Así empieza Llàtzer Moix su escrito Soldados de la verdad: “Cada día vemos en los telenoticias soldados y voluntarios ucranianos armados y dispuestos a defender su país. Cada día vemos en la tele periodistas que defienden la verdad con el micro y la cámara, con el boli y bloque de notas. Estos no llevan uniforme, pero también se les puede llamar – soldados de la verdad -. Su valentía no desmerece la de aquellos que empuñan armas”.
Hoy como siempre se da un duelo entre la verdad y la mentira. No es un combate singular según las normas del código de caballería debido a que la mentira juega sucio. Utiliza la oscuridad a la hora de emplear sus armas contra la verdad. La mentira desconoce qué es caballerosidad. Maneja los golpes bajos para imponerse. Desconoce qué es el honor a la hora d enfrentarse a la verdad.
Los poderosos, Putin es un caso de rabiosa actualidad. Utilizan el poder para cambiar las leyes que les permiten castigar duramente a quienes se atreven a disentir de lo que ellos consideran su verdad. La verdad a la que se refiere Moix tiene muchas caras que se tienen que respetar si se combate con honor. El respeto mutuo es la garantía del progreso. Es la esencia de la democracia. Como muy bien dice Moix, los soldados que defienden la verdad no llevan uniforme ni van armados. La defienden con el micro y la cámara, con el boli y el bloque de notas. Por ello debe defenderse la libertad de prensa y de pensamiento. La sociedad necesita a estos civiles que empuñan el micro y el boli para describir lo que ven.
Detrás de los civiles que defienden, los unos la verdad y los otros la mentira, no es lo que más nos tiene que preocupar. Es la lucha entre el bien y el mal que se desarrolla en el campo del espíritu. Esta lucha hace milenios que actúa. Empezó cuando Luzbel y sus ángeles se sublevaron contra Dios para intentar destronarlo. No lo consiguieron. ¿Por qué Dios no los destruyó? Las cosas secretas pertenecen a Dios y no nos incumbe a nosotros intentar conocerlas. Es una pérdida de tiempo intentar saber lo que Dios se reserva para sí. Lo que sí sabemos es que esta guerra iniciada en los ámbitos celestiales continúa aquí en la Tierra. En esta lucha se ha visto involucrado el ser humano porque Satanás quiso destruirlo. En parte lo consigue porque una buena parte empezando con Adán desobedeció a Dios y se puso a las órdenes de Satanás que es el padre de la mentira. De ahí que las falsas noticias se fabriquen como churros y se persiga la verdad sin tener en cuenta el código de honor.
El apóstol Pablo escribiendo a su discípulo Timoteo le dice: “Tú, pues, soporta las aflicciones como buen soldado de Jesucristo” (2 Timoteo 2: 3). No se espante el lector. Ser un “buen soldado de Jesucristo” nada tiene que ver con las milicias cristianas promovidas por la extrema derecha. Pablo lo deja bien claro: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, porque las armas de nuestra milicia no son carnales” (2 Corintios 10: 3, 4).
Los soldados ucranianos que luchan para defender su tierra están equipados con todo lo necesario para enfrentarse a su enemigo. El “buen soldado de Jesucristo” se enfrenta a un enemigo muy fuerte que se llama Satanás. Para combatir en esta guerra que es de carácter espiritual con el propósito de “derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Corintios 10: 5), “debe fortalecerse en el Señor y en el poder de su fuerza. Vestirse con toda la armadura de Dios, para que pueda estar firme contra las asechanzas del diablo. Porque no tiene lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Efesios 6: 10-13).
A continuación, el apóstol Pablo utilizando una analogía la del equipo del soldado romano con el que utiliza el soldado cristiano para salir victorioso en su lucha contra el padre de la mentira: “Ceñidos sus lomos con la verdad, y vestido con la coraza de justicia” (v. 14). La verdad de Dios y su justicia protegen una parte del alma del soldado cristiano. Sin ello está desprotegido de los dardos de fuego del enemigo. “Calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz” (v. 15).
El cristiano es llamado a difundir el Evangelio por todo el mundo. No puede permanecer encerrado en su casa esperando que los otros soldados cristianos luchen por él. No tiene que salir al campo de batalla cubiertos sus pies con un zapato y una alpargata. Tiene que calzar unas botas que le permitan andar cómodamente por el terreno agreste por el que tiene que avanzar anunciando la paz que Dios ofrece a los hombres en Jesús. Un mundo convulsionado por infinidad de tumultos el mensaje del evangelio de la paz de Dios debe extenderse cuanto más mejor. “Sobre todo toma el escudo de la fe con que puedas apagar todos los dardos de fuego del maligno” (v.16). La lucha contra Satanás no puede hacerse con armas carnales como se ha hecho a menudo a lo largo de la historia. La violencia oprime pero no convence. Satanás, al verse acorralado no permanece impasible arremete contra sus enemigos con todo su furor. De ahí la importancia que el soldado cristiano coja con firmeza el escudo de la fe. “Someteos, pues, a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4: 7).
El soldado cristiano no es un recluta. Es un veterano bregado. Por esto “toma el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios” (v. 17). El soldado cristiano es alguien que sabe en quien ha creído. En el fragor del combate la diarrea que provoca el miedo no lo inutiliza para luchar. El soldado cristiano no es un lobo solitario que va a la suya. Forma parte de un ejército disciplinado que todos a una luchan contra el Maligno. Por esto “ora en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y vela en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (v. 18).
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