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Las cinco gracias

No podemos abdicar, son cinco gracias imprescindibles
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 6 de mayo de 2022, 10:11 h (CET)

Al menos vislumbro unas cuantas, pongamos cinco y entremos en consideraciones. Van desde el humor a las más altas cualidades, enfrascadas por lo general en un arduo enfrentamiento con las trapacerías urdidas a mansalva. Si no derrotadas en los ambientes exultantes, las apreciamos un tanto veladas en medio del bullicio. Ese retraimiento se refleja en el ámbito tenso e insatisfecho extendido por doquier. Aunque anhelamos un revulsivo eficaz para promover los recursos oportunos, en las actitudes predomina una INDOLENCIA nefasta. Es buen momento para la reivindicación del buen donaire inteligente que preste atención y active aquellas entidades capaces de sacarnos del marasmo ante las cuitas acechantes.


La importancia de estos asuntos contrasta con la habitual dificultad para definir con precisión a las entidades cualitativas. Solemos acudir con presteza a las relaciones numéricas, aunque sean renqueantes, dan el pego aparentando una precisión no siempre extensiva a cualquier concepto. En esto de las DEFINICIONES, nos desenvolvemos con un desparpajo confuso. Atribuimos significados a meras apariencias, mientras negamos o no hacemos caso de la consistencia de conceptos ligados al meollo del ser humano. La vida, el amor, el arte, se sienten, pero se concretan mal. Eso sucede con las gracias comentadas hoy respecto a ciertas entidades,     que además nos exigen respuestas prácticas.


No todo se reduce a las tres figuras de Rubens y de otros artistas; existen otras muchas de diferentes características, referidas a otros aspectos de la vida. En atención a ciertas carencias ambientales de actualidad, menciono a cinco candidatas echadas de menos. Comienzo con el indriso sugerente:


Cinco GRACIAS


El gracejo no alcanza la gracia.

Cuando la inspiración aparecía,

La inquietud aminoraba su porfía.


Sin aturdirnos al son de la queja,

Con tino la sinceridad bosqueja

La faz transparente de la madeja.


Insuperable semillero sería,


Abocado a colosal armonía.


En espera del revulsivo que no acaba de surgir, aturdidos por la actualidad redundante, caemos en el refugio tentador de la indolencia. Desde ese refugio contemplamos el derrumbamiento de muchos ánimos insatisfechos. Esa postura no augura nada bueno desde su pasividad. Por eso se impone el redescubrimiento del mejor inconformismo para sacar a flote esa INQUIETUD vitalizadora imprescindible, como primer paso en beneficio de las personas implicadas. Como decía, no será fácil concretarla, pero es de una claridad meridiana, esté activa o no, sin discusión. Sirve como detonante, es un impulso exigente, nos lanza al esfuerzo necesario para plantar cara a los impedimentos adormecedores.


Aunque respetemos la intimidad como ese mundo interior intransferible, no habrá manera de esquivar sus repercusiones al establecer los contactos con el resto de personas. Surgen rasgos poco controlables incluso para los propios protagonistas. La espontaneidad de los instintos o de las emociones, el ardor de las pasiones, aparecen tenaces y revoltosos en ese sentido. Aún con todo ello, cobra especial relieve la práctica de la SINCERIDAD en la insoslayable presencia social en el grado que sea. Las mentiras, medias verdades, rumores sin control, son la mejor demostración del requisito imprescindible de la sinceridad para entendernos. Entre callar, pensar, decir y actuar, tenemos opciones de sobra para los buenos entretenimientos gratificantes.


Disponemos de capacidades limitadas, lo cual implica la necesidad de delegar en otras personas para conseguir determinados objetivos. Como consecuencia, solemos participar en acciones desconocidas sin ser conscientes de lo que se cuece ni estar presentes. Pero también se guisa la olla en sentido inverso, los agentes externos generan acciones que nos afectan, sin autorización por nuestra parte. En esta especie de controversia, sobre todo en la gestión pública, con frecuencia se derivan efectos indeseados, abusos, con solapamiento de fondo, escondiendo a los beneficiarios. De ahí la gracia de mantener una TRANSPARENCIA coherente con los asuntos gestionados, en ella nos va la dignidad de los asociados.


Cuando más difícil se presenta el atrincherarse detrás de una verdad, ya que apenas se distinguen pequeños residuos de alguna de ellas; las proclamas altisonantes se ciñen a los intentos uniformistas. En cualquiera de las agrupaciones no se permiten las discordancias, si las hay deben permanecer en silencio. Dicha obsesión no apaga la multiplicidad de impulsos subyacentes; transformados por lo tanto en frustraciones latentes. La diversidad se amplifica a través de los dinámicos espacios cibernéticos, el disimulo no logra esconderla. Para responder a los principales poderos uniformantes, hemos de orientar el discurso y sobre todo las actuaciones hacia el logro de una ARMONÍA de la pluralidad, el nuevo arte en ciernes.


Es más, las variaciones también presentarán sus credenciales a la hora de contar con cualidades beneficiosas; aportarán sus propiedades adaptadas a los sectores vitales de la comunidad. Desengañados de una igualdad y una justicia aún por descubrir, puesto que sus mejores condiciones no se detectan; a ver si al fin se activa el verdadero reto de ponernos a razonar en serio y trabajar a continuación, para lograrlas. Si algo percibimos con claridad es la escasa consistencia de los subterfugios, se derriten al mínimo hervor. Ya no es cuestión de talantes ni posicionamientos, sino de ACTUACIONES consecuentes, sacando a relucir las particularidades propias dispuestas a compartir posiciones, pero repudiando las sumisiones.


Al ritmo de la actualidad rampante, no podemos permitirnos descuidos frívolos si pretendemos oponer alguna resistencia a la degradación de la convivencia. Alrededor de la vulgaridad apenas encontraremos rasgos deplorables. Sólo elevando la mirada hacia la CALIDAD de los horizontes será posible el hallazgo de pequeños oasis entrañables. En esa labor convienen las colaboraciones ambiciosas bajo los enfoques dialécticos que aclaren las ideas, con las rectificaciones asomando.

La disyuntiva se nos presenta con rasgos radicales, pero también con evidencias de CLARIDAD, que no son difíciles de percibir. Si uno se detiene a pensarlo, pronto se percibe el desasosiego tras determinadas actitudes; o bien, la convicción de haber elegido buenos senderos. A partir de ahí, cada uno decidirá.

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