de estrellas hasta aquí, no ceja el dinamismo envolvente; las dimensiones suelen engañarnos. Las muy distantes o las moleculares las contemplamos como estáticas por el corto alcance de la mirada observadora. Su ensamblaje se refleja en los conocimientos adquiridos tras laboriosas exploraciones, reúnen las aparentes permanencias con los intercambios incesantes. Salpicadas por las INTEMPERANCIAS humanas, ignorando los ritmos naturales. Son intentos de ruptura utilitarista, sin un ápice de miramientos. El desliz de esas actuaciones orgullosas combate agresivamente sus bases constitutivas con evidentes signos de un deterioro general.
Sorprende esa necia disociación de los comportamientos humanos enfrentados a sus propias bases vitales. Sin embargo, esas salidas de órbita son frecuentes. En otro penoso ejemplo lo contemplamos. Me refiero a la DIVERGENCIA enajenada entre los funcionamientos individuales y colectivos; sobre todo cuando los entes colectivos no respetan al individuo hasta ahogarlo; o en el otro extremo, el individuo no repara en el colectivo. Esta deplorable desconexión ensombrece la vida cotidiana de manera incomprensible entre gente inteligente sabedora de la presencia inevitable de estos dos polos. Dos presencias simultáneas sujetas a un ensamblaje natural a pesar de los empeños en contra.
La introducción de sutiles matices capciosos en cualquier deliberación, puede abocar sin remedio a la confusión, con los peores presagios de cara a los resultados finales. Somos muchos los integrantes de la amplitud social, con la aportación de una inmensa variedad de características, el pluralismo es manifiesto. La cuña insidiosa desvía la valoración de dichos integrantes como personas, para considerarlos simples números. Ha ido deslizando la DIGNIDAD de esos individuos a planos secundarios. El acúmulo de unas cuantas voluntades decide sobre la persona concreta, costumbres, educación, comercio, censuras, sanidad e incluso abandonos o bombardeos sobre ciudadanos expuestos a sus maniobras.
Ese desliz despectivo con respecto a la dignidad del individuo será muy relevante para la vida en común; con repercusiones disgregadoras muy patentes en los ámbitos de plena actualidad. Si de algo se habla, es de las prerrogativas ligadas a las apetencias particulares, reclamadas como derechos; prolifera la manifestación de preferencias emocionales, egoísmos éticos, cuya sumación se erige en potencias reguladoras. Queda patente el desliz desintegrador que vengo mencionando, olvidamos la base del DERECHO radicada en el valor profundo de la persona. Detrás de su orillamiento se orquestan planes confusos con afanes de abusos totalitarios a costa de la gente corriente.
La fluidez de las manifestaciones particulares parte desde la intimidad de los sentimientos con sobresaltos emocionales, para encontrarse con el fragoso tumulto de los ambientes. La delicadeza de ese núcleo íntimo resultará primordial cuando tratemos de la personalidad del protagonista, si es que esta sigue interesando en estos tiempos. Su buen funcionamiento requiere condiciones adecuadas; sin ellas, el sujeto se descentra. Los usos habituales introducidos en la sociedad ESTRUENDOSA juegan en contra de aquellos cuidados y por consiguiente propician la discordancia, generadora de lamentables despropósitos y presente desde los primeros inicios participativos.
Al hilo de la frase de Hemingway, el viejo es viejo, el mar es mar, el tiburón es tiburón; así podríamos seguir, el necio es necio, el corrupto no ceja en su empeño, el gestor apegado al poder no se dedica a otro afán, el prepotente agresivo busca víctimas. Como vemos, la lista recaba ejemplos de cualquier esfera. Para poner en solfa con armonía dichos elementos es imprescindible conocer el paño, el cariz de cada participante, para tratar de ensamblarlos en su sitio adecuado, por el bien de todos. La HOMOGENEIZACIÓN resulta desastrosa porque en el fondo es falsa, mantiene engañado al público; sea en el grupo de líderes, ciudadanos de a pie o personas situadas en diversas agrupaciones.
El tiempo nos envuelve con su silencio inclemente, dispuesto a contemplar las ocurrencias de cuantos circulamos ajetreados. Desde aquí, destaca la profusión de regueros sinuosos de comportamientos insidiosos; generan amplios espacios inhóspitos, donde la vida pasa de la frustración a la crispación con gran soltura. Extraña eso de ceñirnos a los gestores mediocres, cuando existen las posibilidades de abrirse a la amplitud de la luz en círculos progresivos.
Necesitamos abandonar el seguidismo de las necias intemperancias, pesado lastre; para reivindicar con ahínco la PRESENCIA ilusionada de las personas con las mentalidades abiertas, para no quedar aprisionados.
Existe un matiz educativo digno de consideración como colaborador insidioso conducente a la disgregación social. De manera progresiva se introduce la eliminación del pensamiento particular, a base de evitar las deducciones lógicas en el análisis de las conductas, de seguir sólo el patrón establecido. Como ejemplo de ese talante, observamos la POSTERGACIÓN ladina de la enseñanza de la filosofía e incluso de las matemáticas. No por algún concepto o ecuación algebraica, sino por la repulsa dirigida hacia lo que representa la liberación intelectual para discernir las actitudes del entorno, dificultando así el saludable espíritu crítico. Todo a favor, sin duda, de los numerosos intentos manipuladores.
En esa diaria adaptación de los que vivimos a la creencia de lo que somos, los imponderables se suceden atropelladamente; a la hora de calibrarlos tropezamos con la incertidumbre propia del ser humano. Por eso se preguntaba el poeta, si los caminos están plagados de inseguridades, si las tinieblas abundan; porqué no venís, amigos, en plan de colaboración. El ANHELO está claro, clamamos por esa participación amiga para afrontar las vicisitudes, sufrimos a diario su carencia.
No es entendible como el filtro de la inteligencia persiste en su inactivación, dejando el campo libre a las actitudes discordantes, incluso maliciosas. La misma pluralidad debería impulsarnos al mejor entendimiento de la persona y la sociedad, como MANANTIAL de esa diversidad maravillosa, de su engarce natural.
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