Como comprenderán no me refiero a estar inmersos en una guerra tipo militar. Me refiero a nuestra presencia en primera fila de lo que se denomina “ley de vida”: la aparición inexorable de la enfermedad y la muerte en nuestro ámbito más cercano. A lo largo de nuestra dilatada existencia hemos asistido a este proceso. Primero en nuestros abuelos, después en nuestros padres y ahora en nuestro propio círculo. Como decía con su sentido del humor habitual un amigo mío: “las bombas están cayendo a nuestro alrededor”. Creíamos que esta tesitura jamás nos iba a llegar. Pero, casi sin darnos cuenta, descubrimos que muchos de los que iniciaron esta andadura contigo, se van quedando en el camino. Aquellos compañeros de infancia, de juventud, de estudios, de las Milicias, de nuestros primeros trabajos, de toda nuestra vida, van desapareciendo de nuestra agenda telefónica o de nuestro grupo de whatsapp. Comienzas a remirar fotos o películas antiguas y vas descubriendo cuantos de ellos han abandonado este mundo y han pasado a mejor vida. Estimo que esto no deber entristecernos. Creo que es una buena oportunidad para dar gracias a Dios porque nos mantiene vivos en este mundo; con la salud y las fuerzas suficientes para dar un poco de cercanía y de servicio a los tuyos y a los demás. Creo que aquellas que se han ido, permanecen contigo mientras los tengas en tu recuerdo. Y así seguiremos tirando. La perdida de los seres queridos te impele a mejorar tu trato con los que aun te quedan y a ampliar tu nómina de amistades con aquellos, quizás de otra generación posterior, que te rodean.
También desde la “primera fila” se puede –y se debe- disfrutar de la vida. Recordando el pasado con cariño, viviendo el presente con alegría y dejando el futuro en las manos de Dios. Somos carne de cañón… pero seguimos vivos.
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