Los cristianos nos encontramos cada día en la lucha constante entre la fe y la razón. Hoy empieza el tiempo de Adviento. Un tiempo de preparación para la venida del niño Dios a nuestras vidas. Una situación más que suficiente para replantearte por donde andan esas dos premisas: la fe o la razón. Decía el Papa Juan Pablo II que “la fe y la razón son las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”. De vez en cuando realizo un ejercicio que estimo que es muy adecuado para mi espíritu: recitar despacio el Credo y calibrar que me ayuda a asumirlo; si la fe o la razón. Al final siempre llego a la misma conclusión. Mitad y mitad. Entonces recurro a un axioma que me ayuda a afrontar mis dificultades teológicas. La fe es la capacidad de aceptar las dudas.
Cuando a lo largo de una conversación seria (no esas de sobremesa que acaban hablando de lo divino y de lo humano) alguien me pregunta por mi fe, siempre contestó lo mismo. Soy un hombre de poca fe. Y me baso en los evangelios. Si tu fe fuera como un grano de mostaza… moverías montañas. Yo no soy capaz ni de derribar un montón de arena. Pero me conforme con ser consecuente con la poca fe con que cuento. La fe sin obras es una fe muerta –decía el Apóstol Santiago-. La fe es un don de Dios. Hay que pedirla con fuerza. Mi buena noticia de hoy es que tenemos la oportunidad de introducir en nuestras vidas ese Dios niño que nace en cada uno de nosotros. Si lo permitimos. Por la razón de la sinrazón. Ha comenzado el tiempo más hermoso para los cristianos. Una oportunidad de hacer un hueco en nuestro corazón en el que podamos cultivar nuestra fe. Si lo miras detenidamente, la razón que nace del misterio te permite iluminar tu vida y soñar con que un día toda la fe que vas acumulando, se convierta en certeza cuando tu corazón se vaya liberando de prejuicios y de negatividad. Es básico tener en cuenta una oración que proclama el mismo Jesús y que recoge el evangelio de San Lucas: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad”.
Tengámoslo en cuenta. Eso espero. Yo tomo nota.
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