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Los soldaditos de plomo del Kremlin

“El campo de batalla es una escena de caos constante. El ganador será el que controla el caos, tanto el propio como el de los enemigos”, Napoleón Bonaparte
Miguel Massanet
miércoles, 5 de octubre de 2022, 08:47 h (CET)

Hubo un tiempo en el que contemplar aquellas magnas demostraciones de fuerza, disciplina y precisión de los desfiles en la nación rusa, nos erizaban los vellos a cualquiera que contemplase aquella uniformidad, exactitud de movimientos, líneas perfectamente definidas y pasos milimétricamente ajustados de aquellos soldados, imponentes y marciales, que la Unión Soviética se ocupaba, mediante su poderoso aparato de propaganda, de que se proyectasen en todas las naciones de occidente. Sin duda consiguieron su objetivo, como lo han ido logrando aquellas otras naciones como Corea del Norte, China, India y otras en las que las izquierdas tienen un papel preponderante, interesadas en crear en el resto del mundo civilizado, la inquietante sensación de que nos encontrábamos ante naciones Zumosol, o, dicho en otras palabras, poco menos que invencibles, contra las cuales no parecía que existiera nación alguna capaz de oponérseles.


En todo caso, los más optimistas, pensaban que quizás los EE.UU de Norteamérica eran los únicos que, por su potencial económico, sus indudables avances tecnológicos y su conocidoaparato industrial podían, de alguna manera, oponerse a aquellas poderosas naciones comunistas y simpatizantes con el comunismo, a que nos hemos referido. Y ante la vista de lo que, a nuestro modesto juicio, no ha sido otra cosa que un espejismo creado por la eficiente mano de la KGB de la antigua Unión Soviética y que,  bajo tanto boato, exhibicionismo, muestrario de fuerza militar y uniformes impecables cargados de entorchados; cuando se ha tenido que demostrar, en Ucrania, en el campo de batalla, ante un ejército infinitamente más débil y una potencia militar que no permitía pensar, para el pueblo de Ucrania, más que en una derrota fulminante por parte de los rusos ( algo en lo que estaba pensando el mismo señor Putin); todo aquel  tinglado, aquellos militares impecables y aquel material de guerra de última generación se ha desplomado, como un simple castillo de naipes, sin que los que hemos estado siguiendo el escenario de operaciones de aquella desigual batalla, entre David ucraniano y Goliat ruso, hayamos podido dar crédito a lo que, de momento y no tiene visos de cambiar, se haya convertido en una aparatosa, incomprensible y humillante derrota para Putín y sus generales.


Y de todo ello se deriva una primera lección que, los occidentales europeos, debiéramos de aceptar con la humildad necesaria. En Europa seguimos pensando que somos el ombligo del mundo, de la cultura, de la experiencia, de las ideas, la filosofía y de la sabiduría diplomática. La UK lleva generaciones de políticos a los que se los ha venido considerando los más hábiles de la diplomacia, pero ello no le han librado a la Gran Bretaña de perder la mayoría de sus colonias, Alemania también sufrió su correspondiente castigo colonial y la gran España perdió de una manera ridícula y a causa de la incapacidad de sus dirigentes, sus abusos, latrocinios y sus despilfarros económicos, principalmente dedicando sus enormes recursos a financiar guerras con Francia y el resto de naciones europeas; todo su enorme imperio colonial. Los americanos se forjaron luchando para sobrevivir en una tierra hostil, por la que tuvieron que pelear durante muchos años. Supieron emanciparse del poder de los ingleses, empeñados en explotarlos una vez más y necesitaron agruparse las distintas pequeñas facciones o incipientes naciones de aquella tierra de inmigrantes, para poder hacer frente a todos aquellos que intentaron, de alguna manera, impedir su desarrollo y su trabajada independencia.


La segunda lección que hemos recibido de la situación en la que nos hallamos, ha sido la falta de la debida y unitaria solidaridad, acción coordinada y eficacia cuando ha llegado la epidemia del Covid19 y hemos visto cómo, según las conveniencias políticas de cada nación, sus gobiernos se han despachado de acuerdo con lo que les ha interesado a cada cual, para evitar las consecuencias electorales que se les pudieran achacar, según sus más o menos adecuadas medidas contra la pandemia. Y algo parecido podríamos decir respeto a la UE que, debido a la forma insolidaria con la que se han tomado medidas de defensa contra la crisis motivada por la pandemia del Covid19 y a una evidente falta de información y de objetividad respecto a lo que ha venido sucediendo en la nación española, relativo a los intentos de separación de la autonomía catalana del resto del país, una actitud francamente inconfesable de ciertas naciones, como Bélgica y la misma Alemania, que se han mostrado excesivamente mojigatas y equivocadamente legalistas, ante una evidente muestra de intento de subversión de unos pocos contra una nación democrática, perteneciente al club europeo.


La tercera y para mi la más evidente, es el hecho innegable de que, sin el apoyo de los EE.UU, Europa es incapaz de defenderse, por si sola, de cualquier agresión de los países comunistas del norte y el Este. De hecho, la unidad que, hasta ahora (veremos lo que ocurre a partir de este momento), se ha conseguido mantener en cuando a la intervención de la OTAN en el conflicto ucraniano, se ha venido sustentando en las directrices, apoyo directo y colaboración, especialmente en el aspecto de los servicios de información americanos, que se ha demostrado que tienen una eficiencia muy por encima del resto de naciones que intervienen en este conflicto. Sin el apoyo incondicional (luego se podrá discutir si también, en todo este proceso bélico, han intervenido intereses económicos o no) de los americanos es más que evidente que hoy la situación en Ucrania sería muy distinta a la que, de un modo tan sorpresivo, se registra en estos momentos en los que, al menos aparentemente, los rusos están en franca retirada.


Sin embargo, se suscita una duda. Algo que es muy propio de las izquierdas, que siempre barren hacia la parte de la política que les conviene. Empiezan a surgir voces que reclaman conversaciones de paz; que quieren que Putín se lleve parte de botín que ha conseguido a costa de Ucrania. Estas voces,aparentemente bien intencionadas, las de los pacifistas de siempre ( una forma que tienen los comunistas de impedir que las derechas alcancen triunfos) que cuando van mal dadas para quienes ellos piensan que son de los suyos, entonces se inventan las mil excusas, argumentos, triquiñuelas yproyectos pacifistas, con el solo objetivo de impedir que la derrota de Putín pudiera constituir, de hecho, ya lo viene constituyendo, un palo político para las izquierdas de toda la CE.


O así, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no podemos evitar considerar la posibilidad de que naciones, como ocurre con Turquía se opongan, como viene anunciando, al ingreso expres de Ucrania en la OTAN. Y las mismas objeciones parece que se dan en Finlandia y Suecia, naciones que ya pidieron integrarse en dicha organización, precisamente para protegerse de un posible ataque ruso a sus respectivos países. Resulta algo incomprensible la forma tan poco enérgica como, occidente, se ha tomado la decisión unilateral del señor Putín de incorporar a la federación rusa todas las partes de Ucrania que, hasta ahora, había tenido ocupadas. Quizás ante situaciones tan delicadas como las que está pasando esta organización militar de la UE, se debiera plantear la necesidad de cambiar (ante el número creciente de países que intentan formar parte de ella) la exigencia de que las resoluciones que pueda tomar en determinados casos, no requieran la totalidad del consentimiento de todas las naciones que la forman, sino que se redujera a una mayoría cualificada.

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