El carácter acomodaticio de las actuaciones no presagia nada bueno, por lo que aporta de instalación poco participativa y por la ausencia de una adaptación dinámica a la evolución social. Es una evidencia notoria, ni del pasado conocido podemos estar seguros, del mismo apenas conocemos datos sesgados. Pese a lo dicho y conocido por todos, la ley del menor esfuerzo nos aboca a ese CONFORMISMO cercano a la negligencia. Ocurre en muchos sectores de la actividad humana, privados o públicos, siempre con esa tendencia indolente de no mejorar las cosas. Atascados en la rutina, acabamos por empeorarlas sin remisión. Conviene atender a este fenómeno que incide en la convivencia de todos.
Solemos abrumarnos unos a otros con las quejas referidas al como nos gobiernan en las diferentes facetas. Mientras tanto, inmersos en esta parafernalia lastimera, los comportamientos parecen corresponder a una galaxia distinta, ajenos a las quejas; su contumacia es insensible a la percepción de la gente. Es una divergencia nefasta, impide la posible labor correctora de sus desatinos. Metidos en esa serie de despropósitos nos enfrascamos en el ENQUISTAMIENTO de los malos procedimientos; convertidos casi siempre en el origen de proyectos nacidos desde bases mal orientadas. De ahí la urgencia de un remodelado permanente según las circunstancias del momento.
El carácter evolutivo marca el sentido de las cosas, si no hay evolución estaremos sentados, pero no seremos creadores de ningún sentido. Sin embargo, involucrados en esas tareas adaptativas, se pondrán de manifiesto las múltiples perspectivas desde cualquier ámbito de las actividades humanas. Por sus propias características será una tarea nunca finalizada al aparecer elementos nuevos despertando las inquietudes. Este panorama contrasta con la penosa tendencia a imponer decisiones en nuestra democracia, sofoca a todas luces el PLURALISMO; muy cacareado eso sí, pero combatido con fruición. La práctica desmiente a diario los pronunciamientos tan profusamente emitidos.
Las mentalidades no parecen haber cambiado tanto, más allá de la autodefensa, mantienen enhiestas las pretensiones de imponer sus decisiones a los demás; ratificando el poco respeto al carácter plural de las perspectivas. En esa dirección es evidente el sesgo TOTALITARIO implantado a la menor oportunidad en cualquier organización declarada como pluralista y democrática. En los partidos predomina el plegamiento servil al figurón de turno, los elementos discrepantes e incluso las bases de afiliados han sido desplazadas a planos secundarios. Esa actitud se extiende a los variados sectores de las instituciones, con los ciudadanos convertidos en usuarios acartonados.
No cabe duda que la profusión de medios informativos nos permite el acceso a toda clase de comunicaciones; cobrando especial relieve los mensajes lanzados con mayor potencia o los que multiplican sus emisiones favorecidos por los diferentes poderes. No hablamos de contenidos razonados, sino de la presencia turbulenta de aparentes realidades. A esa DESINFORMACIÓN se suman en primerísimo lugar los gestores políticos; aprovechan así la capacidad moldeadora de las opiniones ciudadanas. Por consiguiente, las dificultades para la concienciación individual se incrementan. Aquello de la participación ciudadana se convierte en un arma destartalada cuya poca consistencia se deja sentir.
En estos ambientes cobran especial relevancia los inductores manifiestos de los más perversos comportamientos nunca a favor del ciudadano común. Si oteamos el horizonte de la gestión pública, desde Ayuntamientos, Gobiernos, Monopolios empresariales u otras organizaciones; resultará fácil la detección de estos MECENAS impulsores de gran parte de las medidas adoptadas. En estos encumbrados personajes, dirigentes, jefazos o simplemente acaudalados fatuos, podemos apreciar la doblez de su posición corrupta, aunque pasemos de largo como si no la viéramos. Se encumbraron a expensas de exprimir al ciudadano y luego proceden a aprisionarlo con sus estratagemas.
Por supuesto, hay una lógica en las fórmulas adoptadas para las gestiones habituales. A estas alturas del guion no dudaremos que beneficien a quienes las pergeñaron utilizando todas las tretas imaginables. Fueron y son utilizadas en todos los sistemas políticos conocidos, a cual de ellos con más dureza. Eso no nos sirve de consuelo, se trata de mantener activo cualitativamente el sistema democrático considerado el más aceptable. Resulta imperativo que reaccionemos ante las decisiones INTEMPESTIVAS manipuladas por distintos timoneles de talante egocéntrico. Sorprende la escasa respuesta de tan gran número de personas afectadas por esos procedimientos abusivos.
Puestos a valorar el engranaje social tampoco resulta definitivo centrarse en las actuaciones venidas desde fuera para cada individuo. En muchas situaciones, la pandemia solamente es una de ellas, la violencia o la responsabilidad en las labores efectuadas, entre otras; se pone de manifiesto la doble cara del ciudadano ante los diversos retos presentados, la política entre ellos. Porque también se aprecia la DISCORDANCIA del descontento generalizado ante la gran cantidad de malas prácticas, con la presencia tumultuosa de gentes perturbadoras de la buena convivencia con actitudes injustificadas. Los entuertos exigirían un mayor equilibrio desde el conjunto integrante de cada grupo social.
Con las sensibilidades desperdigadas de las actuales andanzas, los presagios ofrecen unos indicios claros de predominio para las fuerzas divergentes. Las poltronas con su atractivo mantendrán las directrices para mantener su potencia; a sus ocupantes les importan bien poco las posiciones rígidas de quienes resisten en las peores condiciones. En cuanto a los menos favorecidos, el conformismo no remediará las condiciones inconvenientes. La BRECHA adquirirá dimensiones estremecedoras con ese beneplácito indolente de las mayorías. Suenan las alarmas que no son escuchadas. La complicidad es preocupante, deja aletargadas las posibles energías vitalizadoras.
No sólo tratamos de los intereses económicos aunque su importancia sea notable. La modelación de los ambientes, de la calidad de los trabajos, los hábitos sociales, el conocimiento y los sentimientos se ven afectados por las diferentes tramas. Con una condición dominante, la VULNERABILIDAD toca siempre en la puerta de sufridores parecidos.
El deterioro de la credibilidad en las organizaciones actuales, la pérdida acentuada de la confianza, la incoherencia implantada de lleno, son muy patentes. Urge por lo tanto la reconversión de los REQUERIMIENTOS, si de verdad la presencia de las personas mantiene su interés. Su desaparición práctica en el funcionamiento habitual adquiere tintes sombríos.
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