“La felicidad solamente nos recuerda aquello que nos hace sentir así” (Dennis Lahore). Según esta definición ser feliz consiste en el recuerdo de momentos agradables del pasado. Esto no es felicidad. Los recuerdos agradables no hacen feliz a nadie. Dichos recuerdos son añoranza.
La publicidad vende felicidad. Con imágenes sugerentes pretende hacernos creer que se encontrará la felicidad: haciendo un crucero por los fiordos nórdicos o por el Mediterráneo o a un país exótico. Se tienen muchas sensaciones de felicidad durante el viaje de ensueño que se nos ha prometido. No olvidemos los diversos inconvenientes que se producen durante el recorrido. De regreso a casa nos reunimos con amigos y familiares para mostrarles fotos y vídeos para mostrarles lo maravilloso que ha sido el viaje. Se comentan las buenas impresiones que nos ha dejado el viaje. Ignorando, pero, qué es ser feliz. Los sentimientos y emociones son irreales.
Jordi Labanda nos muestra a una pareja sentados en sendas tumbonas con un fondo azul sin nubes que presagien tormenta que pueda poner en entredicho las sensaciones felices del momento. Él mira a ella. Ella tiene la mirada puesta en el infinito. La imagen nos presenta a una pareja que está disfrutando de momentos inolvidables. Entre ellos se levanta un muro invisible que los separa. Él, dirigiéndose a su pareja, le dice: “¿Es que nunca podemos ser felices al mismo tiempo?” Labanda desmonta la publicidad de una agencia de viajes que vende: “cuanto más lejos más juntos”.
J L Martín en una de sus viñetas tan simpáticas nos presenta a Quico Jubilata hablando sentado confortablemente en una butaca junto a su amigo Ernesto. Quico piensa. “Ernesto fue un destacado ejecutivo de publicidad, y ahora presume de jubilación tranquila”. En la siguiente escena Ernesto explica en qué consiste su jubilación tranquila: “Cada mañana me paseo por la playa, un poco de bici, leer el diario al sol…” En el siguiente acto Ernesto sigue explicando sus aventuras de jubilado: “Como en casa, una siestecita…” Quico interrumpe la lata que le está dando su amigo, preguntándole: ¿No te aburres un poco?” En la siguiente y última escena Ernesto abriendo la boca como si fuese un agujero negro y con la potencia de un amplificador, grita: “¡¡COMO UNA OSTRA!!” Quica se mitra al lector como queriéndole decir: “¿Y tú qué?” “¿Eres como mi amigo Ernesto?”
Karl Rahmer hace esta reflexión: “Si los seres humanos no solamente dejamos de creer en Dios, sino que permitimos que la misma idea de Dios desaparezca de nuestras conciencias, nos convertimos en nada más que una serie de micos fuertemente inteligentes el fin de los cuales será una masa horrible para contemplarlos”. Tenemos ojos para ver pero la ceguera espiritual que oscurece nuestras almas no nos permite ver la realidad de lo que es el hombre sin Dios. ¿Nos vemos como micos fuertemente inteligentes como dice Karl Rahmer?
Si creemos que somos el producto de una evolución que está en marcha desde hace millones de años no somos nada más que una manada de micos súper inteligentes incapaces de alzar los ojos hacia el cielo que es de donde llega el socorro que necesitamos. A pesar de que son muchos los que creen que el hombre es el producto de la evolución materialista, la incredulidad no borra del todo que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Siente en lo profundo del alma la necesidad de ser feliz. Como no se considera criatura de Dios busca por caminos equivocados la felicidad que anhela profundamente.
Jordi Labanda y J L Martín nos muestran con claridad el resultado de buscar la felicidad exclusivamente en buscar satisfacer las exigencias de la sensualidad. El ser humano no es solamente materia, también es espíritu. La negativa de querer cultivar el espíritu es la causa de que la felicidad se aleje de su alcance como el agua o el viento se pierden al querer cogerlos con la mano.
La Declaración de Independencia de Estados Unidos garantiza el derecho que tienen los ciudadanos de vivir seguros y felices. Las intenciones de la Declaración son buenas, pero la evidencia es que la felicidad que garantiza la Declaración está a años luz de haberlo conseguido. El sueño americano es esto: un sueño.
Debido a que somos descendientes de Adán somos seres rotos. Jesús por la fe en su Nombre recompone la rotura dándonos un corazón nuevo, otorgándonos una paz intensa que no se puede volver a perder. Habiendo obtenido la paz de Dios es necesario que el ser humano la cultive día a día viviendo en conformidad a lo que exige ser un hijo de Dios por adopción. Se encuentra en el camino que lo lleva a alcanzar plenamente la paz de Dios en el día de la resurrección. Día en que el pecado habrá sido totalmente extirpado del creyente. En tanto no llegue este día los creyentes en Jesús nos encontramos en el proceso de despojarnos del viejo hombre que somos en Adán y nos revestimos del nuevo que somos por la fe en Jesús.
La plena felicidad no se alcanza en este mundo manchado por el pecado. Se avanza hacia ella. En el día de la resurrección se disfrutará de la felicidad plena que ahora añoramos.
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