Estamos asistiendo, gracias a las redes sociales y a la TV, a una retransmisión diaria de la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso y que tal como está transcurriendo, se asemeja el pasaje bíblico de la lucha de David contra Goliat: “Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano”. (Samuel17,49-50). Este sería, sin duda, el final que todos desearíamos de esta desigual guerra.
Es evidente que el pequeño Zelensky está ganando la batalla de la información, mostrándose diariamente al mundo como un héroe dispuesto a morir por su patria e insuflando a los suyos ese espíritu de sacrificio y patriotismo que solo los grandes líderes son capaces de contagiar. Sus patrióticas y sentidas intervenciones, desde su refugio de guerra, para el Congreso de los EEUU, el Parlamento Europeo o la Cámara de los Comunes, pasarán a la historia al igual que lo hicieron en la radio, los vibrantes discursos de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial.
Cinco millones de seguidores en Twitter o quince millones en Instagram son las hondas y piedras que Zelensky está lanzando contra los tanques, la artillería y las bombas que están masacrando al pueblo ucraniano y que está haciendo despertar la conciencia en los EEUU, Reino Unido y la Unión Europea, de que lo que está en juego no es solo Ucrania sino la supervivencia del orden occidental. Pero no estamos solamente ante una batalla de sentimientos patrióticos, como los que con todo éxito está removiendo a su favor Zelensky. Estamos ante una guerra de intereses geoestratégicos y comerciales donde el abastecimiento energético condiciona acercamientos insospechados, como los de EEUU a Venezuela o donde también la débil Unión Europea, dependiente en su mayor parte del gas ruso, solo sabe dar una respuesta al acogimiento de los millones de refugiados que huyen despavoridos de la matanza criminal de Putin, mientras China medita que movimientos hacer en el tablero de este grave conflicto.
No conviene olvidar también que España tiene otros intereses no menos importantes en la frontera Sur de Europa: una amenaza permanente de Marruecos sobre nuestras ciudades autónomas de Ceuta y Melilla con el violento desbordamiento de una inmigración subsahariana y magrebío una provisión muy importante de gas por parte de Argelia, incluso para Europa, y cuyo abastecimiento pende de la tensión entre ambos países magrebíes.
Pero estemos tranquilos. Según Sánchez de todos nuestros males y de los que nos puedan venir en esta época aciaga para el mundo, ”solo la guerra de Putin es la culpable”. Franco ha muerto.
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