El fenómeno de los pinchazos para inducir a la sumisión química o para asustar a las víctimas. se ha convertido en uno de los temas noticiables del verano y, como no podía ser de otra manera, ya tiene un nombre: spiking. No es casual que se trate de un término británico ya que las primeras noticias de estas prácticas proceden de ciudades como Bristol, Brighton o Nottingham.
Fue en estas localidades británicas donde dio comienzo lo que ahora parece una “moda” delictiva. Sucedió en el último trimestre de 2021 coincidiendo con una mayor flexibilidad en la apertura de los locales de ocio tras las restricciones de la pandemia.
En el mes de octubre de dicho año la policía de ese país ya reportaba cerca de 200 denuncias relacionadas con la sumisión química. Dichas denuncias, y a pesar de que spiking alude a la acción de clavar, incluían también el vertido de sustancias tóxicas en las bebidas. Las redes sociales se inundaron entonces de testimonios y el revuelo en internet incluyó el boicot a discotecas y pubs.
Ahora, y después de que el pasado mes de marzo el Ministerio de Justicia de nuestro país reconociese que el 33% de las agresiones sexuales (una de cinco, de las producidas en los últimos cinco años) podría estar relacionada con estas técnicas, se suceden las denuncias en las redes sociales. La mayoría de mujeres que dicen haber sentido pinchazos, que tienen marcas de inyectables y que refieren síntomas de confusión, parálisis e irrealidad.
Para la psicóloga Pilar Conde nos encontramos ante una nueva manifestación de la cultura machista, en la que para someter a su voluntad a la mujer se anula por completo su capacidad de defensa y de intencionalidad. Detrás de estos comportamientos, considera la directora técnica de Clínicas Origen, “no solo está el interés sexual, sino el poder de sometimiento y de control sobre la mujer, así como en ocasiones presumir como si se tratara de una presa cazada, alimenta el ego machista”.
Otros dos factores que pueden incidir en el incremento de este tipo de conductas son, explica, la retroalimentación y el enaltecimiento que proceden de las “manadas” dentro de una cultura de la violación. También el consumo de porno, donde en muchos casos “la mujer tiene un rol de pasividad, donde se somete de manera voluntaria”.
Así, cuando ese sometimiento no se produce se buscan fórmulas para obligarlas a satisfacer los deseos sexuales de quienes no diferencian entre este tipo de relaciones y las consentidas, en una relación consentida y de respeto.
No criminalizar a los varones e incluirlos en la solución La inmensa mayoría de los hombres, destaca Conde, sí lo hacen y es también en ellos en quienes debería apoyarse la sociedad para poner freno a este tipo de actitudes y actos.
Los hombres, considera la experta, tienen que formar parte del cambio, del apoyo: “Tienen que ser también parte de la solución, ser sancionadores de estas conductas e integrar una red de apoyo conjunto hacia la mujer que se vea en condiciones de vulnerabilidad”.
Como medidas concretas, la psicóloga recomienda informar a los jóvenes, especialmente desde casa, de cuáles son los peligros a los que se exponen en estos casos, eso sí, siempre sin crear alarmas innecesarias.
Su consejo es hablar con ellos y preguntarles cómo se protegen, recomendándoles a la vez el apoyo, fundamental, del grupo de amigas y amigos. De esta manera, al establecerse un diálogo sobre el asunto, finaliza, son también los adultos quienes comienzan a sentirse más aliviados y tranquilos frente a los peligros del ocio nocturno.
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