Deberemos reconocer que en este país los separatistas, las izquierdas y toda la parafernalia que los rodea, disponen de toda una red bien pertrechada de propagandistas, tira levitas, beneficiados agradecidos y defensores a ultranza de aquellos que, contraviniendo las leyes, infringiendo la Constitución y enfrentándose, sin el menor pudor, al sistema democrático del que nos valimos para superar la transición del gobierno del general Franco a lo que, durante años, ha sido un sistema de gobierno basado en la monarquía parlamentaria.
Han logrado, paso a paso, ir minando las instituciones, ocupando los organismo del gobierno y haciéndose con todos aquellos resortes del poder que les están permitiendo avanzar en lo que, no acabamos de saber si se trata de establecer una república de izquierdas, una fragmentación de lo que ha venido siendo la nación española o, si como nos tememos, se puede tratar de una simbiosis de ambas cosas que, evidentemente, no puede tener otro resultado que el derrumbe de la autoridad, el fomento de la revolución y un cambio de régimen de tendencias filocomunistas, con el cuarteamiento de la nación con la cesión al separatismo de aquellas partes de la misma que se han caracterizado por irlas reclamando, hasta ahora sin resultado alguno, aunque sí con notorios avances, debido a la debilidad del actual gobierno.
Y, hete aquí, que un señor Pedro Sánchez, evidentemente desmejorado físicamente, huraño y belicoso, señal de que ya está perdiendo su flema habitual, no tiene otra ocurrencia que, en un discurso de tipo mitinesco, hablar de los acontecimientos de Cataluña, cómo si el hecho de la subversión de la Generalitat en el 2017, los subsiguientes acontecimientos de turbulencia callejera, el comportamiento inadmisible de los que formaron parte de aquella falsa consulta ilegal, que siguió al intento de proclamar la independencia de la autonomía; hubieran sido debidos al PP y no a las insidias, traiciones, cálculos erróneos y desinformaciones que pusieron en marcha aquellos que pensaron que conseguirían salirse con la suya.
Lo que sucede es que, un presidente de gobierno, no puede dejarse llevar por sus instintos primarios, no se puede permitir un lenguaje evidentemente incorrecto, para hablar de unos cuerpos, como son la policía nacional y la Guardia civil; no cabe dejar aparecer su carácter sectario en un discurso ante los representantes de toda la nación para calificar de “piolines” como despectivamente se los designan los traidores del separatismo catalán a ambos cuerpos de defensa del orden dentro de la nación española. Mal, muy mal e indigno en una persona que ocupa uno de los cargos más representativos del Estado.
Pero, en esta ocasión, nos hemos encontrado con un editorial de director de La Vanguardia, señor Jordi Juan, conocido por sus simpatías hacia el separatismo, la defensa del gobierno del señor Sánchez, no porque sea el mejor, el más adecuado o, simplemente el que mejor gestiona una situación complicada, sino porque sabe que cualquier gobierno de la derecha impediría el avance de las aspiraciones independentistas que él defiende. Este señor, bajo el título de “Una vergüenza nacional” se ha permitido dar rienda suelta a sus demonios interiores, confundiendo lo que, hasta ahora, han sido reclamaciones sin fundamento, actuaciones impropias, confrontaciones revolucionarias y celebraciones de referéndums ilegales, con actos legítimos de signo “democrático”, en lo que ha sido una confusión interesada y retorcida, que ha pretendido equiparar con algo democrática lo que no es más que, simple y llanamente, un intento clamoroso de independizar a Cataluña del resto de España.
Cuando Ud. habla de “policía patriótica”, con carácter despectivo,está refiriéndose a los cuerpos de seguridad del Estado, que se batieron el cobre en Cataluña en condiciones de inferioridad y sin ayuda ninguna de los mossos de escuadra y la policía municipal; no hace más que asumir que los que actuaban dentro de la legalidad eran los malos y los revolucionarios los buenos. Como siempre, antes de validar unas informaciones de El País, un periódico que ya sabemos en manos de quien está; antes de que cualquier tribunal de justicia se pronuncie; sin que exista otra evidencia que la de que han salido a la luz, como suele suceder con las informaciones de este sujeto impresentable conocido como Villarejo, en momentos en los que pueden favorecer a los socialistas y entorpecer los avances de las derechas ( algo que, por cierto, reconoce usted mismo en su comentario).
Usted, que sepamos no es policía, ni juez, ni quien puede legitimar unos informes que ha aparecido en un momento en el que socialistas y comunistas están en la cuerda floja, y que estaban necesitados de algo a lo que agarrarse, para evitar una debacle en Andalucía. Habla de pedir perdón, pero ¿ quién es el que ha de pedir perdón, el delincuente o quién impidió, o intentó hacerlo, la comisión del delito? Para reafirmarse en sus precipitadas y poco documentadas afirmaciones, el señor Juan, se apoya en las declaraciones del señor presidente, Pedro Sánchez, ¿un señor que prometió hasta la saciedad, que no es no, que nunca se aliaría con los comunistas y, al día siguiente de las elecciones ya se abrazaba con el señor Iglesias? o ¿uno que, en tiempos del Covid, se escaqueó dejando la responsabilidad de la lucha contra el virus al albur de cada autonomía? Alguien que nos dijo, cuando subió al poder, que los españoles íbamos a cambiar de vida, entrar en tiempos mejores, pagar la electricidad más barata etc. ¿Ha ocurrido así no? Pregúnteselo a los ciudadanos que están pagando más caro sus suministros, la cesta de la compra y cualquier cosa de la que dependa el bienestar de su familia.
La vergüenza nacional, señor Juan, son ustedes, los de este panfleto que denominan La Vanguardia y personas como usted, que no dudan en escribir algo tan absurdo y tendencioso como “La policía patriótica ha sido una vergüenza nacional y ya va siendo hora de que alguien pida perdón. Que sea usada ahora como arma de desgaste entre Gobierno y oposición no es óbice reclamemos contra ella y sus impulsores”. Usted mismo se contradice al reconocer un posible desgaste que pueda producir a la derecha, pero con su artículo viene contribuyendo de una manera harto evidente a que este desgaste se produzca. Claro que, como suele suceder, todas estas ignominias, acuérdese cuando cargaban con el rey Juan Carlos y, ahora cuando la Justicia lo ha liberado de cualquier responsabilidad, han sido incapaces de pedirle perdón.Cuando se equivocan en sus predicciones, cuando demuestran que lo que escriben no responde a la realidad, sino lo que les gustaría que sucediera; entonces se inventan alguna otra patraña, para evitar la vergüenza de reconocer su fallo.
Con el trato vejatorio que, desde las páginas de La Vanguardia, ha dado a los policías y guardias civiles, no ha hecho más que reafirmar la admiración, el aprecio, el apoyo y la completa confianza en nuestros cuerpos de seguridad, gracias a los cuales esta nación todavía conserva algunos aspectos que la igualan a las democracias de otras naciones. Como nadie sabe lo que va a suceder mañana ni pasado mañana, le recomendaríamos que rectifique ahora que está a tiempo, porque puede que, pese a sus ideas separatistas, algún día pudiera necesitar que las fuerzas del orden le ayudaran a defender a los suyos. Verá, como español que me siento, como persona de derechas y como defensor del orden y la democracia, todos estos inventos del separatismo obsoleto y de las identidades perdidas, me suena a algo casposo, demodé y fuera de lugar en un siglo, el XXI, en el que lo local, lo minúsculo, lo marginal, decaen ante situaciones como la crisis mundial en materia energética o las amenazas de una guerra nuclear por parte del señor Putín.
No es nada personal, porque no le conozco más que por sus escritos en el periódico que dirige, pero no vale todo para servir a quien pone el dinero para que su publicación pueda salir a la calle cada día. La voz de la burguesía catalana, sus frustraciones, su querer ser y no ser, sus ambiciones personales y todo lo que representa este catalanismo del más rancio abolengo, tiene, sin duda alguna, fecha de caducidad y, por si no me cree, puede consultar las encuestas de la misma Generalitat y vea lo que dicen sobre la juventud catalana, su uso habitual del castellano y su rechazo a una independencia de la nación catalana. Por algo será.
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