Escribió Montesquieu al hablar de Roma, que cuando las legiones romanas cruzaron los Alpes y el mar, durante campañas de conquista, los generales que ocupaban los países sometidos sentían su propia fuerza y dejaban de obedecer las órdenes de Roma. Con esa dinámica, era frecuente que al volver de sus victoriosas campañas, los generales regresaran para asumir como emperadores. Las campañas militares exitosas siguieron siendo un ascensor que condujo a los comandantes a la cima del poder político a través de los siglos, de Julio César a Bonaparte.
En la América Latina durante la guerra fría, la Doctrina de la Seguridad Hemisférica durante la Segunda Guerra Mundial, y su sucesora la Doctrina de la Seguridad Nacional después, fueron a su turno impulsoras de la militarización del poder político tan efectivas como las victorias de las legiones romanas en sus campañas de conquista.
Por supuesto que hubo excepciones para confirmar la regla, sobre todo en lo que alguien llamó "cementerio de teorías" refiriéndose a Paraguay.
Las revoluciones y golpes de estado promovidas por intereses extranjeros a la región, abundan en la historia sudamericana, pero la revolución paraguaya del 17 de febrero de 1936 escapó a esa norma. Del abismo de los tiempos, resurgió la fórmula de Montesquieu cuando un hombre encarnó al héroe popular que contrarresta la depresión de un pueblo sojuzgado.
Se trataba de Rafael Franco, el hombre que se había convertido en protagonista decisivo durante la Guerra del Chaco, episodio que inspiró profusa bibliografía y filmografía. Rafael Franco fue consagrado como el ídolo de los oficiales que habían ganado la guerra contra Bolivia, y eso le valió ser convocado para presidir provisionalmente la República del Paraguay en 1936.
Fue el gran momento de la historia paraguaya, breve pero intenso. Duró muy poco, a diferencia del recuerdo. Cuando volvió definitivamente de un exilio de cuatro décadas, ni siquiera su antagonista político Alfredo Stroessner, resistió la tentación de reencontrarse con el Rengo León, como sus fanáticos soldados llamaban a Franco.
Como al decir de Borges no existe el olvido, nunca es tarde para el deber de la memoria. LAW
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