“La dictadura es como un aria que nunca se convierte en ópera”, Emilia Pardo Bazán Empezamos un nuevo año, como lo hacemos en cada ocasión que se repite el ciclo. Sin embargo, este año tiene la particularidad de ser el que precederá a unas nuevas legislativas en las que el gobierno socio-comunista que ocupa el poder deberá someterse a lo que decidan las urnas, refrendando o censurando lo que ha sido la última gestión que han hecho desde su paso por la política española.
Sin duda alguna, si la legislatura hubiera transcurrido por los cauces normales, ahora sería el momento en el que cada formación, cada partido político, cada uno de los apoyos actuales del Gobierno, empezarían a marcar diferencias, a acentuar lo que no comparten con sus actuales socios o a censurar aquellas políticas con las que no coinciden, para señalar ante sus electores sus divergencias con aquellos con los que, por aquello de las similitudes electorales, han estando formando parte de la coalición que gobierna o la han apoyado en el Congreso de diputados.
Pero lo que sucede es que la legislatura, que ya tiene fecha de caducidad, no ha discurrido como se ha dicho por los cauces normales, más bien ha adolecido de anti tipicidad con respecto a los que debería haber sido. Porque hemos tenido un Gobierno que no se ha preocupado, en absoluto, por lo que debería haber sido su leitmotiv o, lo que es lo mismo, por los temas que son los que verdaderamente preocupan a los ciudadanos, los que condicionan el bienestar de los españoles o los que ayudan al país a mejorar su economía, situarlo entre los más prósperos de Europa y los que más han crecido respecto a los de la competencia.
Si en algo se ha distinguido el ejecutivo del señor Pedro Sánchez ha sido, sin duda alguna, por su perseverancia en continuar actuando como si siguiera en campaña electoral, especialmente en lo que respeta a seguir atacando con fiereza a la oposición de derechas, con la que no ha querido llegar a ningún acuerdo, a la que ha estado intentando destruir y con la que tiene intención de formar uno de estos llamados “cinturones sanitarios”, para impedir que ninguna de sus propuestas pueda prosperar en el Congreso, gracias a esta izquierda ramplona, rencorosa, tosca y, pese a que presumen de lo contrario, inculta y libertaria.
Como se podía esperar, cuando se llevan unos años en los que toda la labor de un gobierno se limita a intentar conservar los votos gracias a una política de subvenciones, de enchufes, de concesiones a los amiguetes, de indultos interesados, de sometimiento al chantaje de los separatistas y de vender al pueblo optimismo, sin que hay podido en ningún momento justificarlo con hechos materiales; el desgaste político no tarda en llegar. En general se puede decir que entre los españoles la clase política, tanto de derechas como e izquierdas, en cuanto a su valoración, está bajo mínimos.
Las encuestas y las empresas encargadas de realizarlas, otra de las cuestiones que están acabando con la paciencia de los españoles, no paran de intentar favorecer a aquellos que se las han encargado, arrimando el ascua a favor de las ideas que, sus patrocinadores, interesan defender. Cada medio de información tiene su propia empresa demoscópica de la que se vale para ir saturando semana a semana, mes a mes, sus publicaciones o sus emisoras de radio y TV, con una prolijidad de datos, estudios, previsiones, deducciones y pronósticos que, si bien, cuando faltan unos pocos meses para las elecciones, pudieran ser útiles para conocer las tendencias, es evidente que, una vez las urnas han decretado quienes han sido los ganadores, dejan de tener interés durante los años que transcurren hasta que se anuncia la celebración de los próximos comicios.
Pero cuando el gobierno socio-comunista se percata de que sus previsiones no se cumplen, de que los millones que se comprometieron en recaudar no llegan, de que Europa no da sus subvenciones con la facilidad que se esperaba o que surgen imponderables, como la pandemia del coronavirus que, por añadidura, los cogen sin preparación ni medios, y deben hacer malabares para que los españoles sigan confiando en ellos, sin que sus esfuerzos para lograrlo y la serie de embustes que se inventaron, con científico incluido, para justificar sus errores, les hayan servido para nada. Entonces les entra el pánico y, como recurso último, lo que hacen es tirar el balón hacia delante, aunque ignoren en qué dirección acabará yendo, con el objetivo de que quienes acaben pagando sus deficiencias sean los gobernantes que recojan el testigo en una próxima confrontación ante las urnas.
Pero, a Pedro Sánchez no le basta con acabar la legislatura y quiere más. Sacrificando lo que deba sacrificar, cediendo a los separatistas en sus peticiones o inventando lo que fuere necesario para seguir convenciendo a los votantes de que deben confiar en él, el presidente español va a seguir intentando vaciar de contenido nuestra Constitución, dictar decretos uno tras otro, para aprovechar su mayoría parlamentaria para que se aprueben, sin discusión ni confrontación, con los miembros de la oposición a los que se les impide poder resaltar aquellos puntos que consideren que debieran ser tenidos en cuenta. Una costumbre muy peligrosa y que induce a pensar que la democracia y sus formas de actuar corren serios peligros de convertirse en agua de borrajas, si los que actualmente ocupan el poder empiezan a pensar que, por los medios tradicionales, pueden perder el poder y deciden utilizar su fuerza para impedir que se sigan utilizando las formas de elección tradicionales para que el asalto al poder se alcance por medios totalitarios.
El hecho de que, en el bando de Podemos, haya surgido una candidata a dirigir el partido, en sustitución del desaparecido Pablo Iglesias, en la persona de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que con sus sonrisa de buena persona, sus maneras conciliadoras, sus procedimientos amables y su gran ambición política; apoyada, no lo olvidemos, por la alcaldesa de Barcelona, otra comunista totalitaria, parece que lleva la intención de segarle la hierba de debajo de los pies al señor Sánchez, con la intención de luchar por arrebatarle el puesto.
Pero, entre tanto, ¿qué es lo que está sucediendo en la derecha? Nada que nos lleve a tener la confianza en el gran vuelco que esperábamos para las elecciones próximas. Las rencillas internas, los egoísmos personales, las camarillas y los grupos de presión, se han convertido en quienes, con toda facilidad, pueden dar al traste con lo que hace unos pocos meses se consideraba como una posibilidad, cada vez mayor, de que Casado podría sustituir a Sánchez en la presidencia del gobierno español. Cuando la señora Ayuso consigue para el PP un gran triunfo de indudable trascendencia para el resto de España, en Génova ya se empiezan a despertar susceptibilidades que preocupan a aquellos que se consideran con posibilidades para ocupar la presidencia del país, incluso los que, como Pablo Casado, se encuentran en primera fila en cuanto a ser aspirantes a tal empleo.
En Andalucía el señor Moreno Bonilla parece que quiere imponer su propio criterio, convencido de que en Andalucía es imprescindible para el PP. Puede ser que lo sea, pero estamos ante otro caso de convivencia del presidente andaluz con Ciudadanos y, al parecer,dispuesto a llegar a acuerdos con los socialistas en diversas materias, todo ello sin el placet de Génova y, con toda seguridad, con la oposición de una parte importante del electorado del PP, que ven con disgusto como se están llegando a entendimientos con un partido que está llegando a acuerdos con Bildu y que está gobernando con los comunistas de Podemos.
Y queda el tercero en discordia. VOX es, sin duda, el partido que tiene más claros sus objetivos. Desdeñado desde el PP, que ha decidido entrar a enfrentamiento a cara de perro con ellos, no se sabe bien si como una treta electoral o para impedir que se le considere como amigos de estos llamados de extrema derecha, que es como mencionar la soga en casa del ahorcado cuando se trata de esquivar los golpes de la izquierda que intenta, con bastante éxito, demonizar a VOX y considerarlo como uno de los compañeros de fatigas del PP. En realidad, VOX se ha venido a más y piensa que puede considerar el tener unos buenos resultados electorales, sumando miembros descontentos por la aparente falta de energía del Casado en sus enfrentamientos en contra de Pedro Sánchez; a pesar de que, en sus últimas apariciones públicas da la sensación de que, el líder del PP, está intentando dar la batalla a la izquierda con más energía de lo que venía haciendo en ocasiones anteriores.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, contemplamos la llegada del 2022 como un año preelectoral en el que la política, como ya lo ha venido siendo en los que lo han precedido, puede dar mucho juego si los que se están jugando el ser o no ser, saben utilizar bien sus cartas. Esperemos que el Covid 19 y sus derivados no contribuyan a hacer menos llevadero este último ejercicio, en el que es evidente que vamos a tener que contemplar batallas, sin contemplaciones ni concesiones, entre todas aquellas formaciones políticas que se van a jugar, esperemos que, en las urnas, quienes van a ser los que se hagan cargo del destino de España. Una elección poco afortunada que diera el poder, por cuatro años más a las izquierdas, con toda probabilidad podría ser la puntilla para la España democrática.
Y una frase ad hoc con el tema de este comentario. Se la debemos a Otto von Bismarck y dice así: “Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”
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